Los estudiantes, por Teodoro Petkoff
Los estudiantes, ah, los estudiantes. ¡Qué amargura para el líder de la «revolución» y el «socialismo» tener enfrente a los estudiantes! Ese hombre que ha manejado con tanta eficacia el poder de los símbolos, que ha creado tantas imágenes simbólicas («misiones», «Santa Inés», «Maisanta», «escuálidos» y tantas otras), que atrapan las mentes de sus seguidores e inflaman sus corazones, conoce perfectamente el valor simbólico de que los jóvenes –el futuro del país, como reza el lugar común– rechacen su régimen. Por eso luce tan irritado, tan fuera de quicio. Chávez sabe perfectamente que cuando los muchachos están en la calle y el gobierno no tiene más nada que oponerles sino tanquetas, guardias nacionales y policías, la «revolución» luce entonces «flaca, fané y descangallada». La «revolución» ya es un anacronismo, quedó en el pasado, perdió el futuro y su presente es el de una dama antañona, vacilante, errática, tambaleante. Por primera vez, en esta guerra de símbolos –que es la que se ha librado en estos ocho, ya casi nueve, años–, el Big Papi está abajo.
Este ya no es el gobierno de una revolución sino un gobierno más, tan parecido a tantos que hemos tenido, cuya respuesta frente a los estudiantes en la calle es la misma de ayer: la peinilla, la «ballena», las lacrimógenas, la brutalidad sádica. En su desespero, consciente del efecto de la poderosa imagen de miles y miles de muchachas y muchachos desafiantes, en todo el país, Chacumbele intenta el viejo truco, ya mellado. «Hijos de papá», «niños bien», «cachorros de la oligarquía», son los denuestos que expulsa por la boca, en una tentativa patética de descalificar a este oponente, que le pisa su propio terreno. Pero no hay modo de arrendarle la ganancia. Los estudiantes siempre han sido los consentidos del país. No hubo dictadura que no los tuviera de frente y nunca dejó el pueblo llano de sentirse interpretado por ellos.
Las amenazas del domingo tuvo que tragárselas. Creyó que iba a intimidar a los estudiantes y la respuesta fue un altivo «¡Quién dijo miedo!». Hay un nuevo actor político en el escenario. Estuvo ausente más de dos décadas, pero reapareció, con el tanque full, vanguardia de un país que hoy, hasta dentro de las filas del pueblo que vota por Chávez, se pregunta al fondo de qué abismo pretende lanzarnos el Presidente. El NO se agiganta. La disposición a derrotar el propósito continuista y totalitario, voto en mano, esta recibiendo un impulso formidable. El ariete sale de las aulas.
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