Los tres alegres compadres, por Teodoro Petkoff
Daniel Ortega, que andaba por Roma martillando al gobierno italiano, recibió una orden telefónica de Chacumbele, proveedor de los petrodólares, para volar a Cuba. Más vale pájaro en mano, se dijo Daniel, y arrancó pa’ labana.
Allí los esperaba el otro beneficiario de los suculentos subsidios venezolanos, Fidel Castro. Hasta ahora no se ha explicado por qué dejaron afuera a Evo Morales. Los tres alegres compadres examinan cómo está la cosa.
Chacumbele siente la necesidad de un “contraataque” internacional.
No entiende bien qué ha pasado y por qué gente de la cual esperaba “comprensión” se le ha “volteado”. Como es propio de su personalidad, los culpables son siempre los otros. Pero el punto es que todo ha sido por su propia culpa. No fue el imperialismo el que sacó a Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones. Fue él mismito quien sin consultar con nadie, sin siquiera reunirse con los otros presidentes pidió su sombrero y su bastón y se fue. Todos, incluyendo a Evo y Correa, le pidieron que regrese, pero Chacumbele no tenía tiempo para esas bagatelas.
Estaba ocupado en su siguiente batazo desintegrador: acabar con el G-3, que conformábamos con Colombia y México. En un dos por tres lo mató. Dos a cero en contra de la integración latinoamericana.
Pero el papagayo internacional se le enredó mucho más a raíz del cierre de RCTV. El gran táctico se encontró ante un escenario inesperado.
Esta vez no fueron los mismos de siempre los que le cayeron encima, esos que Chacumbele más bien goza cuando lo critican, sino la gente con la cual contaba. Nunca imaginó que Mercosur iba a negarse a aprobar una moción de respaldo al cierre de la televisora. Ese fue un sopapo duro. No podía salir a decir que eran “peones del imperio”. Bachelet sentó bien claro su rechazo a medidas contra la libertad de expresión. A esta tampoco podía acusarla, como diría la Bicha, de “peona del imperio”. Lula, una vez pa’ lante y otra pa’ trás, fue lo suficientemente ambiguo como para que Chacumbele pensara en su fuero íntimo que con amigos así no necesita enemigos. El silencio de Kirchner y de Tabaré fue atronador. Para colmo, los senados de Chile y Brasil tienen bronca con él. Pero le faltaban otros tragos amargos: el PRD mexicano, el partido de López Obrador, se desmarcó tajantemente; igual que el Partido Socialista francés y el puntillazo le vino del gobierno español, el gobierno del PSOE. El mismito se había matado. Algunos reprochan que la OEA no dijo nada. Tonterías.
Entre bomberos no se pisan la manguera. Lo que hay que notar es que nadie dijo nada a favor.
Seguramente en La Habana deben estar examinando este extraño caso de hara-kiri revolucionario y cómo revertirlo. Pero, ¿qué pueden hacer sus dos compinches? Fidel prácticamente está fuera de juego. Ortega no sirve más que para levantar su mascota de catcher. Ese más bien raya. El mundo se está poniendo chiquito.