¿Los CLAP solucionan o agravan la problemática?, por Rafael A. Sanabria M.
En estos tiempos los CLAP representan la única vía en la mayoría de los hogares venezolanos, para poder adquirir algunos productos básicos. No es Venezuela el único país con esta clase de método. En Francia con mercados especiales subsidiados y en Estados Unidos con precios especiales en algunos productos para los económicamente más débiles, aunque hace unos pocos años se discutió cambiar a la entrega de una caja con productos diversos, incluidos vegetales frescos.
En Venezuela, como siempre ha sido, las buenas intenciones fracasan ante el robo general, organizado e impune. Las bolsas o cajas CLAP llegan incompletas. A uno que otro le llega algo extra: atún o leche o aceite mientras a los demás no. Esos productos extra fueron los que se les escaparon en un robo rápido que hicieron antes de llevar las cajas. El robo va por etapas y los productos extraídos se ofrecen luego “al mayor”.
En mi municipio el número de bolsas CLAP es mayor que los verdaderos beneficiarios. Las cajas o bolsas son distribuidas a un ritmo desconocido, la primera emboscada es la fecha de entrega. No se da quincenal sino con un intervalo de 1 hasta 3 meses y piden el dinero en efectivo, de manera inminente e intempestiva, incluso un domingo por la tarde.
En teoría, a los CLAP le corresponden tareas como derrotar la guerra económica, combatir la usura, el “bachaqueo”. Esto no se cumple. Peor aun, agrava el problema. Los usuarios abren la bolsa para descubrir la sorpresa, “¿qué te trajo?” Se preguntan. No se sabe quien ni bajo qué criterios decide que se comerá en tantos hogares. “No me trajo aceite” “Un solo kilito de harina de maíz”. Al oír lo que falta ya se sabe que sobrará en los estantes de los buhoneros, a precios de usura. Les venden escandalosamente alto lo que días antes les sustrajeron.
Necesitamos autoridades que enfrenten el problema. En nuestro caso lo causan. Hubo el Mercal con oferta reducida y buen precio. Luego fue Pedeval, la misma historia con otros sujetos. Ya no existen. Luego los Supermercados Bicentenario, donde los empleados descaradamente se bebían los jugos y yogur. Otros empleados pagaban lo que llevaban y luego reversaban la operación para disimular el robo. Algunos productos que se ofrecían tenían precios especulativos. Eso de lo que vi. ¿Acaso alguien se sorprende que quebró? Pero no hay culpables.
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Para comprar productos básicos los compradores hacían inmensas colas de madrugada, en la calle. Hubo una modalidad peor, hacer una precola varios días antes para tener un número y así el propio día hacer la cola definitiva. Se hacían colas inútiles, hasta 2 y 3 veces. Y sin garantía de comprar. Horrible desatino. Si el comprador llegaba de primero se le aparecía una malandra con su pareja que le decía “aquí delante tuyo voy yo y 50 más”. Hubo quien se negó y fue horriblemente herido con navaja en la cara. Sí, aquí en mi querida Venezuela, casi frente a mi casa.
Había Guardias Nacionales pero era desde la cárcel, vía celular, donde se controlaban muchas colas. Los compradores debían pagar a los malandros su puesto con “un producto” que ellos luego cambiaban por balas. . .
Aquí, a pocas cuadras de donde vivo, en la plaza frente al supermercado un guardia nacional (me niego a escribirlo con mayúscula) vociferó “van a entrar, pero a la salida cada uno me entrega un producto” y el uniformado, natural de esta misma población, continuó “y si quieren me denuncian y me toman foto”.
En La Victoria, en las cercanías de los supermercados, a las 4 de la madrugada caminaban más personas que de día. Un desperdicio del factor humano. Allá la alcaldía ensambló un sistema que unificaba a todas las colas y todos los ciudadanos, así en una tarde cualquiera el comprador se anotaba e iría a comprar a la fecha y lugar indicados. Funcionó bien, un gran alivio. Entonces lo eliminaron (supongo que a algunos no les convenía).
Cuando el presidente Maduro dijo hace un par de años que “han robado un millón de bolsas CLAP” percibimos la escala gigante de este entuerto. Y cuando anunció “Todo el poder para los CLAP” uno se pregunta ¿eso incluye a los que robaron el millón de cajas o esto ya fue solucionado?
Hace un año se solicitó legalizar o actualizar las comunas “para que puedan seguir recibiendo el beneficio del CLAP”. Esto iniciaba con unas elecciones donde la comunidad votaba por sus candidatos y luego se irían a la sede del partido donde decidirían cual era el candidato aprobado ¿? Ellos lo llamaban elecciones, yo le digo mamarrachada, supongo que muchos lectores le tendrán algún nombre más preciso.
Ante la desesperada necesidad del pueblo y dado que los CLAP con su estructura frente a la comunidad al menos reducen la sempiterna corrupción (claro, con elecciones de verdad, déjenme soñar), los CLAP sí podrían ser una vía para aliviar la situación pero con un adecuado contexto ético y organizativo.
Yo soy pueblo.