Los pendientes del 11 de enero, por Rafael Uzcátegui
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Prepararse para el peor escenario es tener contingencias para todo el resto de posibilidades. ¿Qué deberían hacer los movimientos sociales y populares, la sociedad civil, si Nicolás Maduro se juramenta el próximo 10 de enero para un próximo período presidencial de 6 años?
Lo primero es comprender lo que pasó, antes durante y después del 28 de julio, para construir una narrativa compartida sobre la situación de la alternativa democrática, sus avances y estancamientos, que permita continuar los esfuerzos por la transición a la democracia. El balance no debe incluir solo las elecciones, la campaña electoral o la realización de las primarias, sino que debe realizar una mirada panorámica general del conflicto a partir de 1998. Al ver el bosque completo, y no sólo los árboles inmediatos, podemos hacer un balance realista de las posiciones que tanto el chavismo y la oposición han ganado, abandonado o retrocedido.
Este ejercicio intelectual debe ser estratégico, alejado de los egos y autocomplacencias, con el objetivo de aportar a la construcción de sentido de los esfuerzos redemocratizantes, más que con la intención de escribir una tesis de maestría. La teoría es una forma de resistencia cuando se entiende como una práctica que informa y es informada por la acción.
Una segunda dimensión es la ratificación del liderazgo legitimado dos veces por el voto popular, quien promovió y ejecutó la estrategia electoral más eficiente del antichavismo en toda su historia. Cualquier análisis de escenarios, para el caso venezolano, debería tener dos variables.
La primera es la confianza de la sociedad en el cambio posible y en las capacidades del liderazgo político para alcanzarlo. Luego, la construcción de consensos unitarios por parte de la dirigencia.
Ese liderazgo, capitalizado ampliamente por María Corina Machado, ha demostrado durante el último año, por lo menos, un comportamiento intachablemente democrático, ha galvanizado como pocos los apoyos de múltiples sectores, incluyendo los habitantes de comunidades vulnerables y un sector de la antigua base electoral del oficialismo.
No obstante, como sabemos, la popularidad no es eterna. Esa dirigencia debe aprovechar el momento para construir y ampliar infraestructura participativa, estimulando la creación de un frente en defensa de la democracia lo más incluyente posible. Para los desafíos de esta nueva etapa es importante la creación de una orgánica que permita seguir tomando decisiones y definiendo estrategias, de manera conjunta.
En tercer lugar, hay que recomponer y fortalecer el tejido asociativo y comunitario del país, temeroso, agotado, golpeado por la crisis y la migración. Tras entender los cambios cualitativos y cuantitativos de la situación, hay que incorporar nuevos enfoques y tácticas innovadoras para, sin poner a nadie en riesgo, seguir construyendo identidad comunitaria, recreando los lazos que nos unen como venezolanos y atendiendo a la población que mas lo necesita. Generar espacios de confianza y razones para la acción colectiva, de la naturaleza que sea, es una actividad política en toda regla. Alguna vez Jaime Nestares, de Radio Caracas Radio, nos contó como las asociaciones de montañismo bajo el franquismo mantuvieron un espíritu de grupo que luego hizo posible las conexiones que posibilitaron la acción activista.
Finalmente, aunque después de 26 años puede ser un verbo desgastado por el uso, se inicia una nueva etapa de resistencia. Descarten la verborrea centrista del dialoguismo: aunque vistan al fraude de seda fraude se queda. Es la peor hora para los venezolanos y venezolanos. Finalizado el ciclo del chavismo como movimiento político se inicia su fase de fuerza de ocupación policíaco-militar del territorio. Bajo la ausencia de democracia no hay normalidad posible.
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Sí, hemos perdido 25 años de nuestras vidas luchando contra el autoritarismo. Pudiera estar tentado a pensar que no se pudo, que lo que queda es tratar de acoplarse y vivir un poquito, en una burbuja creada para usted y sus afectos. Pero sin libertad ni bienestar sustentable no hay vida que merezca ser vivida. Si esto lo anima, cada disidencia nuestra aleja al chavismo de su modelo de dominación soñado, echando por tierra el delirio ideológico de la obediencia total.
Hoy, cuestionado por sus propios pares, el chavismo es más infeliz que nunca. Las promesas del futuro posible y deseado, ahora se ubican todas de este lado.
Rafael Uzcátegui es Sociólogo y Codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (GAPAC) dentro de la línea de investigación «Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos»
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