Los periodistas resisten, por Gregorio Salazar
¿Cuánto tiempo le queda a este régimen? ¿Cuántos días más tendrán que pasar para que Venezuela deje de retroceder hasta convertirse en uno de los países más caóticos y atrasados del planeta? Dada la magnitud de la crisis y la velocidad del hundimiento caben todas las especulaciones. No hay certeza de cuándo ni cómo será el final de esta tragedia, pero llegará. Venezuela tendrá un nuevo amanecer y un mejor futuro.
Y cuando esta tempestad quede atrás, en algún momento los venezolanos volverán su mirada hacia un grupo de hombres y mujeres de distintas generaciones, desde los muy jóvenes hasta otros ya entrados en su madurez, que en medio de un entorno tan hostil y riesgoso incluso para la integridad física han perseverado en la misión de mantener informados a sus conciudadanos.
Los periodistas venezolanos llevan casi veinte años laborando en medio del intenso fuego cruzado que surge desde los extremos de la polarización política del país»
Cuando se agotan los instrumentos del diálogo y el debate democrático sobrevienen los desbordes de violencia en los que difícilmente los reporteros salen indemnes.
Tener que trabajar en esos entornos no es extraño a la profesión periodística. Inevitablemente, todos los años se contabiliza en el mundo la cuota de vidas que dejan los reporteros asalariados o free-lancers en la cobertura de guerras o de escenarios de violencia social. A cambio dejan un registro histórico sobre las causas y el desarrollo atroz de esos conflictos y eventualmente de los elementos clave para entenderlos y ojalá, cosa difícil, para que no se repitieran.
En Venezuela los reporteros deben manejarse en medio de una situación ambigua: un gobierno que presume de demócrata y que se declara indefensa víctima de una “canalla mediática”, supuesta confabulación de la que tomarían parte los periodistas y a los medios donde trabajan, pero al mismo tiempo se ha servido de todos los instrumentos legales e ilegales para ir copando el escenario comunicacional, cada vez más restringido en lo informativo y exacerbado en lo propagandístico. Sirviéndose de ese reino de la desinformación y la mentira espera sojuzgar para siempre a los ciudadanos. La libertad de expresión ha sido condenada a muerte.
Hace mucho tiempo lo dijo el caudillo de este desquiciado proyecto político: los medios de comunicación son el peor enemigo de la revolución. Y no hay duda que para desaparecer ese oponente ha actuado con inescrupulosa coherencia. Es esa dupla de periodistas y empresas mediáticas la que debe salir de juego, a menos que se sometan dócilmente a los dictados del régimen. Primero fue el cerco legal y represivo, pero después ha sido la crisis del fracaso modelo económico la que ha socavado las bases de la industria de la comunicación y ha impulsado un deslave como no se tienen precedente en el mundo: Se estima que cerca de 80 empresas mediáticas han desaparecido en Venezuela en años recientes.
Medios y periodistas independientes son enemigos simplemente porque son capaces de dar un registro de la realidad distinto a la visión interesada del poder y un solo dato puede desmontar la mentira construida a fuerza de mucho dinero y mediante un enorme aparate comunicacional, quedan al descubierto la corrupción, las falsas banderas y el fracaso más rotundo en lo social y lo económico.
Lo que fueron los grandes medios impresos y algunos audiovisuales en Venezuela han sido reducidos económicamente a entelequias. Aquellas nóminas de más de cien periodistas con ventajosas condiciones laborales no incluyen hoy sino una veintena de ellos con salarios esmirriados. Los costos de los insumos son insoportables, los bloqueos tecnológicos están a la orden del día y la espada de Damocles en la mano de los envilecidos órganos de la justicia revolucionaria hace oportunamente su trabajo.
Sin embargo, los periodistas siguen informando, investigando, analizando, escudriñando en la podre de la revolución y eso le ha valido a muchos persecución y hasta el extrañamiento de su país, pero también el reconocimiento internacional. Otros han asumido exitosamente la tarea de emprendedores y han venido a ofrecer luces para orientarnos en esta oscuridad.
El periodismo venezolano resiste y eso vale la pena recalcarlo, respaldarlo y recordarlo en una nueva conmemoración del Día del Periodista. Son esos trabajadores uno de los bastiones más importante de la sociedad venezolana para el rescate de la democracia. Qué importante es seguir contando con ellos, a quienes finalmente también les tocará dejar el registro histórico del final de esta pesadilla.