La vida de Madre Carmen fue un verdadero ejemplo de sencillez y auteridad
De carácter recio pero apacible, quienes la conocieron aseguran que a Carmen Rendiles aseguran que pese a su carácter recio fue siempre una fuente de paz e inspiración para sus hijas de congregación
De acuerdo con sus biógrafos y personas que la conocieron, si un atributo marcó el carácter de Carmen Rendiles Martínez fue la sencillez, una condición que supo cultivar a lo largo de su vida en búsqueda de uno de los dones más preciados para todo cristiano: la humildad.
“Ese es uno de los atributos de Dios más difíciles de imitar, y sin embargo ella logró alcanzarlo”, comente la hermana Rosa María Ríos, de la congregación Siervas de Jesús fundada por Madre Carmen en 1965 y quien fue muy cercana a ésta durante los últimos 16 años de vida de la religiosa que será beatificada este 16 de junio.
Pero no nos llamemos a engaño y se crea que esa sencillez significó sutiliza de carácter. “Era una mujer recia y hasta podía ser dura. Tenía su carácter”, recuerda la hermana Graciela, otras de las Siervas que tuvo mucho contacto con Madre Carmen, quien al igual que Rosa María insiste en afirmar que pese a ello nunca tuvo un mal gesto para con nadie.
Y debía ser así. Fundar y dirigir una congregación religiosa debía debió requerir de quien llevaba las riendas mantener una posición firme para afrontar las duras tareas que debía emprender, y a la vez la sutileza suficiente para ‘enamorar’ a posibles candidatas para sumarse a una causa tan noble y abnegada como la vida religiosa.
Recia pero serena
“Cuando decía sí era sí, pero si decía no era no”, acota la hermana Ríos, quien recuerda que la nueva beata “dejó a Dios ser Dios en ella”, una condición que le permitió sacar adelante su proyecto de servir al prójimo sin que ello significara una complicación, incluso cuando enfrentaba dificultades tan elementales como la falta de dinero o hacer frente a su propio defecto físico (nació sin su brazo izquierdo).
“La recuerdo como alguien muy apacible, pero siempre supe que fue una mujer con mucho temple”, afirma a su vez José Luis Lofrano, sacerdote salesiano que también conoció a la venerable mujer, en cuya mente quedó fijada la idea de que aún sin un brazo Madre Carmen fue capaz de levantar una congregación que logró extenderse a varios estados del país y llegar hasta Colombia.
Cercana con cada una de sus hijas de congregación, Rosa María Ríos asegura que la religiosa mantenía una comunicación bastante fluida con cada una de las religiosas, procurando estar al tanto incluso de las circunstancias que rodeaba a cada una de sus familias. “Preguntaba constantemente por cada situación que rodeaba a las familias. Estaba pendiente de todo”, dice.
Ello, sin embargo, no resquebrajó ni por un momento su personalidad. “Nunca se perdió el respeto hacia ella, a quien veíamos como nuestra madre”, dice Graciela, recordando que había diametrales diferencias entre la personalidad de Madre Carmen y la de la sor María San Luis, nombre adoptado por la hermana carnal de la fundadora, quien a diferencia de ésta tenía un carácter menos fuerte.
De hecho, Ríos, quien como vicepostuladora de la causa de beatificación de Madre Carmen ha tenido acceso a sus escritos íntimos, señala que fue muy dura consigo misma. “Fue incluso violenta y exagerada con ella misma. Pero fue moldeando su actitud y al final de su vida encontramos a una mujer llena de amor y paz que vivía la oración profundamente”.
“Dios la fue transformando… Trabajo toda su vida para dominar sus ímpetus, su carácter. Logró un control completo de su voluntad y eso solo se puede lograr con la ayuda de Dios “, acota Ríos.
Austeridad ante todo
Nacida en el seno de una familia con suficientes recursos económicos, quienes la conocieron dicen que siempre fue una mujer sencilla y austera, una condición que conservó pese a que una de sus hermanas, Albertina, contrajo matrimonio con Diego Cisneros Bermúdez, patriarca de la familia Cisneros Rendiles, que con los años se convertiría en una de las más ricas y poderosas de Venezuela y Sudamérica.
Sin embargo, ello nunca fue óbice para que Madre Carmen conservara incólume su humildad. “La relación con la familia fue muy sencilla y cercana. Decía que si uno no quiere a la familia cómo vamos a querer a los demás”, trae a colación la hermana Rosa María, añadiendo que se comunicaba con ellos, especialmente con su madre, con mucha regularidad, aun cuando nunca abandonaba sus obligaciones.
Y aunque los recursos no faltaron nunca en el seno familiar, quienes la conocieron aseguran que no aprovechó esa situación para beneficiar sus obras, pues siempre fue dada a levantar sus obras con esfuerzo propio.
“Nos pedía que rogáramos por los suyos para que sus negocios fueran bien y así pudieran ayudar a los demás”, reitera la hermana Ríos, asegurando que ser parte de una familia muy poderosa, no repercutió en el proceso de beatificación abierto 18 años después de la muerte de Madre Carmen.
De hecho, a pesar de estar emparentada por partida doble con las familias propietarias de las dos televisoras privadas más importantes de Venezuela (RCTV y Venevisión), en el convento ni en los lugares dirigidos por las Siervas de Jesús se veía televisión.
Sin embargo, algunos periodistas de la época recuerdan que los exigían moderación en los temas tratados en determinados horarios -especialmente a primera hora de la mañana- pues los programas eran vistos por “la monja tía de los dueños” (Cisneros y Phelps), según recuerda un comunicador que pidió el anonimato.
Olor a santidad
Sin dejar de lado que quizás la opinión esté movida por los hechos recientes, todos los entrevistados que conocieron a Madre Carmen coinciden en afirmar que se trataba de una santa.
“Siempre la veía como una santa porque ya en vida lo era”, dice Rosa María Ríos.
“La recuerdo como una mujer santa. Creo que en verdad lo era y el tiempo nos dio la razón”, comenta la hermana Graciela.
“La recuerdo como alguien que inspiraba aires de santidad”, apostilla José Luis Lofrano.
“Todos los que acercaban a despedirse de Madre Carmen aseguraban que había muerto una santa. Todos tocaban con sus pañuelos y rosarios la urna, como para que se impregnara de esa santidad”, recuerda Rosa María, quien pese a ello no pensaba entonces que 41 años después asistiría a la beatificación de quien fuera su superiora.
Si quiere leer más sobre la vida de Madre Carmen pulse AQUÍ