Los premios, por Luis Manuel Esculpi
Cada vez que transitó por la autopista y paso cerca de la plaza Venezuela observo que la fachada de la estructura donde funciona el mercado bicentenario, está cubierta con propaganda del banco que lleva el mismo nombre de la plaza, viene a mi memoria que esos espacios anteriormente estaban decorados con obras del maestro Regulo Pérez, premio nacional de pintura.
La sustitución de las obras por la propaganda del banco, se produjo inmediatamente después que el amigo Regulo, rompió nexos con el oficialismo y firmó la solicitud del referéndum revocatorio contra Maduro. Una demostración más del sectarismo y del utilitarismo de quienes gobiernan el país.
Igual comportamiento, en general, se expresa con el otorgamiento de los premios nacionales, en los de periodismo es más que evidente la conducta parcial y sectaria, cuando son galardonados principalmente los profesionales que trabajan en los medios oficiales.
Su intolerancia llega al extremo de pretender ignorar los logros de numerosos compatriotas, cuya meritoria labor en el campo de las ciencias y las artes han sido reconocida internacionalmente; solo por no ubicarse en esa zona, cada vez más reducida, de quienes respaldan el régimen actual
El más reciente ejemplo de lo que señalamos, lo constituye la actitud del gobierno ante el premio Reina Sofía, el más representativo de habla hispana en su género, del cual se hizo merecedor el insigne poeta venezolano Rafael Cadenas; quien en su discurso en una de las universidades más antigua del mundo, la de Salamanca, al referirse a nuestro país pronunció en un breve y muy elocuente aparte conceptos que ilustran la situación que confrontamos los venezolanos: «En otro ámbito, el de la política, permítaseme una referencia diferente el motivo que nos reúne. Hay palabras tan principales como aquella, por ejemplo, libertad, justicia, democracia, civismo, honestidad; las cuales cuando se ausentan de un país tornan muy difícil para sus ciudadanos el hecho de vivir realmente.
Esas palabras, además, deben corresponder a lo que designan, si no habría que recurrir a lo que Confucio llamaba la rectificación de los nombres…».
Si mal no recuerdo leí una vez, en algún lugar, una reseña al autor de «Los cuadernos del destierro» y de Derrota, famoso poema con el cual hoy no está muy de acuerdo, una frase donde afirmó: «y eso es un poeta; alguien que rectifica».
Hace ya un poco más de un trienio escribí un artículo con este mismo título a propósito del premio Ortega y Gasset, por el diario español El País a TalCual, fue la manera de testimoniar mi reconocimiento y pláceme a un amigo y compañero de siempre Teodoro Petkoff; en esta oportunidad lo hago para expresar mi respeto y admiración por el poeta galardonado.
Los dos personajes tienen una trayectoria militante en común y son grandes amigos. Además en paralelo han vivido procesos de rectificación semejantes, lo que constituye una virtud, sobretodo cuando no es habitual en nuestro país el reconocimiento de los errores y menos aún voluntad de rectificarlos. Con Teodoro viví muy cercanamente ese proceso, con Cadenas a través de la lectura de su obra y de alguna entrevista, siempre con excelente contenido, que de vez en cuando concede a los medios de comunicación, pese a su reconocida modestia; también por algunas referencias de su hermano » Chemaría» con quien comparto desde hace muchos años lazos de compañerismo y amistad.
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Expresamos nuestro regocijo y complacencia porque a pesar de todas las complejas dificultades que confrontamos, siempre hay razones que incentivan la lucha por el cambio, anunciando la posibilidad de conquistar un mejor país, contando con recursos humanos capaces de vencer las dificultades y conducirnos por senderos de » libertad, justicia, democracia, civismo y honestidad». Siendo esos los propósitos, bien vale la pena persistir en esta lucha