Los dos deslaves, por Teodoro Petkoff
El 15 de diciembre de 1999 fue aprobada en referéndum la Constitución y de inmediato comenzó su deslave. Al día siguiente tuvo lugar el deslave de la montaña, en el Litoral varguense, y la tragedia lo asoló. Dos deslaves juntos. Uno continuo, brutal, que no cesa nunca; otro también brutal pero súbito, que ha dejado honda huella en la vida del país durante la larga década de Hugo Chávez en el poder.
Diez años después del deslave en Vargas, la franja que va de Catia La Mar hasta Los Caracas constituye hoy el mudo monumento a lo que entonces todavía no se había mostrado en toda su cruda realidad: la inverosímil incapacidad e incompetencia administrativa del régimen presidido por Chacumbele. Nadie habría podido adivinar, para la época, que el país había elegido para gobernarlo a una gente tan incapaz como esta, pero, eso sí, con uñas muy largas para ponerle la mano a cuanto bolívar se les ponga cerca. Una vez secadas las lágrimas, se abrió una oportunidad maravillosa para reurbanizar y ordenar el territorio costero central, con una concepción moderna y fecunda, cuyo centro de gravedad debía ser la gente que lo poblaba, para la cual vivienda, servicios y fuentes de trabajo acordes con la vocación de la zona, debían ser diseñadas. Sin embargo, esa oportunidad se fue cerrando lentamente, por acción de la desidia, de la estrechez de miras, de la ignorancia y del aprovechamiento corrupto de los recursos destinados para la reconstrucción de Vargas.
Hoy, detrás de las fachadas que dan a la avenida Soublette, están las ruinas que dejaron las aguas y el lodo y los terrenos arrasados por el deslave siguen igual, yermos e inutilizados.
Apenas si se atendió lo elemental, pero ni una mirada se echó hacia el futuro y los planes de los equipos multidisciplinarios convocados por Carlos Genatios fueron dejados de lado, para que la inercia y la vida vegetativa ocuparan su lugar. Al deslave de la naturaleza siguió el deslave administrativo.
El otro deslave, el constitucional, dura ya diez años. «La mejor Constitución del mundo», como la calificaba quien la impulsó, casi desde el primer día le quedó estrecha al Gran Mandón.
Precisamente porque todo su articulado sobre derechos ciudadanos y humanos en general es muy democrático, se hizo incompatible con una concepción autoritaria y un manejo autocrático del poder político; ni siquiera el tufillo militarista que se desprendía de ella satisfizo a Chacumbele y ha conducido a la FAN a su capricho, al margen de las disposiciones constitucionales o ajustando estas, también inconstitucionalmente, a las necesidades autocráticas de la presidencia.
Chávez ha gobernado literalmente de espaldas a la Constitución, pero sabe bien que ha pagado un alto precio por ello, de allí que ahora asome la posibilidad de intentar una nueva reforma, para despejar así su mando de todo escrúpulo constitucional. Quiere dejar el terreno constitucional tan vacío y desolado como el de Los Corales, en Vargas; creyendo que así podrá hacer lo que le dé la gana más cómodamente.
Calcula mal, desde luego.