María Josefa del Buen Consejo, por Rafael A. Sanabria M.
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El pueblo de El Consejo toma su nombre de la petición hecha por la religiosa María Josefa del Buen Consejo, ante su padre el distinguido hacendado de los Valles de Aragua, El Tuy, Los Llanos y la Costa (El Conde de Tovar), quien hacía las diligencias para la fundación del pueblo.
Tomó la palabra de esa joven carismática, fervorosa y devota de la advocación de Nuestra Señora del Buen Consejo. Gracias a la solicitud de la piadosa dama se le dio toponimia al nuevo pueblo fundado.
Su humildad, vocación y altruismo la llevaron a escuchar el llamado de Dios a muy temprana edad en el pueblo de El Consejo que es testigo de su relación íntima con Dios y de esa oración constante que mantuvo con el altísimo.
Se dirige en 1781 al Convento de las Carmelitas de la Ciudad de Caracas, donde cursó estudios para religiosa. María Josefa del Buen Consejo del sudor de la Encarnación Ignacia Dominga Antonia Nicolasa Petronila Pulcheria luisa de la Luz Tovar y Ponte, según Enrique Bernardo Núñez, cronista de Caracas, en su libro la Ciudad de los Techos Rojos, en la página 261 afirma que: nace en el pueblo de El Consejo, el 17 de marzo de 1761.
Es la hija mayor de los Conde Tovar, Martín Tovar y Blanco y Doña Manuela de Ponte y Mixares. Casados desde 1758, su padre vio satisfecha sus ambiciones con el título de Conde, del que le hizo merced Carlos III, EL 17 de junio de 1771.Trescientos setenta mil ochocientos ochenta y siete maravedises de vellón pagó don Martín al servicio de lanzas y ciento sesenta mil reales de vellón por la redención de éstas.
El 03 de junio de 1775, el escribano Buenaventura Terrero manifiesta en cabildo el título en un libro cubierto de terciopelo encarnado con manillas de plata, del cual pendían los reales sellos y la cédula auxiliatoria expedida en Madrid, a 21 de diciembre de 1773. Para dar enhorabuena «por la gracia que ha merecido y mayor lustre de esta ciudad», pasan a su morada el regidor Manuel Clemente y Francia y el procurador general Diego Jacinto Xedler.
En el título se hallaban minuciosamente especificados los méritos y servicios de don Martín Tovar. Había servido como alférez y capitán de la compañía de forasteros y en la de nobles aventureros a caballo, como procurador general y alcalde, «con el mayor aplauso». Y en distintas ocasiones con el rey con donativos de 80 reses, cien caballos y toda clase de víveres y barcas para el sostén y transporte de tropas.
Integró Don Martín Tovar y Blanco las cofradías de La Santísima Trinidad, de Nuestra Señora del Carmen, Nuestra Señora de las Mercedes, Nuestra Señora del Rosario, de la orden de la tercera de nuestro Padre San Francisco y del Santísimo Sacramento de San Mauricio.
Don Martín Tovar y Blanco, abrazó la causa de la emancipación, la cual compartía con sus hijos. Ya en su ancianidad, se hacía llevar en silla de manos a las reuniones que celebraban los conspiradores en la casa de José Félix Ribas o en la de los Bolívar, y llegó a ostentar el grado de militar de Mariscal de Campo de los Ejércitos. Firmó su testamento en julio de 1807 y falleció en Caracas a la edad de 85 años, fue sepultado en San Jacinto la noche del 19 de agosto de 1811, a escasos días de haberse declarado a Venezuela en su casa situada en la esquina de Carmelitas, país independiente y soberano. Se dijeron por su alma mil misas y quinientas por sus esclavos difuntos. Su esposa Doña Manuela murió el 03 de abril de 1814 y recibió sepultura en la nave de terceros de San Francisco.
Sus hermanos: Domingo José, María Gerónima, Catalina Nicolasa, María Manuela, María Eusebia, Ana María, José Francisco, Martín Antonio, María de Jesús, María de la Concepción y Juan Francisco de Tovar y Ponte.
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En la mañana del 29 de Julio de 1782, después de un año de noviciado, ahora Sor María Rosa de San José, hace la renuncia de sus bienes ante el escribano Juan Domingo Fernández y los testigos Jerónimo vioza y Domingo Jarduves. María Josefa Distribuye sus joyas y dispone las mandas y donaciones que deben hacerse.
A la Iglesia del Buen Consejo dona una custodia de plata sobredorada con piedras de Francia, una lámpara de plata y dos botijuelas de aceites anuales para el alumbrado del santísimo sacramento. El resto de sus bienes pasan a poder de sus padres que aceptan el legado y firmaron después de ella y los testigos.
En la mañana del 24 de agosto de 1782 resonaban fuerte las rústicas campanas del Convento Las Carmelitas, recibía el velo negro con gran concurso de la nobleza y asistencia del señor gobernador (Don Manuel González) con su cabildo, según dice el libro de registro de las religiosas carmelitas. En medio de este concurso se hallaba la Negra Teodora con saya de lana y toca blanca que María Josefa le había dado para este acto, ese mismo 24 de agosto (Dia de San Bartolomé) que se recibía como monja María Josefa del Buen Consejo, se iniciaron las fiestas patronales en El Consejo en honor a Nuestra Señora del Buen Consejo del Mamón, fue un día de festejo para el pueblo, celebraran con orgullo la ordenación de la primera religiosa nativa de El Consejo. De allí en adelante esta religiosa desplegó una función filantrópica con la sociedad del entonces, dándoles a niños, jóvenes y ancianos ejemplo de santidad. El rezo diario del Santo Rosario, la adoración perpetúa al santísimo sacramento, constituyeron premisas importantes en la vida de María Josefa del Buen Consejo.
Debían transcurrir cuarenta y seis años, hasta su muerte, ocurrida el 6 de noviembre de 1831 a los tres cuartos para las once de la noche, a la edad de 70 años, después de haber cumplido con su deber como benefactora de los pobres y más necesitados, duerme en la paz del señor dejando una huella imborrable en el sendero de la vida religiosa.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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