¡Márchense!, por Gustavo J. Villasmil-Prieto
Hace casi un siglo que Curzio Malaparte, en su célebre ensayo «Técnica del golpe de Estado» (1931) lo puso bien claro. Una operación política del tipo de la que se echó a andar aquí el domingo por la noche estaba obligada a concitar apoyos clave dentro y fuera del país de manera rápida, so pena de que en el transcurso de las horas y de los días sus posibilidades de consolidación se disipen. No lo hizo.
Hasta la fecha de publicación de estas líneas, los esperados apoyos no han aparecido; al contrario: salvo esas vergüenzas mundiales que son los regímenes ruso, chino, cubano y nicaragüense, ningún país decente ha comprado la barajita del triunfo chavista el 28J. Nadie salió a manifestarse en favor del Gobierno ni ningún medio de comunicación serio da por ciertas las cifras presentadas por el órgano electoral. Lo que sí que han prodigado son las amenazas de los autodenominados triunfadores y sus acciones represivas, como si las bayonetas proveyeran de silla a quien busca donde posar los glúteos.
A lo ineficaz de tal política se refirió en su día otro «quotable»: Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord, mejor conocido como Talleyrand. «Sire», exclamó el hombre a principios de diecinueve nada menos que ante el mismísimo Napoleón, de quien fuera ministro: «las bayonetas sirven para todo, excepto para sentarse sobre ellas”. No hay posaderas, por poderosas que reclamen ser, que aguanten mucho descansando sobre el punzón agudo de la represión.
Digámoslo sin ambages: aquí todos sabemos lo que pasó el 28J. Como lo saben también los americanos, los canadienses, los británicos, la ONU, los gobiernos de Iberoamérica, de España y del resto de la Unión Europea. Porque lo mismo que la tos, difícil sino imposible es ocultar el carajazo político de una proporción desfavorable por el orden del 70/30 del voto cuando todo el mundo tiene en la mano la traza de los datos. Vistos los números y verificados los escasos apoyos reunidos una semana más tarde, lo que les toca es marcharse.
¡Márchense! El 28J, Venezuela habló. La voz del pueblo expresada en las urnas lo ha dejado claro: el chavismo perdió ¡y perdió «feo»! El pueblo ha dicho que hasta aquí llegó el melodrama de una pretendida revolución que hace 25 años sembró ilusiones y terminó recogiendo el desencanto más profundo que jamás este país vivió; revolución que acabó con vidas y con familias enteras, con carreras, con instituciones, con empresas construidas en años de trabajo. Aquelarre de poder irresponsablemente ejercido que desatò la bestia de un resentimiento social que todo lo destruyó, que vació las arcas públicas y que demolió sin piedad el esfuerzo nacional de más medio siglo.
¡Déjennos en paz! Eso ha dicho el pueblo. Para que este pobre país que nos legaron recoja a sus hijos hoy dispersos por el mundo y los traiga de vuelta a casa y para que llore a sus muertos caídos en cinco lustros de resistencia.
Y también para que sane las heridas que le infligieron ustedes, fieles como han sido siempre al nefasto lema del «Gran Timonel» según el cual, había que destruirlo todo puesto que «después habría tiempo para reconstruirlo».
¡Despídanse buenamente! No se pongan ustedes «creativos». No nos vengan con galimatías de escribano ni con narrativas para el consumo de bobos: Venezuela no es ni la Guatemala de Arbenz ni el Chile de Allende, no fantaseen. Ustedes no se van del poder como héroes trágicos sino como pillos sorprendidos en flagrancia.
Se van porque el voto, sacramento primero de toda democracia, así lo ha determinado. Y descuiden: en Venezuela no habrán «pases de factura» ni «vendettas». Este pueblo bueno lo impedirá. Lo que si habrá – no lo duden– es justicia. Porque sin justicia aquí nunca podrá haber paz.
*Lea también: Fraude colosal, por Gonzalo González
Imaginando una Venezuela ya curada de la enfermedad del populismo autoritario que ustedes le inocularon y que haya por fin liberado sus fuerzas hasta ahora maniatadas para construir un futuro con sus propias manos, evoco hoy la memoria venerada de San Oscar Arnulfo Romero, el obispo mártir de los hermanos salvadoreños, para unir mi voz a la de todo un pueblo que les suplica, les ruega y les ordena: ¡márchense!
Gustavo Villasmil-Prieto es Médico-UCV. Exsecretario de Salud de Miranda.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo