Los necesitamos a todos, por Gregorio Salazar
Twitter: @goyosalazar
Se necesitaba esa ráfaga de brisa fresca, una bocanada de oxígeno democrático para una sociedad que cada vez siente más cerca la amenaza de aniquilación por sofocamiento de la voluntad de cambio de los venezolanos. Eso fue el debate de los precandidatos del miércoles 12 en la UCAB: un paso al frente, un compromiso con el país, una revalorización del espíritu unitario, el juego sin trabas de las ideas, un mensaje de aliento para avivar el espíritu de lucha de la ciudadanía por reconquistar sus libertades.
Sólo desde exigencias muy exquisitas se podía aspirar a que en esta primera oportunidad todas las expectativas fueran satisfechas, toda incertidumbre despejada, que se sacara un recetario mágico y de una vez establecieran la ruta para barrer las incógnitas que se arrastran sobre aspectos cruciales como la inhabilitación de candidatos, una sentencia torpedeadora de las primarias y la nueva composición del Consejo Nacional Electoral, que decidirá unilateral y ventajistamente el régimen y que, ya lo sabemos, será asquerosito…
Obvio que cada quien iba a poner el empeño en afinar o remarcar sus mensajes de campaña y apuntalar sus estrategias de cara a la medición que tendrá lugar el 22 de octubre. Todavía compiten entre ellos, y en esa línea hay que ubicar gestos como la zafada de mano de la candidata Machado previo a la foto final «en familia». Hoy son sus rivales, pero, ojo, también sus aliados potenciales.
Cada quien dio su caracterización del régimen y del desolado país que ha creado sordo al creciente clamor del pueblo: «No queremos seguir viviendo de esta manera». La mayoría de las declaraciones coincidentes en que cualquier oferta electoral que se haga, cualquier plan del futuro, tiene como condición sine qua non la derrota electoral y el desalojo en 2024 del régimen, que varios definieron como una dictadura.
Individualmente, varios hechos a destacar: un Superlano con sorprendente dominio de escena, por su aplomo, serenidad y realismo en el análisis de las dificultades por venir, logrando una gran empatía final con el público. La candidata Machado, mitad blanco y mitad negro (¿el bien contra el mal?), reafirmó toda su línea discursiva y su decisión de no aceptar inhabilitaciones sin dar la batalla hasta el final. Sin guiños a alianzas (al menos hasta donde la aguja de la gasolina le indique).
Por encima de las expectativas lució Prosperi, con buen desempeño escénico, con equilibrio y humildad para reconocer los errores. Recordando que aún tiene un partido con implante popular detrás. Caleca dejó clara su sólida formación y conocimiento del país. Reiteró sus campanadas sobre el perverso manejo del registro electoral y otros aspectos técnicos del proceso. Su meta, aunque no lo dijo allí, apunta a ser el abanderado-consenso. Con nueva visibilidad, entró en el pelotón.
Delsa Solórzano fue la misma mujer aguerrida de siempre, tenaz denunciadora de las violaciones a los derechos humanos. Una rebeldía con espontáneo desenfado que le dio mucha autenticidad a su mensaje. Surgió, además, como la contrafigura discursiva de María Corina Machado al oponerse a cualquier plan de venta de Pdvsa y haciendo énfasis en que la unidad está por encima de cualquier individualidad.
Andrés Velásquez no dio sorpresas pero confirmó sobradamente lo que invariablemente ha sido: un gladiador con 50 años de lucha por la democracia y los derechos del pueblo trabajador. Tamara Adrián, analítica desde una visión integral, se mostró consciente de que siendo transgénero su candidatura hace historia en el mundo y con eso, suponemos, se da por bien pagada.
El experimentado Pérez Vivas, por su parte, hizo un planteamiento fundamental que debería ser recogido por sus pares: comprometerse a la eliminación de la reelección presidencial indefinida. Recordó que en su web tiene un plan de gobierno.
La conclusión no puede ser otra: ¡los necesitamos a todos!, con sus capacidades y su voluntad de lucha, con sus propuestas unitarias, con el poder de movilización que cada uno de ellos y sus organizaciones tienen, con su experiencia y la fuerza de sus mensajes. Todos son responsablemente necesarios, lo mismo que los ausentes Capriles, Henríquez y otros.
El impacto del debate, que pudo ser potenciado por una televisión no temerosa ni sometida, no se detiene. Seguirá por días a través de las redes y multiplicará el interés por las primarias y las elecciones que desalojarán a Maduro en 2024. Su onda será creciente y seguramente levantará las expectativas sobre los próximos encuentros sobre temas más específicos. A esos venezolanos que están en primera línea de batalla, respeto y reconocimiento.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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