Los hombres que adoraban odiarse, por Luis Francisco Cabezas G.
Twitter: @luisfcocabezas
Durante las últimas semanas los venezolanos pudimos ver dos hechos de importante relevancia a los que, desde hace un buen tiempo, no estamos acostumbrados. Tal es el caso del encuentro entre la directiva de la Asamblea Nacional (2021) y la cúpula empresarial representada por Fedecámaras y, en otro ámbito, se produjo el encuentro entre representantes del sector salud del gobierno de Nicolás Maduro y sus homólogos del llamado gobierno interino, bajo la tutela de representantes de OPS-Unicef.
Que partes encontradas puedan sentarse a establecer un acercamiento para tratar de hilvanar un marco de actuación en sus respectivas áreas ha sido, hasta ahora, algo inusual en nuestro complicado escenario político.
Ambos episodios revisten suma importancia puesto que, en primer lugar, el solo hecho de darse estos encuentros supone un mutuo reconocimiento, el cual no significa que las diferencias se hayan desvanecido, pero sí han sido puestas momentáneamente a un lado, todo ello por un interés superior.
Si valoramos la puesta en escena del encuentro con la cúpula empresarial podemos ver algunos detalles interesantes.
En primer lugar, que la reunión haya sido en la sede de Fedecámaras es muy curioso, sobre todo si tomamos en cuenta que el gobierno, la mayoría de las veces, exhibe una arrogancia muy al estilo de aquel dicho popularizado por Chávez: “Ven a mí que tengo flor”.
De igual forma, ver que la dirección de la reunión estuviese a cargo de los anfitriones empresariales denota un giro interesante. Sin embargo, lo comunicacional, al salir del inusitado encuentro, quedó en manos de los invitados. Fue claro que querían una buena foto y comunicar, lo cual necesariamente no tiene que ser visto como malo. Los actores políticos buscan siempre comunicar políticamente y convertir en trofeo cada acción, por minúscula que esta sea, pero también podemos, solo si queremos, mirar el vaso medio lleno y valorar el reconocimiento hacia el sector empresarial, sin el cual es imposible avanzar.
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En otro ámbito, el covid-19 logró sentar en una misma mesa a sectores encontrados para buscar alternativas que permitan, a través del mecanismo Covax, traer las vacunas necesarias para implementar un programa de vacunación masiva.
Estas reuniones se han venido dando bajo el acompañamiento técnico de la OPS-Unicef y suponen un paso importante, tanto en lo humanitario como en lo político, toda vez que resignifica el ejercicio de la política, más aún para una sociedad que perdió la fe en la política y en sus políticos —todos—.
Ambos encuentros generaron inmediatas y virulentas reacciones de sectores radicales, que son el alimento de una parte importante de la sociedad que enaltece la polarización y la lógica de amigo/enemigo.
Esto impide mirar un poco más allá para tratar de buscar alternativas a partir de las cuales se pueda destrancar el espacio político. Que pueda ser lo humanitario la opción para así lograrlo le agrega valor, no solo por lo que supone para la mayoría de la población que sufre, sino también en lo simbólico, dado que envía un poderoso mensaje: nos podemos poner de acuerdo para salvar vidas.
Cada vez que se produce alguna oportunidad para distender el espacio político, por pequeña que esta sea, de inmediato se activan acciones que buscan dinamitarlas. Juegan en este sentido un rol protagónico las redes sociales que, con su capacidad de servir de caja de resonancia, amplifican mensajes en poco tiempo. A ello debemos sumar las reacciones de algunos actores políticos a los que pareciera incomodarles la posibilidad de que se puedan generar condiciones para retornar a la política y, como si no fuese suficiente, el gobierno despliega su aparato comunicacional para hacer ver sus pequeñas concesiones como derrotas de su adversario.
En esta dinámica no solo luchamos contra nuestra terrible situación humanitaria, catalogada como la peor del continente, sino también contra una lógica demencial de abandono de la política en la que los adversarios viven en un eterno y estéril pulseo, jugando a odiarse; donde tenemos dos gobiernos, dos asambleas y un solo pueblo sufriente que poco pareciera importar.
Es necesario crear espacios de distensión humanitaria, donde pueda establecerse un marco de actuación basado en reglas claras del juego, donde prive el reconocimiento y respeto mutuo, en el que podamos acordar metas alcanzables que tengan impacto en la vida de las personas, pero que a la vez supongan una oportunidad para la construcción de confianza, insumo imprescindible para poder hilvanar una salida política, negociada y pacífica a nuestra ya prolongada crisis.
Luis Francisco Cabezas G. es Politólogo. Máster en Acción Política, especialista en Programas Sociales. Director general y miembro fundador de Convite A.C
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