Los contrapesos, por Teodoro Petkoff
Tal vez los habitantes del 23 de Enero, parroquia donde Chávez ha obtenido en el pasado muchos votos, puedan reflexionar ahora con más claridad acerca de los peligros de concentrar todos los poderes del Estado en una sola persona. La semana pasada les tocó vivir la «operación revolucionaria» del llamado «Colectivo La Piedrita», que embistió, armado, contra una manifestación de los vecinos de El Observatorio, quienes protestaban contra la inseguridad, que había cobrado una nueva víctima días antes. Probablemente la mayoría de los manifestantes había votado por Chávez. También la banda agredió a los periodistas que cubrían el episodio. Todo eso ocurrió ante la absoluta impasibilidad de un grupo de policías de la PM y otro del Cicpc. Los policías se limitaron a observar, como si la cosa no fuera con ellos. La gente se puso furiosa pero no supo qué hacer ni ante quién reclamar.
¿A dónde podrían haber acudido los vecinos atropellados? ¿Al Cabildo Metropolitano? Totalmente en manos del gobierno, no les hará caso. ¿Al Concejo Municipal de Libertador? La misma historia. ¿Tal vez a la Asamblea Nacional? Allí no hay manera de plantear un debate que el gobierno no quiera. ¿A la Fiscalía? La doctora Ortega Díaz está muy ocupada investigando el asesinato de Anderson y los pormenores de la maleta de Antonini y les dirá que no tiene tiempo para pequeñeces.
¿A la Defensoría del Pueblo? Ni hablar. ¿Juan Barreto? No hay vida. Fue él quien designó a un tupamaro como prefecto de la localidad. ¿Bernal, por ventura? Acaba de estar acompañando precisamente a «La Piedrita» en el desvelamiento del busto de Marulanda.
En cambio, ¿qué tal si los habitantes del 23 de Enero contaran con una Asamblea Nacional donde no sea posible impedir un debate sobre la situación de inseguridad de la barriada? ¿Qué tal si hubiera en Caracas un alcalde metropolitano y otro en Libertador que atendieran el reclamo ciudadano y ordenaran medidas? Tal vez ahora los vecinos del 23 comprendan mejor que respaldar a Chávez no significa ponerle todos los poderes en sus manos, porque quienes pierden poder son ellos mismos.
Cuando todos los poderes están concentrados en uno solo, y todos actúan en defensa de los intereses de quien tiene la sartén por el mango, el pueblo queda literalmente sin ninguna instancia donde ejercer sus derechos, garantizados por la Constitución. Este es el caso venezolano de hoy.
Por eso es que es tan importante ganar el 23N gobernaciones, alcaldías, consejos legislativos y la alcaldía metropolitana. Es para que el soberano pueda contar con instancias desde donde se pueda contrapesar conductas tiránicas de un gobierno nacional que, como hoy, no enfrenta institución alguna que lo obligue a respetar las leyes y la Constitución. Cuando gobernadores y alcaldes son meros títeres de Yo-El-Supremo el soberano queda reducido a la impotencia.