Los que huyen de Venezuela, por Heisy Mejías
Pueden haber muchas cosas que hablar en nuestra hoy tan maltratada Venezuela, pero para el infortunio de la mayoría, la crisis sigue creciendo y con ella el desmejoramiento exponencial de la calidad de vida. Este empobrecimiento que se traduce en menos posibilidades de alimentarse, de trabajar, de obtener servicios y productos necesarios para la vida digna, es lo que obliga a muchos venezolanos, especialmente a los jóvenes, a huir del país.
La ola migratoria ya pasa largo los tres millones de venezolanos, continúa en aumento, aunque el régimen quieran hacer ver lo contrario con la nueva misión Vuelvan a la Patria. Basta con ir a frontera para darse cuenta de la magnitud del problema. Diariamente miles de compatriotas salen por arriba o debajo del puente. Eso depende de que el Saime les dé la gana, porque pareciera ser una cosa de querer hacer y no de deber hacer, imprimir el pasaporte.
También utilizando los testimonios de venezolanos del medio artístico para aparentar que todo funciona de mil maravillas, no critico que sea un trato cordial el que ofrecen los funcionarios de esta oficina, lo que si pongo en duda es la eficiencia, al menos para la entrega de este documento, el cual puede tardar más de un año.
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Aquel que se va legal, pierde un día sellando y el que pasa por trocha, paga una cuantiosa suma a los «asesores de viaje», ladrones con labia, para poder cruzar la frontera y pese a todos los inconvenientes que se puedan dar en el viaje (robos, estafas, hambre, inseguridad) la gente se va, porque al menos ve alguna posibilidad, mientras que en Venezuela, ninguna.
Los que huyen de Venezuela están sujetos a cualquier clase de incertidumbre. Nadie se va diciendo:»voy y trabajaré en esto o aquello y me irá así o asao», porque la realidad es que «yo estudié tal profesión, he trabajado en tales áreas pero si me toca hacer otra cosa, pues toca». De modo que Venezuela ha graduado, aun con todas las dificultades de la Academia, y sigue graduando a los mesoneros, domésticas y si, como ha dicho Nicolás Maduro peyorativamente en varias oportunidades, “los limpiapocetas” más preparados del mundo.
Esta situación que algunos tildan como castigo de Dios, más allá de eso, quizás sea una oportunidad de aprendizaje para esas millones de personas que esperan y ansían la restitución de la democracia para volver, invertir y hacer crecer nuestra nación
La crisis migratoria, aun en condiciones forzadas, nos ha enseñado que somos valerosos, que nuestra educación si bien no es la mejor, tampoco es mala. Que la familia es tan importante como la comida y el sueño. Nos enseñó que no somos el ombligo del mundo, pero que indudablemente, de poder hacer algo para mejorar en el menor tiempo posible nuestra condición como venezolanos, lo haríamos sin dudar.
Los que huyen del país están aprendiendo, los que nos quedamos también y aquí, allá y acullá, es la resiliencia la que nos mantiene en pie, luchando contra el tirano por la supervivencia y nuestro bienestar.
Secretaria Juvenil de Unidad Visión Venezuela
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