Los conspiradores, por Teodoro Petkoff
A qué viene esta insistencia del talibanismo gubernamental en que hay una conspiración andando? A cada rato sale algún militar, activo o retirado, señalando que andan tras la pista de esos fantasmagóricos conspiradores y el propio Chávez llegó a decir que no los ponía presos para no causar más alarma. Uno se imaginaría que cazar conspiradores implica, ante todo, no alertarlos. Eso de andar advirtiéndoles que están pillados no parece ser lo que el sentido común aconsejaría. Nuestras fuentes en la DIM (página 5) nos revelan que ese cuerpo ha recibido una suerte de ultimátum: tiene quince días para encontrar a los «conspiradores» en la FAN. Es una manera de ordenarle que o los encuentra o los inventa.
Por supuesto que en un país donde el actual jefe del Estado se vanagloria continuamente de la conspiración que montó a lo largo de diez años y de la asonada que tan chapuceramente llevó a cabo, más de un oficial podría estar pensando que ese camino es válido y que finalmente la historia la escriben los vencedores (Lucas Rincón estigmatiza como «traidores a la patria» a «quienes pretenden acabar con este Gobierno a la fuerza». ¿Chávez y los suyos fueron juzgados por traición a la patria, después que intentaron acabar a la fuerza con el Gobierno contra el que se alzaron?). Pero, esa guerra mediática contra los supuestos conspiradores se parece demasiado a la fabricación de una coartada para favorecer la aplicación del «alicate». Que existan unos lunáticos queriendo seguir los pasos de los conspiradores del 4F, no se puede descartar. Menos aún se puede desconocer la existencia de unos sujetos que se dedican a darle casquillos a los militares para que se alcen. Pero la relevancia que quieren darle los talibanes de Chávez a esta suerte de folklorismo golpista da muy mala espina. Es como andar buscando una versión chavista del incendio del Reichstag: un pretexto para embestir contra la democracia e instaurar formas abiertas de autoritarismo. El puro chabismo, pues.
Contrasta esto con el empeño de quienes reclaman una reforma de las leyes de Adina en utilizar los recursos institucionales para tal fin. Ya a la Asamblea Nacional llegan las proposiciones de reforma y el Tribunal Supremo recibió el primer alegato de inconstitucionalidad de la Ley de Tierras. Si en estos dos poderes del Estado se asume con espíritu amplio y positivo, con una verdadera voluntad de diálogo, ese esfuerzo civilista y civilizado de los críticos de las inefables leyes por procesar democráticamente las observaciones a ellas, el alicate de Chávez pronto irá a parar al mismo basurero donde yace su inefable superlupa (¿la recuerdan?).
El Gobierno no tendría que esforzarse demasiado en encontrar a los creadores de zozobra en la FAN. Ningún conspirador podría erosionar la confianza de los oficiales en el Gobierno con más eficacia que los generales Cruz Weffer y López Hidalgo.