Los militares y la transición, por Humberto García Larralde
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No se dice nada nuevo al afirmar que el mandato de Maduro ha dependido, durante estos años, del apoyo de factores militares que controlan a la FAN.
Para asegurar tan crucial apoyo, el chavo-madurismo, con asesoría cubana, instrumentó una estrategia de tres vectores:
1) La corrupción deliberada de quienes acceden a posiciones de mando, haciéndolos cómplices de las prácticas de depredación y expolio que cimientan al gobierno: manejos irregulares en Pdvsa, CVG y otros entes del Estado; la minería ilegal; extorsión en alcabalas, fronteras, puertos, aeropuertos, etc.
2) El amparo ideológico, capaz de absolver ilegalidades y abusos con el argumento de que son los auténticos herederos del Ejército Libertador, garantes del legado de Bolívar y, por ende, dueños del país. Tal discurso los acredita, por antonomasia, como patriotas y antiimperialistas, y encubre su sumisión a directrices cubanas. Quienes les piden rendir cuentas y someterse al control civil, no son más que viles apátridas.
3) La represión severa de todo oficial que proteste o se oponga a estos manejos, con presidio, tortura, acoso a familiares, degradación y otras humillaciones, así como el relevo de mando sobre tropas y/o el retiro forzado de quienes, por no exhibir constantemente pruebas de su lealtad al régimen –“¡Chávez vive, la lucha sigue!”–, están bajo sospecha de pensar con criterio propio.
De los 269 presos políticos en Venezuela a comienzos de mayo, 147 son militares. Recordemos, además, la muerte en custodia del capitán Acosta Arévalo y del general Raúl Baduel. Hay otros. No se hace mayor esfuerzo por invisibilizar este cruel proceder para que sirva de ejemplo de la clase de castigo que le espera a quien, dentro de la FAN, decide denunciar los abusos cometidos.
El fascismo enfatiza mucho más que la dictadura militar clásica su legitimación ideológica. Se concibe, así mismo, como una revolución, conducida por el líder indiscutible, capaz de soliviantar a las masas con atractivas fórmulas populistas y patrioteras, en contra de quienes señala como enemigos. Reduce la política a una guerra para liquidar a éstos. Para ello, el referente militar y la invocación de batallas para glorificar el uso de la violencia han sido consustanciales. Construye un discurso de supremacía moral, apelando a las pasiones y al “derecho” de imponerse, por cualquier medio, sobre los “apátridas”.
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En Venezuela, esta prédica se agotó irremediablemente con el deterioro del “proceso”, salvo para un grupito de fanáticos a quienes le sirve de justificación de las prebendas que da el ejercicio “revolucionario” del poder. Pero, para la inmensa mayoría de venezolanos, incluyendo el grueso de la FAN, tal discurso, en una situación de tanta penuria, injusticia, corrupción e ineficacia, representa hoy la más cruel burla.
Las condiciones miserables en que se encuentra la tropa, la decadencia de equipos y pertrechos, y las remuneraciones menesterosas que reciben no desaparecen por la magia de un discurso patriotero, de loas a Chávez. Oficiales y tropa tienen familiares y amigos. Las condiciones en que viven son testimonio insoslayable de la destrucción causada por quienes han comandado la “revolución”. Y esta toma de conciencia no pasa desapercibida por el núcleo duro del chavo-madurismo.
Desesperadamente, se incrementan las arengas a la tropa —¡Maduro incluso vestido de militar!— para exigirle lealtad absoluta. Resucitan a los enemigos de siempre y/o inventan nuevos. El reclamo del territorio Esequibo, largos años descuidado, cobra, de repente, prueba de su patriotismo. La fértil imaginación de Saab alimenta la proliferación de conspiraciones de toda naturaleza que demandan la vigilancia militar en resguardo de la “revolución”.
Arrecian denuncias e insultos en contra del sempiterno imperio, siempre detrás de estas acechanzas “contra Venezuela”. La prisión arbitraria de Rocío San Miguel, respetada defensora de derechos humanos, entra en este orden por dirigir Control Ciudadano, ONG que siempre ha objetado el uso discrecional, partidista de la FAN, en violación de lo establecido en la Constitución. Igual la persecución de Sebastiana Barráez y de otros periodistas de prestigio.
Y eso resalta, precisamente, lo que está en juego: lograr que la actuación de la Fuerza Armada responda a lo que se dispone en la constitución y no a intereses particulares, como reza su artículo 328. Su comportamiento no puede ser a discreción de la dictadura, cual fuerza pretoriana. Significa quitarle a ésta la savia de su acción represiva. Sin apoyo popular, deja desnudo a Maduro y sus acólitos.
Con una clara y determinante mayoría ganada para el cambio político por vía pacífica, electoral, lo que el pueblo venezolano les exige a los militares no son “pronunciamientos” ni nada por el estilo, sino ser guardianes del orden constitucional, en particular, lo referente al respeto de la voluntad popular, fundamento de nuestra soberanía como república democrática (Art. 5 y 6, CRBV).
Y esto es crucial, no sólo para garantizar que los comicios del 28 de julio sean verdaderamente libres, provistos de las debidas garantías y a resguardo de acciones violentas, de intimidación y escamoteo, sino también para los cinco largos meses entre el triunfo electoral y la toma oficial de la Presidencia, a principios del próximo año. Y luego, habrá de asegurarse condiciones, igualmente competitivas y libres de coacción, para las elecciones legislativas, municipales y regionales de ese año.
El hecho de que, desde la oposición democrática, se tenga que insistir en que la FAN cumpla con los propósitos que le señala la Constitución, es indicio lamentable de hasta dónde ha llegado en Venezuela el abuso con que ha sido instrumentada en aras de violar ésta, condición definitoria del poder autocrático. Ya no hay apoyo popular. En fin, la consabida imbricación fascista con el componente militar, cobijado en discursos patrioteros y amenazas.
No nos sorprendamos ver a quien ha venido trabajando tan afanosamente por ganarse el desmérito de ser incluido en el núcleo duro de tan nefasto cónclave —Tarek W. Saab—, denunciando que velar porque los integrantes de la FAN observen el Estado de derecho, es parte de una “conspiración terrorista para asesinar a Maduro” (¡!). Su torcida imaginación hará lo posible por evitar un comportamiento institucional, digno, de los militares, a la altura de lo que la Patria, es decir, los venezolanos, espera(mos) de ellos.
Finalmente, para facilitar tan importante postura de la FAN en defensa de la Constitución, es menester lograr el triunfo más contundente posible ante la oligarquía retrógrada que detenta actualmente el poder en las próximas elecciones del 28 de julio. Es lo que vienen haciendo, valerosamente, María Corina Machado y su comando, con el apoyo de la Plataforma Unitaria y de muchos otros, y con la participación activa de millares de venezolanos, conformando activamente los “comanditos” que defenderán la expresión de la voluntad popular. Y esta vasta red debe asumir, también, la misión de ventilar cualquier abuso o atropello por los medios a su alcance. La comunidad internacional, en particular los países cercanos, tienen la vista puesta en nuestro proceso electoral.
En momentos en que cobra creciente relevancia negociar condiciones de justicia transicional que faciliten el cambio político decidido por el pueblo, el comportamiento de componentes de la FAN habrá de ser observado con lupa. Ocasión propicia para proponerse, ante la mirada de los venezolanos y de la comunidad internacional democrática, la conquista del respeto y las consideraciones propias de una institución que cumple con su deber ser, dispuesta a enmendar sus recientes excesos.
Humberto García Larralde es economista, profesor (j) de la Universidad Central de Venezuela.
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