Manipulación de la historia y chantaje político, por Bernardino Herrera León
Tuve que escuchar al diputado José Guerra hablar sobre temas que no tenían que ver con la convocatoria que nos reunió a un modesto grupo de profesores. Fue en una asamblea intergremial, en el auditórium de la Facultad de Ingeniería de la UCV, convocada por la Apcv, Apufat y otros gremios, el pasado jueves 16 de mayo.
Lo que dijo el colega y diputado me sorprendió considerablemente, en forma muy negativa. Preocupado por ello, no me queda sino refutarlo, pues su imprevista intervención, de alrededor de media hora, resultó una síntesis magistral de manipulación histórica y de chantaje político.
Lo primero que hizo el diputado Guerra fue reprochar la baja asistencia a la asamblea: “Algo no se está haciendo bien aquí”, dijo. Invitó a los colegas dirigentes del gremio a revisar la poca convocatoria. En un tono regañón, que no se corresponde con el letargo catatónico que ha caracterizado a la Asamblea Nacional, antes de la aparición de Juan Guaidó. En efecto, la AN estuvo por mucho tiempo fuera del radar de la agenda de los medios, y muy por debajo del umbral mínimo de confianza. La principal razón, por bajo desempeño. Por su larga serie de intentos frustrados, desde los tres diputados de Amazona desincorporados, la inútil Ley de Amnistía, el revocatorio, entre otros fallos. El diputado Guerra pide a los dirigentes gremiales lo que AN no ha hecho por el país. Pero ese es otro tema.
El tema que me preocupa y que da título a este escrito resume el discurso que le escuché al profesor Guerra. En especial por la irritante manipulación de la historia, que considero falta grave de ética. Es uno de los recursos favoritos del totalitarismo. Y el chavismo, como todas las ideologías, ha abusado con éxito de este recurso, gracias a lo cual impusieron conceptos falsos como “cuarta” y “quinta república”, tergiversando el pasado hasta afirmar que fue Hugo Chávez quien nacionalizó la industria petrolera, cuando ésta fue obra del fallecido presidente Carlos Andrés Pérez, en 1973. La manipulación chavista de la historia ha cambiado el nombre del país y ha impuesto sus símbolos. Toda ideología fomenta el culto religioso, y para ello necesita retorcer el pasado.
Jamás me habría imaginado que el opositor José Guerra echara mano de totalitario recurso de manipular el pasado. En síntesis, el diputado afirmó que no hay otro camino que negociar y cohabitar con el chavismo. Es la única opción. Pues “el chavismo es una realidad” con la que tenemos que aprender a aceptar y a convivir. Una especie de maldición que tendríamos que sufrir en adelante. No podemos pensar en su “exterminio”. Quienes piden que el chavismo sea juzgado en la Corte Penal Internacional, que sus dirigentes vistan los uniformes anaranjados de las prisiones, que sea perseguido como lo que es, una pandilla de delincuentes disfrazados de políticos, somos unos extremistas radicales. Y como tales, deben aislarnos e ignorarnos.
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El Tratado de Versalles fue argumento histórico que usó Guerra para explicar las posibles consecuencias del radicalismo de clamar justicia. Según el diputado, las humillantes condiciones que impusieron los vencedores en la Primera Guerra Mundial fue la causante de la Segunda Guerra Mundial. De haberse negociado con el imperio alemán no se habrían creado las condiciones para el siguiente y más feroz estallido bélico.
Me gustaría extenderme sobre el tema. Refutar con más detalles que semejante conclusión de causa-efecto es falsa y fuera de contexto. La Primera Guerra Mundial cerró el ciclo de los imperios europeos del siglo XIX. La Segunda Guerra ya se fomentaba desde el siglo XIX, por el resurgir de las ideologías, socialismo y fascismo, explotando el resentimiento social en medio de la pobreza y las calamidades de las guerras. El Tratado de Versalles recoge el estándar de los armisticios a los vencidos. Poco o nada tuvo que ver con explotar el resentimiento social por parte del fascismo y el comunismo en contra de las democracias liberales, que llamaban “burguesas”. Con o sin Versalles, la siguiente guerra era inevitable. Pero, dejémoslo hasta aquí. Sería un largo tema a tratar.
El punto es que Guerra traslada el caso del tratado como advertencia. De concretarse la aspiración de justicia contra los genocidas, torturadores, corruptos, hambreadores y destructores de la democracia y de la convivencia venezolana, estaríamos condenando al país a un conflicto interminable con el chavismo. Los radicales de la oposición deben ser apartados, para dar paso a la negociación y la cohabitación con los funcionarios y partidos del régimen.
De no ser tan grave esta manipulación, daría risa tan infantil y débil argumentación. Es obligatorio refutarla, porque quien la expone es un diputado dirigente, cercano al grupo del presidente interino Juan Guaidó y coordinador del “Plan País”.
Lo primero que toca es denunciar que esta manipulación pretende silenciar las voces críticas, de quienes consideramos que la política es civilización, son reglas, son normas de convivencia y, esencialmente, doctrina moral y ética. La política no es barbarie ni doctrina de los más fuertes. Eso no es política sino totalitarismo. Recuerda al fascismo y al socialismo, que, en su versión nazi, se anidó y cultivó en las universidades, promovido por profesores y estudiantes. En nuestra UCV, por ejemplo, quemaron un libro de Carlos Rangel. La doctrina de la barbarie es un verdadero peligro, y corresponde el deber ético de enfrentarlo. De eso va este escrito.
La parte del chantaje político viene de promoción del Plan País que el diputado Guerra no dejó de mencionar en su intervención. Dijo que se trata del gran plan de todos los venezolanos, que nos permitirá “pensar todos iguales”, así literal, para salir de la crisis.
“Pensar todos iguales” es totalitarismo puro. Es la esencia de la utopía totalitaria, históricamente imposible, pues ningún régimen tiránico en la historia ha logrado que toda la sociedad piense de un mismo modo
No es mi intención comentar ahora sobre el Plan País. Baste con decir que estoy en desacuerdo con un programa de gobierno único, que se ofrece como alternativa al chavismo, en el contexto de una falsa polarización electoral. Se trata de un ardid “antichavista”. Excusa para construir una plataforma electoral para todos los partidos y políticos opositores de la MUD y/o el Frente Amplio, excluyente de los “radicales”.
Es legítimo que lo intenten, cierto. Pero no es honesto. Y la política debe surgir de un acto de honestidad. Mi desacuerdo se debe a que los venezolanos merecemos unas elecciones libres, donde podamos elegir una diversidad de programas políticos, partidos y sus candidatos.
El argumento principal del “Plan País” consiste en una unidad de propósitos para enfrentar unidos al chavismo en una posible elección. Pero, dicho argumento se basa en una premisa falsa, pues, en unas elecciones limpias, el chavismo no obtendría ni el 10% de la votación, según todas las encuestas serias. Este porcentaje de apoyo se reducirá, sin duda, en caso de que el chavismo sea desalojado del poder, acusado por las divisiones que ya se observan en su seno. El argumento del peligro de la polarización no aplica.
El chantaje político, sobre falsa premisa, consiste en colocar al “Plan País” como lo opuesto al “Plan de la Patria”, en un escenario chavismo-oposición, similar a diciembre de 2015. Es decir, o votamos por el Plan País o por el Plan de la Patria.
En las pasadas elecciones no tuve más opción que votar por Henry Ramos Allup para la AN, quien encabezaba a la MUD, en mi circuito. O él o el candidato del chavismo, No tuve opción. Voté por el caudillo adeco muy a mi pesar. Después de escucharle su tristemente célebre frase: “doblarse para no partirse”, me dolió mucho más haberle votado. Pero así funciona el chantaje político.
Del mismo modo quieren imponer el Plan País, como un chantaje. Lamentable, pues se desperdicia una oportunidad para debatir diferentes modelos y proyectos políticos, dejando abierto el mercado de ideas que compiten por lo votos ciudadanos. Lo que hasta ahora conozco del Plan País es que contiene estatismo y voluntarismo. Es decir, más de lo mismo de la corriente socialista, del que ya estamos hartos los venezolanos. Ya lo comentaremos en otro artículo.
Por supuesto que tenemos un enemigo común. Hay que desalojar al chavismo del poder antes que pensar en cualquier otra cosa. Son imposibles unas elecciones libres y limpias con el chavismo en el poder. Imposible con inhabilitados, con perseguidos, con torturados, con exiliados, con el dinero sucio de la corrupción comprando votos, financiando campañas.
Cohabitar con el chavismo, como propone el diputado Guerra, no sólo es un disparate, una ingenuidad de tontos. Es también un suicidio. En Venezuela detienen y torturan arbitrariamente a quien sea, sin el mínimo debido proceso. Pregunten a los diputados Requesens, Marrero, Caro, Zambrano y otros tantos. ¿De dónde saca el diputado Guerra la idea de que él mismo no será el próximo diputado detenido?
Vale este escrito para alertar de esa peligrosa narrativa disfrazada de paz y reconciliación, pues en el fondo subyace la peligrosa doctrina del totalitarismo y su método, la barbarie.