Machado: Ni borrón ni cuenta nueva, por Gregorio Salazar
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Si Marco Rubio no hubiera sido el designado para ejercer la Secretaría del Departamento de Estado, la decisión de Donald Trump probablemente hubiera recaído sobre Richard Grenel, el mismo que entró a Miraflores después de muchos años sin que ningún funcionario del gobierno norteamericano recibiera una bienvenida en esos predios miraflorinos, a cuyo principal inquilino dicen allá haber puesto una recompensa en dólares.
Para explotar al máximo el impacto que la presencia del visitante ocasionaría sin duda en la opinión pública –y sobre todo en la masa opositora– Jorge Rodríguez y Nicolás Maduro no ahorraron esfuerzos durante la puesta en escena del sorpresivo apretón de manos: uno sonrió postizamente casi hasta mostrar las muelas cordales y el otro quería que Grenel paseara la vista, cual turista invitado, por los próceres enmarcados en óleo y la talla coloreada de los muebles palaciegos.
El enviado imperial se marchó caminando sobre alfombra roja –roja por todo respecto– con los seis rehenes que había venido a reclamar. Trump, con su persistente visión unilateral, rubricó el éxito de la misión anunciando que el gobierno venezolano había aceptado recibir todos los inmigrantes venezolanos que fueran deportados y además correr con la cuenta del transporte.
¿Cuántos serán los echados? No se sabe. Probablemente todos los que en cuatro años puedan ser capturados en las redadas intensivas que se han desatado a lo largo y ancho del territorio norteamericano contra los indocumentados de todas las nacionalidades. Se ha levantado un clima de pánico general que llega hasta la ausencia en los puestos de trabajo y escuelas y la aparición de protestas de calle.
El ex Asesor de Seguridad de Trump, John Bolton, calificó el encuentro caraqueño como «horrible», y María Corina Machado en su reaparecida como «una imagen terrible que nadie quiere ver». Pero si de ver se trata faltaban cosas estremecedoras, no solamente para el pueblo opositor, sino para las centenares de miles de hogares venezolanos que tenían sus familiares –base de apoyo frente a las carencias– en territorio norteamericano, amparados por el Estatuto de Protección Temporal (TPS) o el programa Parole.
Quienes laboran, crean, activan, se refugiaron bajo el amparo del TPS, unos 600 mil venezolanos, según cifras oficiales, tendrían ahora que salir de EEUU en sesenta días, cuando al final de la administración Biden lo había prorrogado por otros 18 meses. El impacto político trasciende a ese núcleo poblacional para golpear los ánimos de un vasto sector opositor que se había hecho la idea –vana ilusión parece– de un Trump más solidario y comprometido con la causa de la democracia venezolana.
Duelen las anunciadas expulsiones. Lacera e indigna que se diga que llegaron allá porque aquí vaciaron las cárceles y los manicomios. La seguidilla es dura y compleja: apretón de manos a Maduro, que da pie para interpretarlo como un reconocimiento de hecho; deportaciones a granel bajo la etiqueta general del nefasto Tren de Aragua, y barrida del TPS y el Parole. Conste que no mencionamos la renovación de las licencias petroleras a Chevron porque allí el remedio resultaría peor que la enfermedad.
Como si fuera poco, la liquidación global de los programas de la agencia Usaid creará vacíos y pérdida de sustentación a organizaciones de la sociedad civil, y se lanzan acusaciones a la dirigencia opositora venezolana en el exterior por presunto mal uso de recursos.
Trump se llevó sus seis y aquí seguimos con más de mil inocentes detenidos. Se necesitará mucha paciencia estratégica y estoicismo a raudales para que las expectativas sobre la llegada de Marco Rubio al Departamento de Estado no se desmoronen en el sector opositor mayoritario que lidera Machado y que tampoco ve sentido en nuevas elecciones organizadas por el CNE de Amoroso. El mismo antiguo dilema que por una parte frustra y por la otra inmoviliza.
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Para Machado, quien dijo haber estado al tanto previamente de la operación palaciega, la eliminación del TPS «es un tema desgarrador», al que prometió abordar con las autoridades de USA en busca de alternativas aprovechando los dos meses que restan de vigencia. Compromiso y reto mayor en el que las esperanzas radican, otra vez, en que Marco Rubio, el primer hispanoamericano presidenciable en USA, actúe en coherencia con las posiciones que defendió al frente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano.
Machado llama a no cejar en los esfuerzos para seguir abriendo ruta hacia la democracia. Se opone al «borrón y cuenta nueva» que propone Maduro a Trump. Y para ello, ciertamente, ni el decomiso de una flotilla de aviones sustituirá la solidaridad y la firmeza institucional ante los desafueros del poder.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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