Los tres cerditos (versión comunista), por Reuben Morales
Hubo una vez tres hermanitos cerditos que vivían en el bosque. Nunca podían jugar tranquilos pues el malvado lobo siempre andaba merodeando para comérselos. Un día, al cerdito mayor se le ocurrió una genial idea: “Si tuviésemos nuestras propias casas, podríamos vivir protegidos de las conspiraciones del lobo”. El cerdito del medio de inmediato replicó: “¿Y si vamos al Ministerio de la Vivienda y pedimos que nos asignen algunas de las casas abandonadas de los cerditos que han emigrado?”. Los otros dos hermanos saltaron de emoción y de inmediato el cerdito menor exclamó: “Vámonos ya mismo. Tengo un buen contacto allá adentro”.
A las pocas semanas cada uno de los cerditos tenía casa. Al cerdito menor le dieron una ubicada en un sector de clase baja. Estaba hecha de paja. Era perfecta para darle calor cuando el invierno azotaba. Sin embargo una noche, cuando dormía, se acercó el malvado lobo burgués, potentado y capitalista e hizo lo suyo. Sopló… y sopló… y sopló… hasta tumbar la casa digna del cerdito menor. De inmediato, éste salió corriendo a toda velocidad y se metió en la casa del cerdito del medio.
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El segundo marrano había recibido una casa abandonada de un sector clase media. Era de madera y era perfecta. No solo aguantaba los embates del invierno. También era más solida. Allí estuvieron los dos hermanos cerditos felices. Las amenazas del lobo ya eran cosa del pasado. Pero una noche, mientras dormían plácidamente, llegó el lobo candidato del partido apátrida de la derecha retorcida, corrupta y parasitaria y sopló… y sopló… y sopló… hasta derribar la casa de madera. Despavoridos, los dos cerditos pegaron la carrera hasta la casa de su hermano mayor.
El último cerdito era miembro destacado del Partido. En poco tiempo había alcanzado los títulos de Diputado, Ministro y Gobernador por sus grandes logros dentro de los cuadros organizacionales. Por eso, le asignaron una gran casa de concreto en una linda urbanización. Cuando sus dos hermanos llegaron, se asombraron ante el estilo de vida merecido por tan ardua labor en defensa del pueblo. Al día siguiente ellos también se alistaron en el partido, sacándose su carnet. Esa noche, celebrando este gran logro patriótico frente al fuego de la chimenea de la casa; sintieron unas fuertes ventiscas entrando por la ventana. Era algo inusual para la época del año. En seguida fueron a la caseta de vigilancia de la mansión y las cámaras de seguridad develaron todo. Era el lobo yanqui imperialista soplando y soplando para tumbar la fortaleza de concreto dignamente merecida por el cerdito que más sacrificaba su existencia por el beneficio y la reivindicación histórica de las clases más desposeídas y pisoteadas por los intereses transnacionales de los países capitalistas y opresores del primer mundo.
Tras varios soplidos, el lobo gringo invasor y colonizador sintió lo inútil de sus esfuerzos para tumbar ese palacio construido en homenaje al proletariado. Entonces decidió escalar las paredes de aquel monumento al obrero para entrar por la chimenea. Adentro, los cerditos se alistaron y pusieron en práctica las tácticas de guerra asimétrica para disuadir los ataques del lobo ciudadano presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Tomaron una olla de la cocina, la llenaron de agua y la pusieron a hervir sobre el fuego de la chimenea. El lobo se paró en la punta de ésta, se lanzó de clavado… ¡y plas! Se materializó la estrategia que honraba el empíreo de los gloriosos próceres de la patria: el lobo extraterrestre colonizador de Marte salió disparado de la quemazón para no volver nunca más.
Así fue como nuevamente el gobierno democrático y popular hizo morder el polvo de la derrota a las fuerzas imperiales del Lobo Vader de la Estrella de la Muerte. Una vez más triunfaron las estrategias de guerra de guerrillas de los gloriosos escuadrones de ollas de agua hirviendo. ¡Que vivan los cerdos!… ¡Vivan!