¿Mayoría?, por Adriana Moran
De la única mayoría que podemos hablar sin temor a equivocarnos, es de esa que no solo sale reflejada en devastadores informes que revelan el altísimo porcentaje de venezolanos que pasa hambre y que nos ubica entre los países más pobres del mundo, sino de la que todos podemos constatar con echar una mirada a nuestro alrededor para ver los rostros cansados detrás de las mascarillas improvisadas, al borde de sus fuerzas para seguir enfrentando una situación que empeora ya no con el paso de los meses y los días, sino de las horas.
La otra, esa mayoría que suele exhibirse como capital político y en nombre de la cual muchos se llaman dirigentes y toman o dejan de tomar decisiones, no es una mayoría verdadera. Porque las mayorías políticas siempre son el resultado de un conteo que le pone cifras a la forma de pensar de los ciudadanos y que es el resultado de su expresión en las urnas.
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Seguir hablando “de la mayoría que nos respalda» cuando al mismo tiempo se niega cualquier posibilidad de medirla de manera objetiva, puede ser una forma de quedarse anclado a una realidad pasada, a algo que fue en algún momento y que dejó de ser porque quienes la dirigen dejaron de hablarle en un idioma con el que se sintieran identificados y los ciudadanos dejaron de ver en esa conducción una conexión con sus problemas y una salida a sus urgencias.
Así, perdida la conexión entre dirigentes y dirigidos, seguir haciendo planes en nombre de una ciudadanía que los seguirá hagan lo que hagan y propongan lo que propongan, puede convertirse en una más de esas fantasías con las que sin éxito se ha tratado de acorralar al que está en Miraflores.
Una mayoría sin voz y sin la posibilidad de expresarse no puede ser capital político de nadie.
Cuando la alejaron de las urnas y despreciaron la herramienta democrática de la participación para sustituirla por la de la presión y las sanciones, las intentonas fallidas y el respaldo internacional, siguieron llamando mayoría a esa cantidad de ciudadanos que sin expresarse, ya no sabemos a qué o a quién apoyan.
Las mayorías se organizan, se incentivan para luchar, se convencen de la posibilidad de hacer valer sus derechos y sus anhelos, se enfrentan a la adversidad, se cuentan aún en las urnas autoritarias.
Cuente quien cuente los votos, si no votamos, la única mayoría que habrá para contar, será la de ellos.
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