Los niños en el deporte de alta competencia, por Jesús Elorza

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En los recientes Campeonatos Mundiales de Natación celebrados recientemente en Singapur, la brillante actuación de Yu Zidi, nadadora china de tan solo 12 años, con una medalla de bronce en el relevo 4×200 metros libre, ha generado una oleada de admiración internacional. Pero también ha encendido una controversia: ¿es adecuado que una niña tan joven compita en un evento de élite con semejante presión mediática y física?
La participación de niños y niñas en competencias deportivas de élite es un tema complejo que genera un intenso debate. Por un lado, se argumenta que el deporte de alto rendimiento puede ofrecerles una serie de beneficios, como el desarrollo de la disciplina, el trabajo en equipo, la perseverancia y la auto superación. Además, puede abrirles puertas a becas universitarias y a una carrera profesional en el deporte.
Sin embargo, hay quienes sostienen que el deporte de élite no es apropiado para la infancia. Señalan que la presión por ganar, el entrenamiento intensivo y la constante exigencia de rendimiento pueden tener un impacto negativo en su salud física y mental.
Los niños y niñas en el deporte de élite corren un mayor riesgo de sufrir lesiones por sobreuso, burnout, trastornos de la alimentación y ansiedad. Además, el enfoque exclusivo en el deporte puede limitar su desarrollo social y académico.
La controversia se centra en la pregunta de si el deporte de alto rendimiento debe coexistir con la infancia. Los defensores de esta postura argumentan que, con una supervisión adecuada y un enfoque en el bienestar del niño, es posible balancear las demandas del deporte de élite con una infancia saludable. Proponen que se establezcan límites en la cantidad de horas de entrenamiento, que se promueva la participación en múltiples deportes y que se priorice la diversión y el aprendizaje por encima de la victoria.
Por otro lado, los críticos insisten en que el deporte de élite, por su propia naturaleza, es incompatible con la infancia. Sostienen que la presión inherente al alto rendimiento es perjudicial para el desarrollo de los niños y que se les debería permitir disfrutar del deporte de una manera más recreativa y menos competitiva. Argumentan que la infancia debe ser una etapa de juego, exploración y desarrollo integral, y que el deporte de élite, con su énfasis en la especialización temprana y la victoria a toda costa, socava estos principios.
El problema no radica en el deporte en sí, sino en la colonización de la infancia por intereses que le son ajenos: intereses económicos, cuando se convierte en contenido mercantilista; e intereses políticos, cuando los cuerpos infantiles son movilizados como instrumentos al servicio de proyectos nacionales.
El uso de niños en deportes de alta competencia en países como China y Rusia es un fenómeno que ha sido objeto de críticas y análisis a nivel internacional. Este modelo deportivo, a menudo descrito como una «fábrica de medallas», se basa en la identificación temprana de talentos y un entrenamiento intensivo y riguroso, a menudo a expensas del bienestar y el desarrollo integral de los menores.
En China, el deporte ha sido históricamente una herramienta política clave. Desde la década de 1970, el gobierno ha invertido masivamente en la creación de un sistema deportivo de estado con el objetivo de ganar medallas olímpicas y demostrar la superioridad de su sistema. Este sistema se basa en la especialización temprana y el internamiento de los niños en escuelas deportivas, a veces desde los 4 o 5 años. En estas escuelas, los niños viven, estudian y entrenan de manera intensiva, a menudo con una mínima interacción con sus familias. El entrenamiento es riguroso y en ocasiones ha sido calificado como «esclavizante» o «tortura» por sus detractores, debido a las drásticas técnicas de los entrenadores y la presión extrema.
Este sistema, es utilizado por el gobierno para reforzar la ideología y el orgullo nacional. Sin embargo, este modelo ha sido cuestionado por sus consecuencias negativas, como el dopaje sistemático e institucionalizado y el alto riesgo de lesiones por sobreuso, estado de agotamiento físico, emocional y mental causado por el estrés crónico relacionado con el trabajo. y problemas psicológicos en los niños.
El sistema deportivo ruso tiene sus raíces en la antigua Unión Soviética, donde el deporte era una parte fundamental de la propaganda estatal. Al igual que en China, el modelo ruso se basa en la identificación temprana de talentos y la especialización en disciplinas con un alto potencial de medallas. Este enfoque ha sido especialmente visible en deportes como la gimnasia artística, la natación y el patinaje sobre hielo.
El sistema de entrenamiento es intensivo y a menudo se le acusa de ignorar el bienestar de los atletas jóvenes en favor de los resultados. Se promueve un modelo de «atleta-máquina» que prioriza el rendimiento por encima del bienestar. Las críticas se han centrado en el dopaje patrocinado por el estado y la presión excesiva sobre los menores, lo que puede llevar a problemas de salud física y mental a largo plazo. Recientemente, el ministro de Deportes ruso ha anunciado acuerdos de cooperación con China para el desarrollo deportivo, lo que sugiere una continuación de estas políticas.
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En resumen, la inclusión de niños en deportes de elite, son ejemplos de cómo la política gubernamental puede utilizar a los niños para mantener su hegemonía y proyectar su poder a nivel mundial.