Los «lujos» de Luisa Ortega y la doble moral de VTV
Allanaron la residencia de la Fiscal General Luisa Ortega y pretenden juzgarla por tener ropa de marca y objetos de lujo, los mismos que se ven a diario en Delcy Rodríguez y Cilia Flores, entre tantos altos funcionarios
El Sebin se presentó en la residencia de la fiscal general Luisa Ortega Díaz y realizó un allanamiento para las cámaras de Venezolana de Televisión. Una puesta en escena para enlodar su imagen a partir de los supuestos lujos que la funcionaria disfrutaba en su casa. Pero no se dijo toda la verdad.
El reportero Boris Castellanos describe el procedimiento enumerando ropas de alta costura de casas de diseño internacional: Carolina Herrera, Cartier, Prada, Chanel, Hugo Boss. La mujer se viste fino.
También mostró una colección de botellas de vino, incluyendo una personalizada con su nombre. Lo que no dice el fablistán es que justo esa botella tiene el logo del Ministerio de la Defensa en la parte posterior: fue un regalo del ministro Vladimir Padrino López a ella y otros altos funcionarios.
Tampoco dice VTV que Ortega Díaz era de las funcionarias mejor pagadas de la administración pública, según la recién derogada Ley de Emolumentos, como lo indica Konzapata.com.
Sería interesante que Boris Castellanos aprovechara de revisar cómo viven altos jerarcas del régimen, esos que dicen representar a los pobres pero aprovechan los lujos del poder. No solo Pedro Carreño, aquel de corbatas Louis Vuitton, sino todos los que han sido retratados, por ejemplo, en el blog Relojes del Chavismo, donde han sido retratados Delcy –que tiene como estilista al peluquero de las misses– y Jorge Rodríguez, Héctor Rodríguez, Vladimir Padrino, Francisco Rangel Gómez y otros tantos. La presidenta de la ANC, por cierto, también usa carteras Chanel, como su compañera de partido Cilia Flores que también las ha lucido insistentemente.
Además, hay personajes que se sabe han mudado de residencia para acomodarse en zonas privilegiadas de la capital.
Pero Boris y VTV callan todo eso porque, en el fondo, el problema no es tener lujos sino pretender que no sirvan como bozal para mantenerse fiel a la «revolución».
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