Los catalanes vuelven a reconciliarse… en las urnas #Crónica
Con un leve aumento de participación, los ciudadanos eligieron el Parlament que escogerá al President de una comunidad autónoma que estuvo a punto de independizarse de España, y de este modo Cataluña parece haber saldado cuentas con un episodio de tensión con altercados familiares, odios entre vecinos y disputas en oficinas
Autor: Omar Pineda (Barcelona, España)
Nos disponíamos a salir cuando Meritxbel tocó a la puerta para pedirnos un favor. Quería que le cuidáramos sus niños –de 6 y 4 años– mientras ella iba a votar. Esta vecina, que por tres meses colgó en su balcón la estelada (bandera independentista) y protagonizó una memorable y divertida pelea vecinal con Laia y Albert Font, quienes le respondieron con la bandera de España y la senyera (bandera de Cataluña), se marchó orgullosa, con el lacito amarillo colgado en su solapa, símbolo de reclamo de libertad para los líderes independentistas presos, Meritxbel llevaba su papeleta que recibió por correo para depositar en un centro electoral a la vuelta de la esquina.
Trece minutos más tarde la vecina estaba de vuelta, recogía a sus hijos y nosotros salíamos a testimoniar una jornada que especulamos sería sino violenta, al menos agria, y terminó convirtiéndose en una actividad cívica donde, al parecer, los sectores enfrentados hace meses ahora se daban abrazos y dejaban en manos de los resultados electorales el destino de una comunidad que hasta hace tres meses vivió fuertes enfrentamientos políticos.
Eran los tiempo de declaración de la independencia y la república de Cataluña, y con ello las movilizaciones en favor y en contra; hasta que el gobierno de Mariano Rajoy, artillado con el voto favorable del Senado, aplicó el artículo 155 de la Constitución Nacional, interviniendo el govern de Catalunya, lo que desencadenó continuas marchas, riñas entre bandos, huelgas, presos y huidos a Bruselas, un accidentado capítulo que con estas elecciones esperan “cerrar las heridas”.
La hora de votar
Esther vota en la escuela de Cotxeres de Sants, en Barcelona. Aprovechando las colas de las primeras horas, esta profesora de psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona explica que estas elelecciones le generan «incertidumbre y también un punto de tristeza» porque le recuerda el 1-O, en referencia al proceso de referéndum, declarado ilegal por la Corte Constitucional, y cuyo desacato produjo un enfrentamiento, con la actuación violenta de la Guardia Civil y la Policía Nacional contra ciudadanos colocados en las entradas de los centros electorales. “A mí no me golpearon pero a una vecina de unos 60 años la jalonearon con tal fuerza, para apartarla de la puerta de la escuela tomada, que le dejó algunas escoriaciones”.
Dos puestos atrás de esta larga cola y soportando una temperatura de 8 grados, Marc Andrade opina lo contrario. Cree que este proceso no semeja en nada a la “comedia” montada por los “indepes” (independentistas). “Ellos sabían que no era posible realizar unas elecciones sin garantías, consideradas ilegales y en las cuales piquetes indepes tomaron las entradas de los colegios, para asegurar la participación de la gente y una vez que llegó la policía echarse al suelo, en una sólida barrera humana, que para desalojarlos los policías se vieron obligados a emplear la fuerza”.
De lo insultos a la convivencia
Todos asistimos a esta película. Durante 90 días la sociedad catalana estuvo sumida en una espiral de tensión política que invadió no solo el ámbito de las relaciones familiares, labores y de los amigos que se reencuentran en el bar para ver los partidos del Barça. Es una constatación admitida por los mismos involucrados que padres e hijos, hermanos o primos, compañeros de la universidad o de la oficina, vecinos del edificio se han distanciado debido a la crisis desatada en septiembre y que, con el paso de los días, se fue agravando hasta llegar al cénit de la confrontación que parece haberse encarrilado con la convocatoria a elecciones.
“Yo, por ejemplo, dese que estalló esta crisis he dejado de hablarles a los compañeros del trabajo, unos activistas del independentismo, luego de que las discusiones terminaran en insultos y, en una ocasión, en amenaza de liarme a golpes con uno de ellos”, explica Oriol Sabrià, empleado de un emporio industrial en el distrito de Vilanova i la Geltrú que, por fortuna, ha decidido no migrar de Cataluña.
Sabrià sostiene que en este asunto del tema secesionista “no se trata de saber quién o no tiene la razón”, sino de la manera cómo fue manejado por los políticos y de cómo “contaminó” al resto de la sociedad. “Para mi sorpresa, yo me vi de pronto envuelto en un asunto que no supimos manejar, yo porque al rechazar la posición extremista de quienes aspiran separar a Cataluña de España porque sí, actué igual con la misma rabia, y sé que ofendí a compañeros de trabajo de años, tal y como algunos de ellos me ofendieron a mí”, explica este jefe de despacho de la multinacional que emplea a más de 200 personas, independentistas, indiferentes o no.
“En mi caso, no hice más que alejarme de mi hija y de mi yerno, para no dar espectáculos delante de los nietos”, resume Pilar Rodríguez, una pensionada de 67 años de Poble Sec que vio “sin poder hacer nada” cómo su relación con su única hija se deterioró entre septiembre y octubre. Al punto de que “se me hizo imposible visitar a mis dos nietos, lo único que tengo desde que enviudé hace cuatro años”.
Pilar prefiere no hablar de esos momentos de tensión que vivió con su hija y del yerno, un activista de una de las agrupaciones constitucionalistas, y que ella admite no supo procesar por la vía afectiva, sino que “como todos, nos dejamos llevar por la discusión y de allí a los insultos”. Hoy Rodríguez ve restituida la paz familiar. Sigue sin hablarle al yerno, pero ha recobrado la relación con su única hija y sus únicos nietos.
Recorrer las calles de Barcelona hoy, epicentro ayer de barricadas y protestas juveniles contra la Policía Nacional y la Guardia Urbana, es atestiguar un escenario diferente, como el de la calma que se queda después de la tormenta. Las banderas españolas, las senyeras y las esteladas permanecen colgadas en los balcones de algunos edificios, pero siguiendo el trazo de las sombras difusas de los acontecimientos que mostraron al exterior, la Cataluña que estuvo a punto de fracturarse no se percibe en la actualidad.
Ignoramos en cuál porcentaje han bajado o ascendido las visitas de los turistas a una ciudad que, en invierno o verano, está bendecida por sus callejones y playas. Una urbe alegre que se incorpora tardíamente a los preparativos de navidad. Pero es obvio que el estruendo se ha pacificado. Los que siguen afanosamente detrás de su utopía no han claudicado. Solo se han replegado y le han bajado la intensidad de sus discursos.
Tal vez esta jornada del 21D sirva al menos para aquietar el aire tenso de la calle que se vivió entre septiembre y noviembre. Todos ruegan que los resultados de estas elecciones traigan cierta paz e inspiren a quienes aman Cataluña a levantarse cada mañana, abrir la ventana para que entre el aire y se lleve lo que sobró de aquellos días en que los catalanes dejaron de hablarse.
Diputados, alianzas y gobierno
De la mayoría de diputados electos este jueves, un total de 85 salieron de la provincia de Barcelona, con 75% de electores. Las otras tres circunscripciones que conforman Cataluña son Lérida (15), Gerona (17) y Tarragona (18).
Estas elecciones no decidirán del todo la presidencia de la Generalitat, porque una vez asignados los escaños y constituido el Parlament se procederá a la elección del President de la Generalitat, para lo cual las diferentes formaciones intentarán alianzas que garanticen una mayoría de 68 escaños. En caso de no salir un claro ganador, respaldado por los 68 escaños que necesita para la investidura, arranca la segunda fase de negociación, donde necesariamente el candidato ganador en votos tendrá la mejor opción para presidir el gobierno de Cataluña.
En ello se conjugan factores como la orientación política, las propuestas y, a partir de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, la conformación de dos bloques: el bloque independentista, en el cual se identifican por JxCat (Juntos por Cataluña), ERC (Esquerra Republicana) y la CUP (Candidatura de Unidad Popular (CUP).
JxCat, antigua CiU, está liderada por Puigdemont e incluye a varios de los exconsejeros de su gobierno, todos imputados por el delito de rebelión y uno, Joaquim Forn, consejero de Seguridad, en prisión.
En el caso de Esquerra Republicana per Catalunya, que encabeza el exvicepresidente de la Gneralitat, Oriol Junqueras, preso en Madrid, acusado por sedición y rebelión, no logró participar de forma activa en la campaña, a psar de haber solicitado al tribunal un permiso para salir de prisión durante la campaña, pero este le fue denegado.
Con estas dos agrupaciones, ocurre un fenómeno singular: ERC es una agrupación de izquierda y JxCat se asocia a la derecha, pero ambas agrupaciones han logradp superar sus diferencias en su propósito de implantar la independencia de Cataluña.
Una tercera fuerza de este bloque lo conforma la CUP, partido anticapitalista y cuyo candidato es Carles Riera. Con un perfil claramente radical y socialista –de hecho algunos diputados han viajado a Venezuela en tres ocasiones y se han reunido con el presidente Maduro en Miraflores– ha dicho que no cederá sus escaños a una alianza con JxCat y ERC, a menos que sea para impedir que Inés Arrimadas ascienda a la Presidencia.
El bloque de los constitucionalistas está liderado por Ciudadanos, partido de centro-derecha que nació en Cataluña y cuya influencia ha venido creciendo en los últimos años, incluso a nivel nacional, por haber actuado con un claro discurso anti-independentista. Su candidata a la presidencia es Inés Arrimadas, abogada de 36 años, andaluza (nacida en Jerez de la Frontera), pero criada en Cataluña, convirtiéndose en voz de miles de inmigrantes de primera y segunda generación procedentes del resto de España que llegaron en las últimas décadas a una Cataluña industrializada en busca de empleo. De allí su condición de adversartios de la separación de Cataluña de España.
La otra agrupación es el Partido Popular (PP), cuyo cabeza de lista es Xavier García Albiol, durante mucho tiempo alcalde de Badalona, y que desde luego se opone tanto a la secesión como a la convocatoria de un referéndum independentista. Precisamente por pertenecer al partido de Mariano Rajoy, el PP ha perdido mucho apoyo en Cataluña en los últimos años. En las últimas elecciones sólo consiguió 11 escaños frente a los 19 que tenía.
El tercer integrante del bloque constitucionalista es el histórico Partido Socialñista de Cataluña (PSC), encabezado por Miquel Iceta, quien se ha mostrado en favor de la permanencia en España y aprueba la aplicación del artículo 155, aunque existen voces dentro de la agrupación que han defendido en ocasiones la convocatoria de una consulta que permita a los catalanes decidir si quieren independizarse o no.
Al margen de estas dos fuerzas, se cuela una agrupación que será clave como es Cataluña en Común-Podemos, cuyos integrantes son conocidos como «los comunes». Esta coalición de izquierdas encabezada por Xavier Domènech incluye a Podemos, el partido de Pablo Iglesias, y a varias plataformas de carácter social como la que encabeza la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.
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