Los apellidos desde la independencia, por Rafael A. Sanabria M.
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El período de la independencia de Venezuela se ha historiado en varias direcciones ya desde el momento en que se creó la conciencia de un Estado venezolano. Pero la literatura ha hecho hincapié sobre dos temas: los sucesos iniciales, propiamente revolucionarios, y las guerras. Pero ha dejado de un lado los rasgos humanos y las características ideológicas, el modo como reaccionaba el hombre de trabajo manual, cuando no lo arrebataba la acción heroica, y las bases intelectuales de la generación civil.
Aunque haga un ruido molesto a los oídos de algunos lectores: la independencia de Venezuela fue organizada y llevada a cabo, en sus dos fases, por élites, por determinadas clases sociales. En realidad, la independencia era una construcción de la inteligencia y de los sentimientos de unos hombres: nobles, escritores, oficiales, hombres de tradición familiar que deseaban dirigir la república o pensadores ganados a la filosofía nueva. Si revisamos exhaustivamente la documentación y la historiografía Nacional nos tropezamos con apellidos que casualmente para la época no eran de las masas populares del pueblo.
Me llama la atención que en estos días resuene mucho esta frase en medios televisivos y en la tradición oral del pueblo: «los apellidos», pareciera que la memoria histórica de los ciudadanos es a corto plazo, porque los apellidos están desde la independencia de nuestro país, no es algo novedoso, siempre han tenido incidencia en la historia patria. En el proceso de independencia encontramos apellidos como: Ribas, Bolívar, Salías, Muñoz Tébar, Miranda, Pellín, Buroz, Leleux, Medranda, Peña, Soublette, Núñez, Tovar Ponte, Ustariz, Yanes, Tovar, Palacios, Blanco, Toro, Roscio, otros. ¿serian estos apellidos propios de las masas populares de aquel entonces?
De allí que debemos fijar los ojos con objetividad en el hecho de que la Independencia de Venezuela no fue un movimiento popular, el pueblo –las clases sociales, que, de acuerdo con el criterio de la época, formaban parte de la población– no tenía preocupación independentista.
La gente, el hombre venezolano, no entendía ni deseaba la independencia. Quienes en 1810 deseaban establecer un gobierno representativo de los derechos de Fernando VII, no se decidían por una República. Esta vino por imposición de la fuerza revolucionaria de los exaltados.
Algunos se preguntarán: ¿Cuál fue la función del pueblo? Si por pueblo se entiende la masa popular, entonces puede decirse que siguieron a los caudillos, en primer lugar, a los caudillos realistas y después también a los patriotas. El pueblo ofreció la sangre, como todo movimiento revolucionario. Si por el pueblo se entiende a la población sensible a la política – los notables según el lenguaje de la época–, entonces sí que fue hecha la independencia por el pueblo. Sin embargo, los documentos hacen una diferencia tajante: en los acontecimientos de 1810, por ejemplo, las actas hablan del pueblo como espectador respetuoso de lo que estaba ocurriendo, de lo que estaba haciendo las clases directoras.
En lo concerniente a las circunstancias de la lucha, fue civil, sociológicamente hablando, pero internacional en lo que al derecho se refiere. Independencia, esto es, liberación política de España, tuvo Venezuela desde 1811, cuando se produjo la declaración del 5 de julio por el primer Congreso Nacional reunido en Caracas. Pero en la realidad el período histórico que lleva ese nombre es muy complejo: comprende los acontecimientos políticos y militares ocurridos hasta 1830 y las consecuencias morales e ideológicas de aquellos movimientos.
*Lea también: Después de Carabobo (1821): nuevos amos, viejas estructuras, por Ángel R. Lombardi B.
«Los apellidos» puede resultar una frase cualquiera dependiendo del sentido semántico que se le dé, porque si le damos tratamiento en los días de independencia, estamos obligados a reconocer «los apellidos» en la fundación de la República. Si de apellidos hablamos en la contemporaneidad han surgido algunos, que ahora están en la cúspide del poder cuales caudillos con sus seguidores. De tal manera que por encima de las discrepancias partidistas la patria es de todos: «de los apellidos» y de los mal denominados sin apellidos. El desafío histórico que envuelve a Venezuela reclama la convivencia y el entendimiento de todos sus hijos. O Venezuela tendrá que repetir las palabras de Bolívar: ¿tendré que ser como Mahoma a quien la tierra adorara y sus hijos combatían?
Desde sus tumbas inmortales, los héroes resucitan todos los días para decirnos a todos sin distingo alguno que la vida es pasión egregia al servicio de las causas buenas. Y como dice: Johann Wolfgang Goethe: «Solo se gana su libertad quien la conquista de nuevo cada día».
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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