Más farsa, por Teodoro Petkoff
Mañana comienza el foro internacional que el gobierno ha organizado a propósito del 11A. Muchos de los participantes, intelectuales de izquierda, han venido a Venezuela con la sincera y genuina intención de dar su respaldo a lo que consideran un gobierno izquierdista, nacionalista, revolucionario, antineoliberal, al cual estiman víctima de una conspiración oligárquica, dirigida por el imperialismo yanqui. Queremos proporcionarles algunos elementos que les permitan hacerse una composición de lugar a tono con la complejidad de una situación que reclama también un ejercicio de reflexión igualmente complejo.
Es cierto, sin duda, que existe una parte de la oposición vinculada a sectores económica y socialmente poderosos. Pero esto constituye sólo una parte del cuadro. Ustedes deberían tratar de preguntarse cómo es que Chávez ha logrado volcar contra él también a una buena parte de la izquierda venezolana, que lo apoyó –para no hablar de todo el espectro democrático nacional–, y que nada tiene que ver con esa supuesta oligarquía.
Veamos algunos hechos. Durante tres años el segundo hombre del régimen, y tal vez el más poderoso, fue Luis Miquilena. Presidió la Asamblea Constituyente y después de ella ocupó el clave ministerio del Interior. Rompió con el gobierno y con él lo hicieron varios parlamentarios del oficialismo.
El segundo partido de la alianza gubernamental, el MAS, después de dos años, abandonó también el gobierno. El comandante Francisco Arias Cárdenas, segundo de Chávez durante la asonada del 4F, se separó de él y con una corriente disidente del MAS fundó otro partido de izquierda, Unión, que participa del campo opositor.
El secretario general de La Causa R, primero, y de su disidencia, PPT, después, Pablo Medina, está también en la oposición. La Causa R, con su líder Andrés Velásquez, milita también en la oposición. La izquierda más radical, Bandera Roja, acompaña igualmente a los adversarios de Chávez. ¿Cómo explicar este fenómeno a la luz de la imaginería maniquea y simplista del valiente comandante nacionalista asediado por una feroz oligarquía?
Incontables figuras del campo progresista venezolano –escritores, artistas, científicos, políticos, editores, periodistas, sindicalistas–, adversan hoy a un presidente a quien muchos de ellos apoyaron en la campaña electoral y luego durante los primeros años de gobierno. ¿Qué ha pasado como para que tamaño cataclismo político se haya producido en un universo que dista mucho de los intereses y posiciones de la derecha?
Permítanos decirlo crudamente. En Venezuela estamos ante una impostura, ante una gigantesca estafa política e intelectual. Aquí no sólo no existe ninguna revolución, sino que este gobierno no puede presentar ninguna reforma medianamente interesante. Ni siquiera es un buen gobierno. Es de los peores, administrativamente hablando, y de los más corruptos que hemos tenido. Una de sus pocas virtudes, que sería la de haber colocado en el centro de la preocupación nacional la cuestión social, ha naufragado en una gestión que agrava cada día las condiciones de vida de los más pobres y desvalidos de nuestros compatriotas.
Hasta en la historia de procesos verdaderamente revolucionarios encontramos falsificaciones de este género y shows propagandísticos que embaucaron a millones de personas. Desde Stalin hasta el llamado socialismo africano, pasando por la decadencia de aquel proceso que una vez inflamó mentes y corazones, la revolución cubana, todos sabemos lo que estas farsas han costado a la humanidad. Si, finalmente, el pueblo importa, traten, en sus días caraqueños, de acercarse a él. Hablen con trabajadores, taxistas, gente de la calle, para que puedan entender cómo lo que fue entusiasmo y esperanza hoy es desencanto y frustración.