Los botados, por Aglaya Kinzbruner
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En la Argentina llaman ñoquis a los empleados públicos que cobran sin trabajar. Por esta razón no hay restaurante en la Argentina que no sirva ñoquis de papas los 15 y último de cada mes. En Venezuela las cosas son muy distintas. No hace falta que un empleado sea flojo o poco rendidor en el trabajo, o se pinte de colores en el momento oportuno o sencillamente no vaya a trabajar, para que lo boten. Un día figura en una nómina y al día siguiente, ¡zuás! una mano peluda lo saca de la nómina y ¡ya está! es un desempleado más en un mar de desempleados tan grande como el Océano Pacífico o más grande todavía.
La Gobernación de Miranda despidió así a 1.100 maestros y al momento de ir ellos a protestar otros 50 maestros fueron botados en el Táchira. No sabemos qué pasó con el dinero destinado para ellos, si alguien se lo está bonchando o si, con ese dinero se financiará algún bodegón en un derroche de malsana creatividad.
¿Qué diría de todo esto San Pantaleón, el santo de los ñoquis? Cuentan que por el siglo III, el siglo de su existencia en la tierra, este santo nacido en Turquía se vino a Italia por la región de Venecia y al rato o luego luego, como dicen los mexicanos, se dio cuenta que tenía un hambre de esas que no perdonan y tocó a la puerta de unos campesinos para pedirles un mendrugo de pan. Lo recibieron muy bien y lo invitaron a sentarse a la mesa. Sobre ella había 7 ñoquis (gnocchi, como se dice por allá). Comieron dos cada uno y el séptimo, lo repartieron entre tres.
San Pantaleón quien era excelente médico, nomás veía a alguien a la cara y ya sabía qué lo aquejaba, además de curar con las manos y ver el futuro (ni siquiera cobraba, ¡era un médico realmente milagroso!) les dijo que les pasarían cosas maravillosas y se fue modestamente. Cuando los campesinos fueron a lavar los tres platos encontraron una moneda de oro bajo cada uno.
Demás está decir que de aquellos ñoquis a los nuestros pasó mucha agua debajo del puente. En aquel momento los ñoquis se elaboraban con harina de trigo y castañas ya que la papa llegó a Europa once siglos más tarde, gracias a Cristóbal Colón, que descubrió América porque pensaba o intuía que la Tierra era redonda. El detalle de los ñoquis de papas, Cantinflas diría, ahí está el detalle, surgió en la península itálica de tremendas peleas entre campesinos y señores feudales al subir éstos el coste del trigo y la molienda. Los campesinos que cultivaban la papa a escondidas en sus arriendos, al fin y al cabo la papa crece hacia abajo y no hacía arriba como el trigo, la planta de la papa apenas sobresale de la superficie, empezaron a hacer sus ñoquis con menos trigo y más papa.
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Comentamos brevemente esta historia para demostrar que de alguna forma la gente siempre ha resuelto sus problemas, pero en esta instancia preocupa mucho esta fiebre, mucho peor que la del covid, de estar botando gente a diestra y siniestra, sin ton ni son. ¿Cuántos empleados serán borrados de nóminas, activos, pasivos, jubilados, por jubilar, sobrevivientes?
Nos enteramos del caso de un señor a quien le quitaron su pensión de una gran empresa estatal venezolana. Simplemente alguien «dateado», abrió una segunda cuenta a su nombre en el mismo banco y por un simple bypass, casi una operación bariátrica, el astuto ladrón lograba cobrar. Tomó tiempo averiguar la historia completa. La pensión volvió a su legítimo dueño pero el dinero robado quedó como tal.
Cuando Henrik Ibsen escribió el Enemigo del Pueblo, las consecuencias formaron un tsunami tan fuerte que se auto exilió a Italia y Alemania y juró no volver a Noruega hasta llegar a ser rico y famoso. En Roma escribió La Casa de Muñecas que causó otro huracán mediático. Cumplió su juramento, volvió a su país 27 años más tarde y casi pudo decir como Julio César, quien era un gran exagerado, Veni, Vidi, Vici.
En cuanto a Venezuela, hoy en día, nadie sabe el enemigo ¿dónde está?
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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