Manos en la masa, por Teodoro Petkoff
Como era de esperarse, los voceros del gobierno nacional, ante la denuncia del homólogo colombiano sobre lanzacohetes venezolanos en manos de las FARC, salieron con el disco rayado de la «conspiración mediática».
Pero esta vez la cosa no es tan fácil de resolver con frases hechas. Porque el reclamo colombiano está antecedido por la empresa sueca Saab, fabricante y vendedora de las armas de marras. Si sólo hubiera sido el gobierno vecino quien hubiera planteado el tema, tal vez el viejo truco de salirse de la suerte acusando a la CIA, al imperio, al DAS, a la oligarquía colombiana, a Santander, a los asesinos de Bolívar y hasta al coronel Aureliano Buendía, de estar montando una campaña mediática contra los angelitos serenados que nos gobiernan, podría tener, al menos, el efecto de inscribir la denuncia dentro del marco de las frecuentes fricciones entre ambos gobiernos. Pero resulta que ha aparecido en escena la empresa sueca, gente sobria si la hay, nada dada a las efusiones mediáticas tropicales, afirmando que sí, que Saab vendió tales lanzacohetes al gobierno nacional y que el contrato de venta implica el compromiso del comprador de garantizar que tan letales artefactos no vayan a parar a manos de terceros, sean quienes sean estos. ¿Qué pasó entonces?, preguntan los suecos.
De modo que a los altoparlantes de Chacumbele puede decirles la sorna criolla que la próxima que nos cuenten sea de vaqueros. Lo dijimos ayer y lo repetimos hoy. Comercio de fusiles y armas pequeñas de la FAN siempre ha habido. Nunca falta gente (militares y/o civiles) que se las ha arreglado para sustraer FAL o pistolas del parque venezolano, y comerciarlas tanto con delincuentes comunes como con las FARC, viejas clientes de estos mercaderes de la muerte, pero ahora estamos ante un tipo de armas que no pueden haber salido del arsenal de la FAN sin la participación directa de altos oficiales.
¿Lo hicieron por iniciativa propia, cosa que no puede descartarse, o actuaron obedeciendo órdenes provenientes desde instancias muy superiores? Esta última hipótesis menos aún puede descartarse, porque es un secreto a voces la existencia de vínculos políticos muy especiales entre el gobierno nacional y las FARC.
De modo que el país, al igual que Suecia y Colombia, necesita una explicación creíble sobre la manera como los lanzacohetes fueron a parar a manos de las FARC.
Chacumbele puede tener su corazoncito con las FARC, eso es un asunto privado, pero al Presidente de Venezuela le está vedado utilizar el cargo para comprometer a la República en actividades subversivas en el país vecino y mucho menos para ayudar a un holding que maneja guerrillas, ciertamente, pero también sembradíos de coca, laboratorios para procesarla y conexiones con una vasta red de comercialización mundial.
Ante esto, sería demasiado cínico e inescrupuloso escudarse en la «solidaridad revolucionaria».