Los dos limones, por Saúl Jiménez Beiza
Twitter: @sauljimenezbei1 | Instagram: @sajidb47
En días pasados fuimos a una comunidad muy pobre, a realizar un trabajo de campo para levantar información y poder manejar estadísticas reales sobre la situación que ellos están viviendo, para ello entrevistamos a doce (12) personas, todas mujeres jefas de hogar, esta actividad la realizamos entre las 9 am y la 1 pm. En casa de una de las líderes comunitarias, fue de mucha amabilidad, comprensión y disposición a apoyar todas las entrevistadas en un ambiente muy agradable.
Esta comunidad no goza de ningún tipo de servicio, tienes unos cables que les facilitan la energía eléctrica, un tubo de agua de media pulgada que llega hasta un determinado sitio del barrio y sus habitantes se surten de allí carreteando el agua hasta sus hogares, eso significa realizar una cola para poder llegar al surtidor a plena exposición solar o bajo la lluvia, depende del tiempo, en las casas hay pozos sépticos que se derrumban con frecuencia por cuanto el terreno es arenoso por ser zona lagunera.
Para complementar el cuadro sus habitantes deben caminar largos trechos para abastecerse de sus alimentos, el gas, ir a los centros de salud, escuelas o liceos, es decir todas sus actividades las realizan caminando por 2 razones, uno por la carencia de recursos y la otra porque las unidades de transporte cuando pasan por esa zona ya vienen full de gente que vienen de más lejos.
Toda esta situación ha llevado a sus habitantes a buscar alternativas para ir llevando su vida en una forma más tranquila, en ese sentido se la han ingeniado para capturar el agua de lluvia y llevarlo a tanques de mil litros y de esa forma lograr paliar un poco el acarreo de agua, sobre todo en la época de invierno, igualmente han ido implementando pequeños huertos en los patios de sus casas para de esa forma generar algo de alimentos para la familia tan igual como la cría de gallinas y pollos, de esa forma se garantizan un poco de proteína animal para la alimentación diaria.
Con toda la situación que viven es muy grato ver la alegría en sus rostros cuando tienen visita o están realizando alguna actividad en beneficio de la comunidad, no hay arrugue, por el contrario es una total entrega al trabajo comunitario y de búsqueda de alternativas para un mejor vivir, es gente laboriosa, integrada, solidarias que en los más de veinte (20) años desde la invasión no ha habido gobierno que les haya llevado los servicios a la comunidad y ellos siguen llevando propuestas y esperando, siempre dicen: «La esperanza es la última que se pierde» y es verdad, ellos siempre están esperanzados que alguna vez algún gobernante o aspirante pase por allí y oiga sus necesidades.
Con todo esto ustedes se preguntarán de donde viene el nombre de este artículo y es producto de como las personas que menos tienen son más dadas a la solidaridad, ese día esas señoras no tenían nada que darnos café o jugo, sin embargo, cuando ya habíamos terminado y nos montamos en el carro la señora Josefa salió de su casa con 2 limones en sus manos y los entregó diciendo: «Esto es para que haga una limonada cuando llegue a casa, lo que pasa es que no tengo azúcar ni papelón». Es así como se expresa la solidaridad en esos sectores populares, dan, entregan lo poco que tienen con todo el amor y humildad.
Eso es una constante en el trabajo social, sin embargo, es notorio que en la misma medida que se va subiendo a los estratos sociales la solidaridad y entrega se va dando en menor cantidad y calidad, ya se piensa más en el yo primero que en cómo puedo ayudar a mis semejantes.
Quizás sea una actitud no consciente pensando que como no tengo necesidad creo que mis semejantes tampoco, lo contrario sucede en los sectores populares donde la gran mayoría vive en una situación precaria y conocen de ese sufrimiento y aplican aquel dicho: «Manos van para que vengan». Puede que poseamos bienes materiales, cualidades intelectuales y talentos de diversa índole, pero no siempre las ponemos al servicio del Reino de Dios. Podemos trabajar por el Reino de Dios, mediante las acciones misericordiosas en favor de nuestros hermanos, con nuestras actitudes de solidaridad y mediante las obras de caridad.
Saúl Jiménez es presidente de la asociación civil Casa del Nuevo Pueblo-Carabobo/CESAP.
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