Magnitudes de la pobreza en América Latina, por Marino J. González
Twitter: @marinojgonzalez
En pocas semanas se cumplirán tres años del reporte de los primeros casos de una «neumonía atípica» en China. La evolución de esta epidemia culminó en la mayor pandemia en un siglo. América Latina resultó la región más afectada. A la inmensa cantidad de casos y muertes ocasionadas por covid-19, se han sumado los severos efectos sociales y económicos. Si a ello se agregan los impactos de la guerra por la invasión rusa a Ucrania, especialmente la inflación y los riesgos de recesión, el panorama de América Latina no puede ser más preocupante.
En este contexto, es especialmente relevante conocer cómo están afectadas las condiciones de vida de más de 600 millones de latinoamericanos. La afectación más directa se expresa en la situación de pobreza. Si las familias no cuentan con los ingresos suficientes para obtener los alimentos requeridos, están en situación de pobreza extrema. Si las familias pueden contar con los ingresos para obtener los alimentos, pero no tienen ingresos suficientes para adquirir los bienes incluidos en una cesta de referencia, se encuentran en situación de pobreza. De manera que la pobreza extrema expresa el riesgo más severo de las familias. En años recientes se han incorporado otras mediciones, como, por ejemplo, la pobreza multidimensional. Sin embargo, la pobreza extrema, por las implicaciones del riesgo, es una expresión evidente de las restricciones en la calidad de políticas para reducir la pobreza.
Para estimar los datos de pobreza se requiere la realización de encuestas de hogares por muestreo, las cuales permiten recabar datos sobre los ingresos y gastos de las familias. La Cepal, como instancia técnica de Naciones Unidas, ha conformado desde hace décadas equipos técnicos para el análisis de estas encuestas de hogares en los países de América Latina y el Caribe. Es una referencia de especial atención por los métodos que se han debido desarrollar para comparar los resultados de estas encuestas.
Se podría suponer que, con los avances en el manejo de datos de encuestas de hogares, se debería acortar el tiempo entre la realización de las mediciones y la disponibilidad de datos para el análisis. Lamentablemente, esta situación ideal no es la que se encuentra en la realidad. Para esta fecha (primera semanas de noviembre de 2022), podrían estar disponibles los datos de pobreza del primer semestre de este año. Pero en la práctica, los últimos datos disponibles para comparación internacional en el sitio web de Cepal, corresponden en la mayoría de los países a los de 2020. Los datos de Guatemala, Nicaragua y Venezuela provienen de encuestas realizadas en 2014 (hace ocho años). En Panamá y Honduras las encuestas fueron realizadas en 2019. También esta información está disponible en la última edición del Anuario Estadístico de Cepal.
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Este rezago en la generación y difusión de datos en un área de tanta relevancia, indica que todavía no conocemos el impacto de la pandemia en los años 2021 y 2022. En la última medición disponible (2020), Uruguay registró el menor porcentaje de población en pobreza extrema (0,3%), mientras que el mayor porcentaje se registró en Colombia (15%). También la pobreza total de Uruguay era la menor de la región (5,2% de la población). Cinco países de la región (Argentina, Bolivia, Ecuador, El Salvador, y México) tenían más del 30% de la población en situación de pobreza en esta última medición.
Es previsible que en 2021, cuyas cifras deben estar disponibles en pocos meses, los porcentajes de pobreza extrema y pobreza total aumentarán en la mayoría de los países de la región. Sin embargo, seguiremos sin saber la situación de 2022. Este rezago en el conocimiento de la situación de pobreza determina, invariablemente, el rezago en las políticas públicas para reducirla. De no implementarse medidas en los países para disminuir la brecha entre la medición y la disponibilidad de información, las políticas públicas seguirán basadas en la incertidumbre y en la imprecisión, características que no son justamente garantías de éxito.
Marino J. González es PhD en Políticas Públicas, profesor en la USB. Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina. Miembro de la Academia de Ciencias de América Latina (ACAL).
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