Mártir, por José Domingo Blanco
José Domingo Blanco | @mingo_1 | Instagram: mingoblancotv
La revolución creó un mártir. Un emblema para la Resistencia. Pero, también, muy probablemente, este nuevo desatino del régimen marcó en el calendario la fecha definitiva en la que tendrá que presentarse ante el Tribunal de la Haya. ¿Para Maduro y sus secuaces Óscar Pérez valía más vivo o muerto? ¿Por qué lo acribillaron cuando ya era un prisionero? ¿Fue un error o el acatamiento de una orden? ¿Qué buscaban? ¿Quién ordena dispararle un misil ruso? ¿A quiénes querían atemorizar con esta acción desastrosa? ¿El operativo contra Pérez fue ideado para librarse también del cabecilla del colectivo Tres Raíces? ¿En el mundo entero habrán comprendido la gravedad de lo que ocurrió el pasado lunes en El Junquito?
Este nuevo desatino del régimen marcó en el calendario la fecha definitiva en la que tendrá que presentarse ante el Tribunal de la Haya
Aun cuando pudiéramos estar o no de acuerdo con la forma y el histrionismo que les imprimía a sus acciones, asesinar al ex funcionario del Cicpc –y a sus compañeros de lucha– cuando había manifestado su deseo de entregarse y negociar, es un delito muy grave que no puede tardar en traerle consecuencias al desgobierno. Los venezolanos, salvo los cercanos y partidarios de la revolución, coincidimos en que fue un acto criminal del que, para desgracia de quienes quisieran borrar todo rastro de Oscar Pérez, quedó registro. Quiero pensar que las últimas transmisiones que hiciera Pérez serán, entre otras, las pruebas irrefutables con las que los tribunales demostrarán la culpabilidad de Maduro y sus cómplices. Abrigo la esperanza de que los videos de Pérez dispuesto a rendirse ayudarán a acelerar la comparecencia del régimen ante las Cortes Internacionales.
Las atrocidades se penalizan. Y Maduro suma demasiadas. Pesan sobre él las muertes de los jóvenes que protestaron en 2014 y 2017 también, en su momento, reconocidos como mártires. Las de los niños que, en sus cortísimas vidas, solo conocieron el hambre. Las de los enfermos sin tratamiento. Las de las víctimas de la violencia, asesinados por los hombres nuevos que parió esta “revolución”. Maduro sentenció al exterminio a cada uno de los venezolanos que se le oponen. Y el exterminio es un delito de lesa humanidad.
Quienes se han narcotizado por el poder, demostraron hasta donde están dispuestos a llegar con tal de no perder aquello que los envicia. El objetivo es mantener el control absoluto. Secuestrar el Estado, y que los venezolanos seamos los rehenes, eliminando lo que en las sociedades civilizadas y democráticas neutraliza las violaciones de Derechos Humanos, frena la barbarie y evita las ejecuciones.
Cuando la repulsión por lo que vivimos me desborda, me aferro a las historias de los más oscuros y crueles dictadores de la humanidad, para quienes sus abusos terminaron revirtiéndoseles y sellando sus destinos. Cada crimen que comete el régimen se suma al prontuario obsceno que exhibe, producto de estos innumerables años acaparando el poder. Y ese monopolio que defienden les ha llevado a implantar prácticas –por demás exitosas– con las que han logrado apagar cada intento de insurrección o sublevación a lo largo de estos casi 20 años.
El régimen ajustició a Óscar Pérez, un venezolano que se ganó la admiración de muchos que vieron en él los atributos propios de un héroe. Lo sentenciaron sin importar que en Venezuela no existe la pena de muerte. ¡Cómo si eso fuera un impedimento para quienes están acostumbrados a hacer su voluntad y retorcer la justicia hasta que le obedezca! Pero con esto, lo convirtieron en un mártir. Uno que recibirá las oraciones de quienes creyeron en la honestidad, valentía, bondad y humildad de sus acciones. Para este régimen, no hay ley que valga; tampoco, moral. Salvajismo, crueldad, muerte, hambre, miseria y horror son los sinónimos adecuados para el actual gobierno. Asesinaron al ex funcionario del Cicpc haciendo caso omiso a su deseo expreso de entregarse: rendirse y deponer las armas, como en su momento hizo el difunto intergaláctico. ¿Qué hubiera pasado si en el 92, cuando Chávez se entregó, los cuerpos de seguridad del Estado hubieran actuando como hoy lo han hecho Maduro, Diosdado, Bernal y el resto de la banda? Esta misma pregunta la formulé en las redes sociales. Y hubo consenso en la repuesta: “Hoy Venezuela sería otra…No hubiéramos conocido esta desgracia”.
Quienes hoy se congracian con el dictadorzuelo –complaciéndole los caprichos y eliminándole las amenazas que encuentra en su camino hacia la perpetuidad en el poder– no estarán exentos de culpas. Tan cómplice es quien idea el crimen, como quien lo ejecuta. Los ajusticiamientos podrán ser hoy la ley con la que el régimen garantiza su permanencia en el gobierno, o el método con el que saca del camino a quien le resulta un estorbo. Pero estos crímenes, como no me cansaré de repetir, no prescriben. Y, poco a poco, el momento de rendir cuentas en el juicio final se aproxima.
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