Los mirones son de palo, por Beltrán Vallejo
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En el argot de los juegos de azar se usa este refrán, o máxima, para precisar que en el juego están los que por supuesto juegan y está el grupo de mirones y asomados, gentecita que, por cierto, tiene prohibido opinar o interferir en el juego. Si lo hacen se les recuerda que “los mirones son de palo” y, más todavía, si hay plata en la apuesta.
Cumpliendo esta máxima, pero de una forma desvergonzada y cínica, vinieron a Venezuela unos tipos con la etiqueta de “veedores internacionales”, pero que más bien su trabajo fue el de legitimar la cosa esa que Nicolás montó el pasado 6 de diciembre.
Es de destacar que al revisar las características de esos sujetos se aprecia que no podían ser garantes de la calidad democrática de un proceso electoral; y eso se determina fácilmente por la naturaleza política de ellos, por la inmoralidad de su perfil y porque no tenían las condiciones legales y técnicas para asumir el rol que para esa tarea tiene la figura que es admitida ante diversos organismos mundiales y que se denomina “observadores internacionales”.
Hasta tuvieron el tupé de exigirle a la Unión Europea que reconociera esa preciosura de elección, dizque parlamentaria, que montó Nicolás; el cinismo máximo. Sobre esto, cabe recordar que la propia Unión Europea le planteó a Maduro que en verdad realizara un proceso electoral con todas las de la ley, para ellos mandar un personal calificado como observadores internacionales y así él podría cumplir un requisito propio de las elecciones democráticas; pero como él no estaba montando una elección de verdad, pues entonces los mandó para el carajo y trajo sus “veedores”, que ni pendientes de los abusos cometidos en la triste campaña ni en lo que pasó el domingo 6 de diciembre.
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Uno de los “veedores del fraude de Maduro es este personaje llamado José Luis Rodríguez Zapatero. Este individuo, que ha metido sus narices en Venezuela haciendo el sistemático trabajo de aliado internacional de la dictadura y su más fiel maquillador, vino a dárselas de “garante” de lo que fue una estafa y por supuesto que se habrá ganado un dineral en eso. Zapatero es un asomado que interfiere con su derruida investidura de expresidente de España en la construcción de una transición democrática para salir de la grave crisis político, económica y social que vive Venezuela.
El otro que vino a “observar” fue el sin par Evo Morales. Claro que su fuerza política recuperó el poder en Bolivia y, por cierto, con la presencia de los observadores internacionales que verificaron su propio fraude; ahora bien, eso no limpia su antecedente de hace apenas un año de haber montado un tinglado tecnológico que ensució los comicios y que provocó su salida abrupta como Presidente. Entonces, la presencia de Evo no devuelve el conflicto venezolano a la arena política, sino que aúpa la guerra, la división, la polarización, la inquina.
Y por aquí también anduvieron Rafael Correa —un prófugo de la justicia en su país— y Piedad Córdova, otra señora que tiene tiempo metida en Venezuela en grado de compinche del régimen y de toda la relación oscura del chavo-madurismo con el narcoterrorismo. En fin, también llegaron otros sujetos integrantes de sindicatos de izquierdas y de otras organizaciones que nada de imparcial tienen, nada de capacidad técnica tienen, nada de altura moral e institucional tienen.
Pues en resumidas, ese grupete de voraces consumidores en hoteles y restaurantes de Caracas solo avalaron la inmoralidad del proceso.
¡Cómplices!; eso es lo que son.
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