Mamando en la China, Gregorio Salazar
Y se fue la parejita feliz a la China. Al pie de la escalerilla del avión posaron más bien serios, pero se entiende que fue sólo una formalidad para la foto oficial porque nadie puede poner cara de estreñido cuando se viaja limpio y se espera regresar buchón, como es el caso.
Las crónicas, alejándose no se sabe si malintencionadamente de las importantísimas y justificadas razones de Estado, se centraron en el nuevo look de Cilia, mucho más sobria que en otras giras presidenciales, hayan sido mendicantes o no. La gráfica del Minci la recogió para la historia de blusa blanca, cuyas mangas de brocado transparente le imprimían un halo de bondadosa frescura, más de lo segundo que de lo primero, pero todos sabemos que el hábito no hace al monje ni a la monja. La pieza se completaba con un delicado lazo anudado al cuello, no corredizo como el que nos dejan aquí puesto en el gaznate o cualquier parte blanda y/o colgante, y cerraba la combinación pantalón en tono oscuro porvenir.
A pesar de su aparente sencillez, los scanners de exploración digital le escudriñaron en la despedida la cadena, los zarcillos, la esclava, los anillos, los zapatos y la cartera Coco Chanel. Gente entrépita que no haya cómo arrugarle el traje a la primera y muy sacrificada combatiente. Ni que le fuera a dejar empeñada a Xi Jinping esa reluciente ferretería. En cambio nadie destacó la montura vanguardista de sus lentes oscuros, muy adecuados para el encandilante sol oriental, y sobre todo el nuevo color castaño claro de su pelo, todo un acierto que seguramente veremos marcando pauta para el final de temporada, mientras que con el castaño oscuro iremos cargando nosotros por acá abajo.
Nicolás, por su parte, inició el viaje de regio liquilique azul profundo caos, cerrado al cuello con rutilantes gemelos de un dorado evocación lingotico»
Cada vez más parecido a Stalin el señor presidente y esto, como a todos nos consta, no se debe precisamente ni al peinado ni al bigote. Se esperaba que una vez en Pekín no se le ocurriera volver a desempolvar la pavosísima gorrita azul estilo Rolando Laserie, la misma que llevó a todas las reuniones de la OPEP y tras las cuales, a pesar de los éxitos anunciados, el petróleo no repuntó, por el contrario, clavó el pico y eso es justamente lo que lo tiene, junto con otras razones atribuibles exclusivamente a él, en esa viajadera con la mano extendida ante sus socios orientales. Pero, lamentablemente, la gorra ya hizo su fatal aparición, según las gráficas que enviaron las agencias.
Maduro ha calificado esta gira como “muy necesaria, muy oportuna y llena de grandes expectativas”. Creemos que nadie puede estar en desacuerdo con tales postulados. La gira es muy necesaria pues si de algo estamos urgidos los venezolanos es de real en bruto, pero del que no se nos evapore a paso de soberano embarque y que los billetes un día salgan de la caleta del BCV.
Oportuna también lo es, cómo no, porque no hay real que caiga inoportunamente, siempre será bien recibido en todo tiempo y lugar y más en este caso si lo que se deja en prenda no les ha costado nada.
Con las expectativas sí hay que ser un poco más moderados, puesto que los señores chinos saben bien con quien están tratando. No olvidarán que quienes llegarán pidiendo miles de millones de dólares los tuvieron hasta hace poquito en cantidades para lanzar a la bóveda celestial y terminaron en otras bóvedas, bancarias y pecadoras. Es decir, fueron capaces de esfumar los huevos de oro y a la gallinita que los pujaba.
Y que al señor Jiping, a quien hay que llorar para poder mamar, ni se le ocurra pedir referencias comerciales a sus atribulados paisanos de acá que han visto quebrar a sus restaurantes chinos, algo de lo cual no se tuvo jamás noticias desde que la antiquísima civilización de la que descienden floreció en la fértil cuenca del río Amarillo. Lo menos que diría sería: “La ping…”.
Total que estamos viviendo un nuevo capítulo de la relación entre el gigante asiático y el enano asmático que somos nosotros, viendo como sorben ávidamente la riqueza del subsuelo con tres pitillos para entronizar más aún a quienes menos queremos. ¿Qué nos va a quedar de este círculo vicioso? Lo más seguro oquedades, sólo oquedades en la entraña patria y en el vientre de los venezolanos.