Los nuevos oficios de la revolución, por Tulio Ramírez
Ese mal chiste llamado socialismo del siglo XXI ha hecho cuadritos la vida del venezolano. No solo lo convirtió en minimalista, pero no por tendencia artística, sino por conformarse con lo mínimo bajo el argumento del “eso es lo que hay”. Este sin sentido que llaman revolución bolivariana alteró, sin aviso y sin protesto, una forma de vida que nos definía como ciudadano venezolano.
“La pobreza obliga”, decía un amigo ingeniero que cuando le pregunté en qué trabajaba, me indicó que estaba en el negocio de la energía. Cuando lo felicité y le pedí detalles, se sinceró y confesó que vendía bebidas energizantes en las marchas de la oposición. Como mi amigo, muchos se han ido adaptando a los nuevos escenarios y nos ha tocado reinventarnos para poder sobrevivir.
Los venezolanos se inventan una para poder rebuscarse los churupitos. Ya no es escandaloso ni causa sorpresa encontrar en casa de familia carteles con la leyenda “se redactan documentos legales, se cogen ruedos, se cuidan niños, se ponen inyecciones y se capan gatos”.
También hemos conocido de profesionales universitarios dedicados a ser “especialistas en organizar ventas de garajes”,
que se ofrecen a familias que se van del país para ayudarlos a recuperar algunos billeticos verdes con la venta de sus coroticos.
Otros oficios han surgido gracias a la creación de nuevos mercados. Las necesidades de la gente se han convertido en oportunidades para estos emprendedores. Es el caso del “Señor de la Apostilla”. El trámite para legalizar y apostillar documentos para irse con “alguito debajo el brazo que ayude a conseguir trabajo”, es tan engorroso e imposible de llevar a cabo, que ha multiplicado la demanda de estos gestores, especializados en ayudar a hacer realidad un sueño: el de huir a otro país.
*Lea también: Desbloquear la salida pacífica, por Gregorio Salazar
Otro nuevo oficio es el “Bachaquero 2.0”. No debe confundirse con el “Bachaquero Analógico” que vende en la calle. El “2.0” es aquel que incursiona en los grupos de whatsap ofreciendo neveras, cocinas y aires acondicionados del Programa Mi Casa bien Equipada, aceite para carros, plantas eléctricas, combos de carne, paquetes de harina de maíz y estampitas con rezos para curar el mal de ojo.
Por supuesto, no podemos dejar por fuera al “Dalero”. Se trata de ese personaje con una gorrita de béisbol y chalequito con colores casi desaparecidos por el rigor del tiempo y el hollín, que se encarga de ayudar a estacionar a los particulares en las calles. El alto costo de los estacionamientos ayudó a crear este servicio. Es cada vez más frecuente escuchar el grito “dale, dale, dale” al ritmo de un antebrazo que se balancea para indicar al chofer las maniobras que debe hacer para estacionar de manera impecable su vehículo. Luego el “estamos pendientes y vaya con confianza”, supone un contrato de servicio verbal y sinalagmático que ha ayudado a alimentar a más de un joven de la calle.
Con estos oficios han surgido otros, “el marcador de la cola” (te aguanta el puesto), “el banquero” (alquila banquitos de plástico a los que hacen la cola), “el bolsero” (las vende porque ya no dan bolsas en el abasto), “el operador de puntos de venta”, “el mecánico a domicilio”, “el vendedor de boletos aéreos”, “el señor que hace viajes al aeropuerto”, y quizás el más curioso: “el ortodoncista de acera”, quien coloca brackets para acomodar la mordedura de niños y adultos, por precios módicos y al aire libre. Estos son los nuevos oficios de la revolución.