Los mitos que tumbó el 2D, por Teodoro Petkoff
Además de demostrar la pertinencia de una estrategia democrática, el 2D también marcó un punto de inflexión en la recuperación de la confianza en los mecanismos electorales. Ya una porción importante de compatriotas se convenció de la inutilidad y esterilidad de las proposiciones abstencionistas, que tanto han contribuido a desarmar el espíritu de combate político de millones de venezolanos, metiéndolos por el callejón sin salida de la abstención. Una estrategia democrática es inseparable de la utilización de los mecanismos electorales. Sobre todo ahora, cuando el 2D también desmontó el mito de la invencibilidad de Chávez. Su proyecto de reforma fue derrotado este domingo. Chávez es derrotable. Al haber asociado la reforma a su persona, buscando el resultado plebiscitario, la derrota de aquella se transformó en una derrota suya.
Perdió la reforma pero también perdió Chávez. El efecto Chacumbele a millón. La magia se desvanece. El carisma no es realmente un don de los dioses sino uno de los atributos que la gente (la «comunidad carismática») le atribuye a un líder. Cuando la «comunidad carismática», es decir, la gente, comienza a ver al líder como un mortal común, que también se equivoca o comete errores, y que no siempre hace «cosas maravillosas» (como le pedía Maquiavelo al Príncipe, para que mantuviera viva su popularidad), el carisma comienza a diluirse. Le paso a CAP. Le está pasando a Ego Chávez.
Otro resultado magnífico del 2D es haber dejado sin aire las políticas violentistas y guarimberas. No sólo naufragaron en el océano de su propia mitomanía sino en el del total desenfoque de sus diagnósticos, alimentados éstos por algunos «ideólogos» de cartón piedra, varios de ellos «héroes» de la riesgosa trinchera de internet. Algunos de los «políticos» de estas concepciones fueron arrollados por la ola «participacionista» y a última hora llamaron a votar NO, pero con la sempiterna ilusión de que la noche del 2D sería La Noche, La Gran Noche. Ojalá lo ocurrido ayude a una reflexión que les permita liberarse definitivamente de lo que, parafraseando a Lenin, podríamos denominar el «cretinismo golpista».
Varias veces hemos hablado de reconfiguración de la oposición. La fotografía de la noche del 2D, cuando Manuel Rosales se dirigió al país, era la de los partidos políticos democráticos rodeándolo. Pequeños y débiles aún, son, sin embargo, parte fundamental de la nueva conducción política del país.
Esta ya no es aquella mescolanza ruidosa y babélica donde se confundían políticos, empresarios, sindicalistas, medios, aventureros y asomados. Ya comienza a asumir cada quien su rol y su espacio, sin solaparlos. La vida comienza a reivindicar a los siempre indispensables partidos políticos.
Enhorabuena.