Maduro y su paquete, por Teodoro Petkoff
El gobierno tiene rato insinuando que tiene preparado un paquetazo económico. Lo adornan de todos los modos posibles pero al final terminan soltando prenda. El ministro Ramírez es uno de los que más explícitos ha sido, sobre todo al tratar el tema ultra sensible del tipo de cambio. Ha dicho que no se puede seguir con varios tipos de cambio y que este debe ser unificado. Por supuesto que tal unificación se haría en las vecindades del Sicad II, es decir 50 bolívares. Ramírez también ha dejado colar que la gasolina debe ser aumentada, porque a su precio actual regalada sale más barata. Se trata de las dos medidas que más hondamente penetrarían en nuestros bolsillos, sin contar la de una reforma tributaria, de la cual ya se han hecho algunos anuncios bastante concretos.
Tomadas en abstracto estas medidas lucen razonables. El problema es que llegarían quince años después. Es decir se toman porque la economía da fuertes señales de sofoco. Y eso plantea la necesidad de un pase de factura necesario. Se ha llegado a la urgencia de un paquetazo porque el gobierno, a lo largo de tres lustros, ha producido daños graves en la economía. Bueno sería oír voces autocríticas, que acompañen el paquete de medidas. Pero, en fin de cuentas, Maduro puede argumentar que él apenas acaba de iniciar su mandato, con lo cual descargaría la responsabilidad de los estropicios sobre Hugo Chávez. Lo cual, por cierto, no es mentira. Fue durante el largo mandato de Chávez cuando el manejo de la economía perdió el norte y se acumularon los desequilibrios que ahora obligan a un paquetazo, es decir a un ajuste.
Los ajustes se hacen impostergables cuando se juntan varios desequilibrios. En nuestro caso tenemos una fuerte sobrevaluación del bolívar, que estimula las importaciones y afecta negativamente las posibilidades de exportación; también una inflación galopante, que en el primer semestre trepó hasta 25% y que horada los ingresos de los más pobres y de la clase media; y como si fuera poco, una caída brutal de la actividad productiva. En otras palabras, el país está en serias dificultades, que tienen un único responsable, respecto del cual no hay que dar muchas vueltas para establecer su identidad.
Ante esta evidencia surgen algunas inquietudes respecto de la gerencia del paquete madurista. ¿Podrán mostrar alguna eficiencia los actuales personajes del poder? ¿Podrán superar una ineficiencia que parece congénita? Son incógnitas que muy pronto serán despejadas.
En todo caso, llegó la hora de recoger los vidrios rotos. Ojalá que la experiencia sirva de algo y que exista ahora mayor comprensión de que la economía no sólo posee leyes y reglas que no se pueden vulnerar so pena de pagar un alto precio sino que también exige una pericia en su manejo que hace de ella no sólo una ciencia sino también un arte, sin cuyo dominio lo que salen son chapucerías.