Maniobras de diversión, por Luis Manuel Esculpi
Lo que en verdad estaba cantado era el procedimiento. No se trata de los denominados trapos rojos tan de boga en una época. El plazo de las setenta y dos horas que el TSJ le dio al comité de postulaciones de la Asamblea Nacional, fue una maniobra distraccionista con un doble propósito: por una parte le permitía contar con el tiempo para resolver el diferendo planteado en torno a la presidencia del CNE y por otra animaría las expectativas de algunos sectores de la oposición sobre la posibilidad de llegar a un acuerdo para elegir el organismo electoral.
Acordaron mantener las conversaciones a sabiendas que no llegarían a ningún lado, porque ya habían convenido con la mesita la designación de los rectores tal como lo han venido haciendo en la mayoría de las oportunidades anteriores.
En lo que sí hubo una sorpresa fue en la designación del hermano de Bernabé Gutiérrez como rector principal, había circulado el rumor de su candidatura como suplente, apenas unas horas antes de la elección se conoció públicamente que sería seleccionado para ese cargo.
*Lea también: Acuerdos o crisis crónica, por Simón García
Esta vez Bernabé no le pegó a Muchilanga, como dice la canción popularizada por Celia Cruz, el hasta hace poco secretario de organización de Acción Democrática, se enfrenta a Henry Ramos el Secretario General de ese partido. Situación impensable hace apenas unos días, cuando ocurren sucesos como el relatado, recuerdo aquella frase «la política la inventó el diablo», según dicen la repetía mucho Carlos Andrés Pérez, nosotros la oímos con alguna frecuencia pronunciada por Pompeyo Márquez.
La designación de los otros cuatro rectores principales era esperada con anterioridad, uno de ellos se ha convertido en el «hombre noticia», siendo requerido por los medios de comunicación, en virtud de sus declaraciones iniciales. Si bien es cierto su designación es el resultado de un acuerdo entre el régimen de Maduro y la mesita, las ideas que ha venido transmitiendo tienen unos contenidos que se diferencian sustancialmente, de los criterios sectarios y excluyente expresados por la mayoría de los voceros de la agrupación que apoyó su candidatura al organismo electoral.
El anuncio de proponer en el directorio pactar con todos los sectores políticos, para pactar las condiciones del proceso electoral, no puede ser desdeñado ni descalificado. Cuando hace tal proposición está asumiendo un compromiso. Al igual cuando declara que de no ver que se cumplan alguna de las condiciones «bota tierrita y no juega más», lo que plantea al resto de las fuerzas democráticas la exigencia, principalmente en el primer caso, del cumplimiento de su palabra.
No se puede considerar una ociosidad, o una pérdida de tiempo, el acompañar la exigencia de condiciones electorales, independientemente de la decisión que al final se adopte sobre la participación en las elecciones parlamentarias. No se trata de asumir a Rafael Simón como nuestro representante, sino de hacer uso del recurso que él mismo ha planteado, para ir conquistando, en lo posible, las garantías que las fuerzas democráticas han venido planteando permanentemente.
Independientemente de las diferencias existentes, no se puede ignorar el hecho que por primera vez, durante todo este tiempo «un político de oficio», como recordaba un amigo, en alguna medida, perteneciente al campo democrático, es rector del organismo electoral.
Esa circunstancia constituye una oportunidad propicia, para el desarrollo de la acción política en el área electoral, a conciencia que el régimen de Maduro no concederá garantías plenas para la realización de elecciones libres y transparentes, estos regímenes cuando ven amenazada su permanencia en el poder, optan por restringir las condiciones que faciliten la participación y el ejercicio democrático del sufragio.
No es descartable que en el debate el régimen apele nuevamente a los movimientos de distracción, esa es una de sus maniobras favoritas, es su objetivo de favorecer la abstención e incidir en la unidad opositora.