Más soluciones, menos parodia de guerra, por Stalin González

Mientras el gobierno centra su atención en la narrativa de un Estado de conmoción, el país se sigue cayendo a pedazos. La inflación golpea sin tregua y el poder adquisitivo de los venezolanos se reduce día tras día. No hay anuncio, ni retórica, ni amenaza que tape esta realidad: la economía está cada vez peor, los espacios para el crecimiento real se cierran y, mientras tanto, el radicalismo político se intensifica, como si la confrontación fuera más importante que el resurgir de la nación, más importante que sus millones de ciudadanos.
Venezuela no se defiende con discursos de trincheras ni con termómetros de patriotismo falsos. La patria duele, sí, pero duele con el hambre de millones, con los servicios colapsados, con la migración forzada que vacía nuestras ciudades, con los niños que pierden su derecho a la educación, con los abuelos que sobreviven con pensiones de miseria, con las madres que se despiden de sus hijos.
Ese es el verdadero frente de batalla, y ningún estado de excepción puede ocultarlo.
El país demanda acciones concretas. Es posible llegar a diciembre con medidas que frenen la inflación desmedida, reduzcan la incertidumbre económica y permitan al menos recuperar un mínimo de estabilidad entre tanto caos. No se trata de fórmulas mágicas. No se necesitan bombos y platillos. Lo importante es contar con voluntad política y dar señales claras que apunten hacia un cambio real. Los venezolanos necesitamos certezas y un horizonte distinto al encarecimiento constante de la vida. Cada día, tememos la amenaza de retroceder hacia la terrible crisis humanitaria que asfixió al país entre 2016 y 2019.
En materia económica, el primer paso es diseñar un plan serio de estabilización macroeconómica que incluya como eje central: detener la inflación, garantizar transparencia en el uso de los recursos del Estado y dar señales de confianza a los actores económicos. Solo con estabilidad se puede empezar a recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores y pensionados, quienes hoy sobreviven en condiciones de absoluta precariedad. Asimismo, urge un ajuste salarial progresivo vinculado al costo de vida, que devuelva dignidad a quienes sostienen al país con su esfuerzo.
El país requiere un programa integral para reactivar la producción nacional. Esto implica eliminar trabas burocráticas y crear verdaderos incentivos para empresarios, agricultores, industriales y emprendedores. La apertura a la inversión nacional y extranjera debe ser una prioridad, pero acompañada de garantías jurídicas y estabilidad regulatoria.
Sin producción no hay empleo, sin empleo no hay consumo, y sin consumo no hay crecimiento sostenible. A esto debe sumarse la recuperación de los servicios públicos —electricidad, agua, transporte y telecomunicaciones— porque ningún proyecto económico es viable en medio de un sistema colapsado. Solo con estas bases, Venezuela podrá comenzar a construir un camino de progreso y desarrollo social.
Ninguna de estas propuestas es imposible. Lo que falta es voluntad política. En lugar de obsesionarse con un enemigo externo inexistente, debemos crear institucionalidad que permita atender a los problemas internos que están ahogando al país. La nación no puede seguir atrapada en la lógica de la confrontación. El pueblo no pide parodias de guerra, pide soluciones, pide entendimiento, pide un pacto social.
Venezuela se defiende con progreso social, con empleo, con educación, con producción, con justicia y con oportunidades para todos. Mientras el poder siga enfocado en radicalizarse, la crisis seguirá avanzando. Pero si de verdad hay voluntad de cambio, diciembre puede ser un punto de inflexión y no otra fecha más de desilusión.
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Stalin González es político, abogado y dirigente nacional del partido Un Nuevo Tiempo
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