Maneras bolcheviques, por Carlos M. Montenegro
Tengo la sensación de que la mayoría de la gente con quien comparto estos tiempos tan sorprendentes, por decirlo de la forma más suave posible, en el mejor de los casos estamos mal informados, poco informados o nada informados. Es decir, que hemos oído campanas sin saber dónde, refrán que como es sabido se refiere al que habla sin saber, que conocen algunos datos del tema en cuestión sin tener una idea cabal del asunto y, de modo imprudente, se lanza a hacer afirmaciones equivocadas o tergiversadas.
Hay un ejemplo simple: si usted le pregunta a la gente si conoce a Frank Sinatra, es probable que responderán generalidades tipo: ¡cómo no!, era muy famoso, un pedazo de artista, se la pasaba en Las Vegas, muy amigo de la mafia, tenía su propio clan, tremendo cantante, le llamaban “la voz”. Y si se pregunta: ¿tienes discos de Frank Sinatra?, lo más probable es que respondan: sí, tengo “My way”, también “Extraños en la noche… Y poco más.
En este mundo de abundantes redes sociales, lo cierto es que estamos mucho más incomunicados que no hace tanto, cuando para hacer una llamada telefónica de Caracas a Guatire había, según la operadora, equis horas de demora, o cuando salíamos a esperar al cartero a ver si recibíamos noticias, como hacía el eterno enamorado de Linda.
Todo esto a cuento de lo que estamos viviendo en un país con dos presidentes de la república, uno que no fue elegido, pero lo es constitucionalmente aunque no manda, y otro que alguna vez lo fue, pero hoy es ilegal pues fue electo con trampa y no quiere entregar el poder a pesar de no ser reconocido por ningún país del mundo, monárquico o republicano con régimen democrático. Además tenemos tres Asambleas Nacionales con sus respectivos presidentes. Y hay cantidad de blabladores que lo explican muy bien por todos los medios porque lo tienen clarísimo, para lo cuáles también hay por cierto entrevistadores adecuados.
Cuando un gobierno de facto exige al gobierno de Cabo Verde pruebas de buen trato a Alex Saab, un testaferro colombiano nacionalizado en un ratico y declarado representante del régimen actual detenido en ese país y reclamado por las autoridades de EEUU y Colombia, por poseer supuestamente la mayor lavandería del continente donde el jefe del régimen de facto venezolano y otros funcionarios de alto nivel lavan cientos de millones de dólares procedentes de la corrupción entre otros muchos trapos sucios.
Lógicamente los mayores clientes de “Lavandería Saab” no quieren que lo extraditen y tienen montada una serie digna de Netflix, ya que el hombre podría cantar y si lo hace debe tener un repertorio más amplio que el del trío Los Panchos.
Cuando se cuentan estas cosas a quienes no viven por estos lares, su cara pone una expresión como a las de las vacas cuando pasa el tren, y es lógico, porque a la mayoría de los que lo están viviendo en vivo y directo les pasa lo mismo. ¿Hay que explicar algo?
Inevitablemente la pregunta surge: ¿por qué? La respuesta de los que hemos oído campanas sin saber dónde puede ser un encogimiento de hombros con la correspondiente subida de cejas, o balbucear frases confusas que no aclaran nada, para regocijo de los interesados que tiran la piedra y esconden la mano, creo que ustedes entienden. Pero: ¿quien escribió el manual? Esa maneras de hacer tan bien las cosas para ellos y tan mal para los demás, debe tener autores al principio que lo pensaron o inventaron alguna vez, pues no todo puede ser casualidad.
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Buscando, buscando algo que pudiera ser un origen de tanto desbarajuste llegue a parar nada menos que al año de 1848, cuando un par de filósofos y economistas alemanes recibieron el encargo de una organización revolucionaria londinense fundada en 1847 llamada Liga de los Comunistas para que les escribieran su manifiesto.
Cumplido el encargo lo publicaron en Londres en 1848 con el nombre de “Manifest der Kommunistischen Partei”. Registraron su trabajo que hoy conocemos como el “Manifiesto Comunista” de Karl Marx y Friedrich Engels. Los colegas acababan de poner un haz de yesca seca junto a una caja de fósforos para que más de medio siglo después en Bielorusia al otro extremo de Europa, un par de cabezas calientes revolucionarios tomaran el recado y formaron un salchucho que cambió sin lugar a dudas el curso de la historia.
Se llamaban Yuli Mártov y Vladimir Ilyich Lenin, que tras contactar a varios grupos y líderes socialdemócratas que rechazaban el economicismo les propusieron la fundación del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (Posdr) de corte marxista, que se registró en Minsk en 1898, cuando se reunieron nueve delegados de diversas organizaciones marxistas de San Petersburgo, Moscú, Kiev, Yekaterinoslav, y el Bund de Lituania, Polonia y Rusia que aprobaron y publicaron el manifiesto fundacional.
Para 1914 el Imperio ruso estaba gobernado por la dinastía hereditaria de los Románov, de corte absolutista. La religión oficial del imperio era el cristianismo ortodoxo, controlado por el monarca a través del Santísimo Sínodo Gobernante. Sus súbditos estaban divididos en estratos (clases) tales como, en orden descendente: la nobleza, el clero, comerciantes, cosacos (militares de élite) y los campesinos y obreros. Los nativos de Siberia y Asia Central ni siquiera eran oficialmente, simplemente eran como “extranjeros”. El título completo de los zares rusos era: “Zar por la Gracia de Dios, Emperador y Autócrata de Toda Rusia”.
El gobierno era de tendencia autocrática, paternalista, capitalista de suntuosa corte, mientras el pueblo, (más de 100 millones) trabajaba en las industrias de las ciudades, en el campo, o en los servicios domésticos de las casas con salarios insuficientes y laborando en condiciones miserables, casi como esclavos. La brecha social era enorme.
La idea de Mártov y Lenin era hacer la revolución proletaria y terminar con el Zarato Ruso, nombre oficial de la nación rusa desde 1547 en que Iván IV (Iván el Terrible) tomó el poder y adoptó el título de Zar por primera vez como símbolo de la monarquía rusa*, incluida la fundación en 1721 del Imperio Ruso erigido por Pedro el Grande, el iniciador de la dinastía Romanov, que duró hasta la I Guerra Mundial.
Con el desarrollo del capitalismo en Rusia, la clase obrera se había convertido en una poderosa fuerza, y los marxistas consideraban que les correspondía encabezar la lucha revolucionaria de las masas proletarias. En julio de 1903, se reunió clandestinamente el Segundo Congreso del Posdr fuera de Rusia. Las primeras sesiones se celebraron en Bruselas pero, ante la inminencia de la interferencia de la policía, los delegados se trasladaron a Londres.
Durante este congreso el Posdr se dividió en dos fracciones: una mayoría denominada bolchevique (“miembro de la mayoría”) en torno a Lenin, que logró la aprobación de gran parte de su programa, y una minoría llamada menchevique (“miembro de la minoría”) en torno al hasta ese momento socio cofundador del partido del Posdr, Yuli Mártov. En 1917 dieron el golpe y destituyeron al régimen zarista, pero a continuación Lenin desbancó al partido menchevique, se hizo con el poder absoluto y fundó el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS)
Las tesis básicas impuestas por Lenin fueron:
1 La lucha por la dictadura del proletariado como instrumento necesario de la revolución para avanzar hacia el socialismo.
2 La alianza de la clase obrera con el campesinado para derribar la autocracia rusa, llevar a término los objetivos democráticos de la revolución y enfrentar las vacilaciones y traiciones de la burguesía.
3 La liquidación de los latifundios terratenientes y la entrega de la tierra a los campesinos.
4 El reconocimiento del derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas por la Rusia zarista.
5 La condición de pertenecer a una organización del partido para ser considerado miembro de él.
6 La necesidad de construir un partido para que el proletariado, en alianza con las clases oprimidas por el zarismo, tenga el poder político de Rusia, la organización interna se basó en el «centralismo democrático» que básicamente es por la ejecución de políticas del estado a partir de un poder único representante de la nueva clase dominante (destinado a la lucha frontal contra los rezagos burgueses), y democrático porque ese poder es creación de los revolucionarios los cuales son las clases oprimidas bajo el régimen zarista, la mayoría del pueblo.
A la muerte de Lenin le sucedió Joseph Stalin. Lo demás es historia, usen por ejemplo imperio por zarismo, escuálido por burgués, colectivos por la canalla… lo que se les ocurra. Ya se sabe cómo terminó todo; por allí más o menos es donde suenan las campanas que explican, espero, estas maneras que tienen de proceder los de por aquí. Y de paso el fracaso total al que está destinado todo lo que emprenden.
* El vocablo “zar” deriva del latín “caesar”, título usado por los emperadores romanos desde “Julius Caesar” cuando el año 49 a.C. tras pronunciar la frase Alea jacta est (La suerte está echada) decidió cruzar el rio Rubicón y hacerse con el mando absoluto de la república romana.
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