Los motivos del lobo, por Aglaya Kinzbruner

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Noticia fresca, recién salida del horno. La Meloni, como la llaman los italianos, algunos cariñosamente, la mayoría, otros no, le ha dedicado un día especial a San Francisco, uno de los Santos Patronos de Italia. Es el 4 de octubre; también será día no laborable para hacer la fiesta completa. ¿Hay una razón detrás de la revalorización de este querido santo? Probablemente si la haya. Giorgia Meloni quiere salvaguardar la identidad italiana ante crecientes presiones demográficas.
Y esto nos trae de vuelta a San Francisco de Asís, Giovanni di Pietro di Bernardone (1181 – 1226) llamado il poverello d’Assisi, renunció a la herencia de su padre que era un hombre emprendedor habiéndose enriquecido con el negocio de las telas. La madre de Francisco era francesa, Madona Pica y esa fue la razón por su nombre Francisco que empezó realmente como un apodo, algo así como el afrancesado.
Pues, como dijimos, al renunciar a su herencia no tenía manera alguna de sostenerse y mendigaba en la calle por su sustento y por ayudar al prójimo. No veía esto como una humillación porque vivía en un mundo maravilloso donde todos eran sus hermanos. Por cierto hay una excelente película «Hermano Sol, Hermana Luna» donde se representa de forma bastante fidedigna su misma esencia del ser.
Viéndolo tan llano y asequible los pobladores de la ciudad de Gubbio en Umbria, se le acercaron y le pidieron que los ayudara con su terrible flagelo, el malvado lobo de Gubbio que comía ovejas, gallinas, aves y mamíferos, con justicia igualitaria. Francisco dijo enseguida que sí, que se encargaría de eso.
Buscó al lobo en su madriguera. Se le acercó despacio. El lobo erizó las orejas y soltó un gruñido horroroso. Francisco siguió caminando y empezó a hablar, Hermano lobo – dijo –¿te parece posible que te portes tan mal, que seas una amenaza, prácticamente cósmica, para todos los que te rodean? Vamos a hacer un pacto, te portas bien, dejas a todo el mundo tranquilo y yo voy a convencer a los ciudadanos de esta bella ciudad amurallada que te traten bien y te den siempre de comer». El lobo alzó la pata en señal de asentimiento colocándola sobre la mano de Francisco. Y así terminó la amenaza del lobo de Gubbio.
Hasta el día de hoy no sabemos cómo los animales, todos, lo entendían pero así fue. ¡Pero eran otros tiempos! Hoy en día hay una disciplina creada por Thomas Sebeok (1920 – 2001), un lingüista norteamericano de origen búlgaro que estudia estos fenómenos, la zoosemiótica.
Sin embargo, la sensibilidad como la de un gran poeta nicaragüense, Rubén Darío (1867 – 1916), logró captar estados de ánimo que pudo tener el lobo de Gubbio e inspiraron un poema hermoso, como vemos en «Los motivos del lobo», del cual transcribimos solo una pequeña parte.
Y el gran lobo humilde, – Es duro el invierno
Y es horrible el hambre, en el bosque helado
No hallé que comer y busqué el ganado
Y en veces comí ganado y pastor
¿La sangre? Yo vi más de un cazador
Sobre su caballo llevando el azor
Al puño o correr tras el jabalí, el oso o el ciervo,
Y a más de uno vi mancharse de sangre
Herir, torturar, de las roncas trompas
Al sordo clamor a los animales de Nuestro Señor
Y no era por hambre que iban a cazar
*Lea también: Las langostas invaden a Duaca en 1913, por Alexander Cambero
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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