Maracaibo zona de desastre, por Gregorio Salazar
Fue una debacle mil veces anunciada. La tormenta que azota a los zulianos se fue dibujando en el cielo desde hace muchos años, los suficientes como para que se actuara de manera previsiva y se evitara que Maracaibo llegara a ser lo que es hoy: una zona de desastre, una ciudad colapsada, imposibilitada de permitirle a sus más de cinco millones de habitantes el desarrollo cotidiano de sus actividades más domésticas y elementales. La pura y simple vida.
La urbe donde en 1889 nació el alumbrado público eléctrico en Venezuela, sólo seis años después de Nueva York y la segunda en el continente después de Buenos Aires; la misma que una vez tuvo a su disposición la energía hidroeléctrica que venía del Guri interconectada con la que se generaba con combustible en su propio suelo está convertida desde hace una semana por la ausencia de fluido eléctrico en una ciudad inhabitable.
Apagones intermitentes que sumaron hasta 60 horas en menos de cuatro días hicieron imposible la conservación de alimentos perecederos, especialmente los de origen animal. Por falta de refrigeración se ha llegado a rematar la carne descompuesta y aun así ha habido quien la compre porque el desabastecimiento de alimentos es otra de las grandes penurias que padece igual que el resto de Venezuela.
Las redes se han encargado de dar detalles de otras estaciones del mismo vía crucis. Sin acondicionadores de aire en una ciudad conocida por su clima caluroso a toda hora, hay personas que decidieron dormir en los patios o los techos de las casas
Sin comunicaciones telefónicas ni de internet. Sin semáforos, sin puntos de venta donde el efectivo, igual que en todo el país, no existe. Con los servicios y las fábricas paralizadas, sus calles quedaron desiertas y sus zonas comerciales desoladas.
Frente a la crisis que vive Maracaibo, el régimen ha actuado con el mismo imperturbable menosprecio con el que vio acumularse los elementos que desencadenaron el caos y que no es distinto de la desalmada indiferencia con la que contemplan la regresión de las condiciones de vida del resto de los venezolanos a etapas de precariedad primitiva. Los responsables tienen 18 años en el poder y dispusieron de recursos a manos llenas que evaporaron sin resolver ningún problema vital o secundario. Todo lo contrario, los crearon donde no había. Hoy se conocen las dimensiones del saqueo que comenzó desde los primeros días en el gobierno de quienes dos veces se levantaron en armas pretextando la lucha contra la corrupción.
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Por ningún lado aparecen las señales de que este declive se detendrá. La profundidad de la destrucción del país y la velocidad con que avanza ya escaparon de las propias manos de quienes lo iniciaron. El hundimiento es vertiginoso. Lo dice a las claras su desenfreno ideológico y su colosal ineptitud. Lamentablemente a Maracaibo le está tocando ir varios pasos adelante en la desgraciada ruta que Maduro y sus aliados le trazan a Venezuela. Y en esa perspectiva, de alguna manera constituye una experiencia piloto sobre lo que habrá de suceder en Venezuela: la sumisión o la salida hacia la libertad.
No lo duden. Maracaibo, el Zulia todo se los cobrará. Maracaibo es una ciudad de temple legendario muy bien registrado por siglos de historia. Lo mismo frente a los sanguinarios asaltos de los piratas que en los avatares de la lucha emancipadora, lo mismo frente a la discriminación de caudillos capitalinos que ante las distorsiones del centralismo. Pujante como pocas en el agro, el comercio y la industria, pionera en muchos campos de la producción y el transporte, conectada con las principales ciudades portuarias del mundo desde los albores del siglo pasado, Maracaibo al igual que el resto de Venezuela sabe que no tiene otra alternativa que luchar por la pronta recuperación de su libertad y su grandeza.