Los nórdicos también, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
La izquierda, o al menos lo que aparenta ser, se encuentra en un momento que podríamos calificar como posible resurgimiento. A la fecha de hoy los gobiernos de las 5 economías de Latinoamérica está, o estarán, en manos de gente que se ubica dentro de la línea progresista. De hecho, son doce los países que hoy figuran en esa preferencia, aunque en lo personal y con toda seguridad retiraría a Venezuela y Nicaragua, dos gobiernos que lucen muy lejos de estar alineados dentro de sus filas.
Pero el dato más curioso es que mientras en Latinoamérica se escuchan las condenas y los malos presagios sobre el triunfo de esa tendencia, en Europa, concretamente en los países nórdicos, la izquierda se mueve con mucha soltura, llegándose a comportar como una tendencia de moda. Aunque preferimos quedarnos como la existencia de un ciclo que se está cumpliendo en la dinámica política mundial y que gracias al surgimiento de grandes populistas y extremistas dispuestos a arrebatar lo poco o nada que queda de democracia, los de izquierda han encontrado la manera de ser la contraparte, obteniendo los resultados a la vista.
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No pasaban muchas horas del triunfo de Lula en Brasil, cuando en Dinamarca los partidos del bloque de izquierda, con los socialdemócratas y su primera ministra Mette Frederiksen ganaban, de forma holgada, las elecciones de ese país. Como existe un sistema parlamentario parecido al del Reino Unido, los partidos agrupados en la línea de izquierda obtuvieron la mayoría absoluta de los votos escrutados (alcanzaron 87 de los 90 puestos necesarios para la mayoría absoluta) que asegura la permanencia de Frederiksen.
El triunfo de los socialdemócratas daneses contribuye al aumento del matiz que ya aplicaban los triunfos de izquierda en Noruega, Finlandia e Islandia. Y podría haber sido total si en Suecia la ultraderecha no hubiera alcanzado tantos escaños, complicando a los socialdemócratas la formación de gobierno.
Con solo esta situación sueca, los nórdicos se abren paso entre los extremos y apuestan más hacia el centro, cansados de ver las tenciones que existen entre los extremos y sus claros problemas.
Ahora bien, nos toca, como todos lo deben estar pensando, marcar las diferencias entre una izquierda existentes entre sistemas democráticos muy tradicionales y que pese a que la democracia se encuentra estremecida poseen todos los recursos institucionales para garantizar su permanencia o acudir al rescate de ella, versus una izquierda desdibujada y confundida entre la autocracia, el populismo y la corrupción. Hablamos concretamente de la izquierda europea y la latinoamericana ambas, ahora, en expansión.
Para Europa, no es la primera vez que se viva un momento de brillo de la izquierda. Los de izquierda, socialdemócratas o centroizquierda, han gobernado en muchas oportunidades en países como Francia, Alemania y España. Cada uno de esos gobiernos han estado marcados por grandes éxitos y fracasos, cada uno a su manera. Pero lo que deseamos destacar es que, en su ciclo, ninguno de los mandatarios ha pretendido quedarse al frente del gobierno por el simple hecho de ser de izquierda y esa es la actitud más relevante de esa tendencia. Durante esos gobiernos, lo que más se ha puesto de manifiesto es el apego a las leyes y el respeto al sistema democrático. Todos y cada uno, ha respetado la alternancia en el poder, que es la que en suma gobierna en una democracia.
Por el otro lado encontramos el miedo a la izquierda recorre los caminos democráticos en el otro extremo del mundo, es decir Latinoamérica. En esta parte del mundo la tendencia o el giro hacia la izquierda es vista más un riesgo que una oportunidad, como si la visualizan en Europa.
Es que la izquierda en Latinoamérica ha sido secuestrada por unos bandoleros que se ocultaron en una esquina para esperar y poder asaltar a los ciudadanos. Pocos –quizás ninguno– de los representantes de izquierda, socialdemócrata o de centroizquierda, que ha llegado al poder, lo hizo con el propósito de manifestar la verdadera esencia de esa tendencia.
Por otra parte, la alternancia, esa que tanto se respeta en los países nórdicos, pareciera no existir dentro de los representantes de las izquierdas. Con ciertas excepciones, los gobiernos de izquierda en Latinoamérica marcan una tendencia de cambiar las constituciones de sus países para convertirse en los monarcas que dejarán a sus herederos en el trono. Aunque en descargo, esta nueva modalidad anda en la mente de izquierdistas, derechistas y ultras.
Desde el punto de vista de quienes admiran toda la estructura de poder de los países nórdicos, que incluye su desarrollo en sistemas de servicios, educación y salud, podría lucir sorprendente el hecho de que la tendencia hacia la izquierda sea la que se encuentre al frente de sus gobiernos y todo siga funcionando como debe ser. Definitivamente, es algo que tendrá que ser revisado por el liderazgo y la militancia de esa corriente política en toda Latinoamérica.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
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