Los rayos verdes de la exclusiva fiesta sobre El Ávila, por Carlos Seijas
En la mañana del viernes 14 de febrero, horas antes de que se celebrara una exclusiva fiesta en el Hotel Humboldt, cuya entrada costaba $100 por persona (o 7,63 millones de bolívares al cambio paralelo del día), Nicolás Maduro declaró a medios internacionales que el proceso de dolarización de facto, que atraviesa el país por la hiperinflación, ha permitido que la economía venezolana «respire», pero también ha dividido a la sociedad entre los que tienen dólares y los que no.
«Estoy consciente de las desigualdades que surgen de este proceso, pero esas desigualdades serán superadas».
Horas después de la rueda de prensa, en la noche del Día de San Valentín y desde el balcón del apartamento de mi mejor amiga con vista al Ávila, recordé las palabras pronunciadas por Maduro al ver los rayos verdes de la lujosa y extravagante celebración, que desde la cima de la montaña iluminaban el valle de Caracas, una ciudad que sigue llenándose de venezolanos que huyen de la crisis que se vive en el interior del país. Una ciudad que ha sido testigo de cómo muchas personas, obligadas a renunciar a placeres tan simples como ver una película en el cine o merendar un helado, han tenido que recurrir al rebusque, a la economía informal, porque con sus ingresos oficiales, que rondan los tres dólares mensuales, no pueden comer.
Que Venezuela tenga el salario mínimo más bajo de toda América Latina es consecuencia del fracasado modelo económico implementado por Hugo Chávez y continuado por su infiel heredero, quien ha permitido la circulación del dólar «criminal», como solía llamar a la moneda estadounidense antes de verse obligado a flexibilizar el férreo control de cambio impuesto en febrero de 2003 por el padre de la «revolución bolivariana».
«Estoy atento a todos los fenómenos del surgimiento de la dolarización. Todos los dólares que aportaba el Estado en la economía rentista petrolera ahora los aporta la economía privada y ante la opción reprimo o permito, yo tomé la opción de permitirlo y ha sido la correcta. Es una opción en medio de una guerra que ha permitido que la economía respire», añadió Maduro.
Desde finales de 2018, ha habido poco interés por parte del gobierno de continuar con el legado del «comandante eterno» en materia económica, al menos en la práctica. Este nuevo capítulo inició con la derogación de la Ley de Ilícitos Cambiarios en agosto de ese año y con la publicación del Convenio Cambiario N° 1, que permite la libre convertibilidad de la moneda en todo el territorio nacional.
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¿Y por qué la administración de Maduro ha conducido en sentido contrario al socialismo del siglo XXI? Ante la fuerte reducción de sus ingresos, como consecuencia del desplome de la producción petrolera que provee 86 de cada 100 dólares que entran al país, las sanciones de Estados Unidos que han afectado la comercialización de crudo venezolano y la escasez de productos básicos, en buena parte, por el sostenido declive de la producción nacional, el Gobierno decidió flexibilizar el control de precios y el de cambio, exonerar de impuestos por importación a más de 3.000 categorías de productos y permitir la circulación de monedas extranjeras.
Como consecuencia, hoy más de la mitad de las transacciones se hacen en divisas y hasta en el sector más humilde la moneda estadounidense anda de mano en mano. Además, esas medidas han favorecido la proliferación de los bodegones, establecimientos que venden en dólares sofisticados productos traídos de grandes tiendas de Miami en pleno «bloqueo económico».
Sin embargo, no todos los venezolanos pueden comprar en un bodegón y mucho menos asistir a una lujosa fiesta a más de 2.100 metros de altura. La Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional (AN) calcula que 25% de la población tiene divisas para acceder a productos importados mientras que el restante 75% sigue ganando en bolívares que no alcanzan para pagar los bienes y servicios esenciales. De vaina para comer.
De acuerdo con esta instancia parlamentaria, en enero la inflación volvió a acelerarse e incluso duplicó la tasa de diciembre (la variación intermensual pasó de 33,1% a 65,4%), lo que demuestra una vez más que Venezuela no ha salido de la profunda crisis económica, con casi siete años en recesión.
Así que los rayos verdes de la rumba en el hotel Humboldt no son una señal de recuperación. No se confunda. No son la luz al final de este túnel que ha atravesado el país en los últimos 20 años. Tampoco se deje llevar por esos espejismos que son los bodegones. La Nutella y las Pringles no recuperan nuestro PIB, no generan bienes, servicios ni empleos en Venezuela. Este año se espera que continúe la hiperinflación, que la economía se contraiga 10% y que la tasa de desempleo llegue a 50,5%.
Ni las potentes luces verdes ni las costosas decoraciones e iluminaciones que el gobierno ponga por Navidad y por Carnaval podrán ocultar que Venezuela atraviesa la peor crisis económica para un país sin guerra. Ya van más de dos años en hiperinflación y casi siete en recesión. Además, es la nación con menos libertad económica del mundo.
No hay ninguna duda de que Venezuela sigue a oscuras, y esta no es una metáfora, ¿o a usted no se le ha ido la luz?