Mazo ponchao, por Sebastián Boccanegra
Habla duro. Siempre anda malencarado. Su escuela es el cuartel, al estilo gomero, y lo demuestra cada dos por tres en las sesiones de la Asamblea Nacional. Sus compañeros de partido le temen. Es el segundo -¿o el primer?- hombre del gobierno de Venezuela. Preside el poder más importante entre los cinco poderes patrios. No pierde ocasión para promoverse dentro de las bases del PSUV, del cual es miembro de su dirección nacional desde hace unos años. Estuvo a la diestra del líder intergaláctico cuando éste decidió que su heredero fuera Nicolás. Desde hace unos meses tiene un programa de televisión que es transmitido por el canal del PSUV, antes VTV, y que es reproducido en el semanario 4F para difundir chismes y pinchazos telefónicos. Pero el hombre no despierta la más mínima simpatía en el país. Qué decimos, tampoco dentro de su partido. La vez que hicieron elecciones para designar los integrantes de la dirección nacional, los votos no le dieron. Tuvo que aparecer el dedo mágico del difunto «eterno» para que lo metieran de contrabando en esa instancia partidista. Pues bien, a pesar de toda esa exposición mediática, las simpatías por el compatriota no levantan ni con levadura. Eso dice la última encuesta de Datincorp donde obtiene el respaldo del 1% de los encuestados. Leyó bien, no es un error. Uno por ciento.
No sabemos si el capitán más importante del país tiene disposición a la autocrítica, pero es evidente que si pretende convertirse en un líder nacional tiene que buscar otros caminos, pues hasta el momento es un fracaso total. Que se fije en personajes como Mario Silva o Vanessa Davies, quienes con un solo programa en VTV lograron suficientes votos para integrar la dirección del PSUV. El estilo cuenta. A la gente no le gusta que le hablen golpeao ni que le den con un mazo.
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