Más allá de las circunstancias, por Simón García
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Aunque no llegue a definirla, las circunstancias han determinado excesivamente el comportamiento político en las dos últimas décadas. Políticos de visión exprés reaccionan a los episodios sin leer sus tendencias, surfean entre olas de la opinión y se hacen personajes de lo ocasional.
La política ha ido tomando la forma de ciclos circadianos, reflejo de la rotación veloz de nuestra atención a hechos que se convierten en noticia. La circunstancia se impone a la política y nuestros políticos reaccionan solo a lo que sienten a su alrededor, que no es precisamente la vida de la gente.
Las circunstancias nos gobiernan cuando son vistas como cercas que limitan. La política, torrente cívico para cambiar las circunstancias, no es puro acomodo o cesión de la voluntad a lo que existe. Un rebote de la economía, importante en cuanto alivie el drama social, no resuelve el abismo de empobrecimiento de la mayoría. Lo permanente no es el rebote sino el piso de las restricciones, los controles, los castigos y sus consecuencias destructivas sobre salarios, pensiones, servicios públicos y calidad de vida.
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Lo circunstancial se consolida por la falsa voluntad de poder, que en el gobierno y en la mayoría de los opositores, encara la función de gobernar como juego de salón y no como responsabilidad con los intereses de fondo de la sociedad. Se mantiene un horizonte centrado en partidos sin relación con una visión de país como interés superior y permanente.
Mientras más se adecúen a sus contingencias, más se degradarán los partidos a aparatos sin misión social, sin valores ni proyectos de país a largo plazo. Reducidos a franquicias con dueños, la pertenencia a ellos no proporcionará experiencias, valores o cultura democrática.
¿Por dónde comenzar a modificar estas circunstancias restrictivas? El sentido común apunta a fortalecer todo factor que desplace polarización y que amplíe los puntos donde la cadena del autoritarismo sea más débil.
Mientras surta efecto el empeño por renovar a los partidos y por recomponer con autonomía el tejido de las debilitadas organizaciones sociales, los empujoncitos a la conciencia cívica seguirán proviniendo de las instituciones con más prestigio en la sociedad, como las iglesias o los organismos empresariales. En esos empujoncitos hay que revalorizar la articulación con el mundo de los independientes.
El escenario local y regional es el nivel más propicio para basar una recuperación de la oposición con justificación social y solidaridad con los descontentos porque sufren las crisis. Allí existe una base más abierta a superar fronteras y a entenderse para sobrevivir.
Allí hay un enorme espacio para visualizar una alternativa que permita a la gente reaprender valores como la confianza en el otro o la importancia de iniciativas, sin demagogias ni instrumentalismos, por lograr bienes públicos para vivir mejor.
La superación de las debilidades comienza por convertir en mayoritaria una estrategia que rescate el interés de la gente en la democracia y en el voto, que muestre a la política como ocupación permanente por hacer país y deje de sacar tierra para ahondar el hoyo donde nos enterramos todos.
La democracia es incompatible con el secreto, exclusiones y retaliaciones. No admite ser reducida a circunstancia posterior al cambio de régimen. Para prender en la sociedad debe estar presente en el funcionamiento interno de los partidos, como derecho y cultura del entendimiento y la pluralidad…
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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