Marasmo, por Carolina Gómez-Ávila
No me quejo de inactividad. La vida política nacional está en funcionamiento pleno: los líderes de la coalición democrática articulan laboriosamente los apoyos conseguidos para multiplicarlos, los profesionales abordan visiones políticas y técnicas para dar forma al Plan País y la militancia adeca ha puesto en marcha su maquinaria electoral al servicio de la alianza.
Dicho de otro modo, puertas afuera contamos con más de medio centenar de países que colaboran en el restablecimiento de la democracia, alternando la presión de las sanciones con la oportunidad de la negociación, para lograr unas anheladas elecciones libres y justas.
Puertas adentro, se consensúan las aspiraciones de poder con las de un modelo de país viable, a fin de consolidar una oferta óptima para la ocasión electoral.
La vida social también se manifiesta. Proliferan las protestas sectorizadas; suceden a diario pero la población no habla de ellas todos los días, básicamente porque no se enteran
Si no se enteran es porque no han sido difundidas, si no se han difundido es porque la prensa no las considera noticiosas. Y si la prensa no las considera noticiosas es porque, aunque son numerosas, están muy distanciadas geográficamente, no han sabido conectar sus motivos y la concurrencia les parece escasa porque la comparan con la de los tiempos de las grandes protestas nacionales; además, no están siendo reprimidas por lo que no hay saldo de detenidos, heridos o asesinados por los uniformados.
No, no abundan las noticias sobre la presión activa de la población y, en buena parte del país, los venezolanos se desvelan creyendo que a pesar de todo este horror, no está pasando nada y que la situación cayó en el marasmo.
Pero la prensa es pródiga en reseñar lo que –a su juicio o según sus intereses– los políticos no están haciendo. También en difundir, nacional e internacionalmente, reportajes que retratan el sufrimiento venezolano desde la indefensión; en ellos se detalla con precisión la agonía de la nación, mientras se narran épicas huidas retribuidas por el triunfo y la felicidad fuera de nuestras fronteras.
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Esta dinámica informativa, perversa y desmoralizante, demuestra que ha vuelto a fracasar la política comunicacional opositora, entre cuyas prioridades debe estar mantener vivo el fervor necesario para que los venezolanos que aquí seguimos insistamos en luchar por recuperar la democracia.
No parecen entender que, más que las declaraciones, convienen las demostraciones de interés y atención a las necesidades de la población; sin esto no podrán convencernos de que estamos presentes en cada una de sus decisiones políticas y que somos su precioso tesoro en esta lucha de todos.
Siempre hace falta trabajo político de calle, pero más falta hace la prensa haciéndole seguimiento a cada protesta con pasión, como la que demostraron en 2014, 2017 o en este año por el TIAR o por cualquier declaración de Trump. Hace falta que la prensa crea en el poder de la perseverancia del pueblo y la estimule, porque hasta ahora sólo lo ha hecho en su inmolación, desestimando su esfuerzo diario y haciéndole sentir que ha caído en el marasmo.