«Me dijo que ha tratado tres veces suicidarse», confiesa un preso de Tocuyito a familiar
Luego de dos meses de estar detenidos por su supuesta vinculación a las protestas, los detenidos en la cárcel de Tocuyito empezaron a recibir visitas el día lunes 30 de septiembre. Todavía hay familiares que no han recibido la llamada del Ministerio de Servicio Penitenciario. Madres y esposas reclaman las duras condiciones del lugar y piden su libertad inmediata
Desde el lunes 30 de septiembre los detenidos por las protestas poselectorales empezaron a recibir visitas en el Internado Judicial de Carabobo, mejor conocido como la cárcel de Tocuyito. Familiares reclaman las duras condiciones del lugar, los tratos crueles e inhumanos a los que son sometidos y la depresión en la que han caído alguno de los presos, que han intentado atentar contra su vida.
«Nos llamaron que tenían visita el día lunes, después de dos meses. Yo entré a las 3:50 de la tarde, cuando entré lo conseguí muy mal. Me dijo que ha tratado tres veces de suicidarse. Me dijo que lo tratan muy mal, no le pegan, todo es verbal. La comida es agua con espagueti, arroz con agua, la carne molida se la dan cruda. No le dan agua, si les dan agua es medio vaso. Comen a las 4 de la mañana, al mediodía y si acaso le dan la cena a las 5 o 6 de la tarde», comentó Génesis Villarroel.
Es la esposa de Wladimir Tirado, de 33 años, quien fue detenido el 29 de julio en horas de la tarde en el distribuidor El Trébol, en La Guaira. El joven, chofer y tanatólogo, se dirigía a su casa luego de trabajar corrido ese fin de semana de las elecciones.
Este jueves 3 de octubre, junto a un grupo de familiares de otros 48 detenidos en La Guaira, introdujo un recurso de amparo ante el Tribunal Supremo para solicitar la nulidad de sus casos. Además de su libertad, piden el respeto a sus derechos humanos, el debido proceso y el derecho a la defensa.
«Me dijo que no quería vivir, es fuerte por lo que está pasando porque de verdad no hizo nada malo. Él iba directo para su casa en su moto, lo pararon y lo detuvieron», resumió Villarroel. El día de la visita, en la que apenas tuvieron media hora para conversar en presencia de dos custodios, su esposo le dijo que solo habían tenido una comida: a las cuatro de la mañana.
Todos los presos de Tocuyito, al menos 500 hombres según los registros del Foro Penal, tienen un elemento en común: Las acusaciones por terrorismo e incitación al odio. También fueron señalados de supuesta obstrucción a la vía pública, daños a propiedad del Estado o uso de menores para delinquir.
Haiskelis Castañeda, esposa de Santiago Castillo, reiteró las malas condiciones de casi todos los detenidos y pidió su libertad.
«Se encuentran en mal estado. No les dan agua, apenas una vez al día. Eso no es justo. Están deshidratados, han caído en depresión, algunos se han tratado de quitar la vida. Ellos no son delincuentes, también están enfermos (…) Seguimos en la lucha protestando, declarando, luchando a diario por su libertad porque ellos no son unos delincuentes o terroristas», aseveró.
A Santiago lo detuvieron el 29 de julio junto a Víctor Uzcátegui. Venían de Catia La Mar de echar gasolina cuando los policías los bajaron de su alto y se los llevaron.
«Su mamá lo vio y no se encuentra en muy buen estado. Está un poco deshidratado y mal alimentado. De lo que se le han llevado no han recibido nada, solo las medicinas y tienes que tener un informe para que las reciban», indicó Castañeda.
Las condiciones en Tocuyito
Los familiares señalaron que las condiciones dentro de la cárcel de Tocuyito son duras. No cuentan con agua para bañarse y apenas le dan medio o un vaso de agua al día, si corren con suerte. La comida consiste en pastas o arroz con alguna porción de carne molida.
«No les puedes agarrar las manos, no los puedes abrazar. Hay un mesón, uno tiene que tener las manos bajo ese mesón. No les puedes hacer señas. Yo tenía un custodio detrás y él también, escuchando lo que uno habla, si habla mal (…) Me dijo que les dicen tantas cosas, que sus familias los abandonaron, que no cuentan con su familiar, que van a pasar 20 años ahí. Hay personas que han perdido la memoria», señaló Génesis Villarroel.
En cada cubículo hay dos literas, donde duermen cuatro personas. Los sacan entre 10 o 30 minutos al patio y los devuelven a sus celdas. Los detenidos tienen un solo uniforme, que deben lavar, exprimirlo bien y ponérselo de nuevo. Los esposan en la mañana y los ponen en el piso para el conteo.
Leida Orocena no veía a su hijo Miguel Ángel Navarro, de 20 años, desde que fue trasladado a Tocuyito el pasado 10 de agosto. «Lo pude ver en malas condiciones porque no les permiten que le pasen comida, que les pasen agua. Eso nos tiene deprimidos a nosotros y a ellos también. Yo pido libertad para mi hijo, lo único que hizo fue un video jugando que lo pasaron por redes sociales. Mi hijo no quemó módulos de policía, él no es un terrorista».
Navarro, que trabajaba con un equipo de basket, lo único que le expresó «es que quería salir, que es inocente y que ya está cansado». Su madre también siente el cansancio, frustración, impotencia e injusticia. «No entiendo por qué se ensañan tanto con unos muchachos que lo único que hicieron fue defender su derecho, lo que ellos votaron. Es más, mi hijo ni siquiera votó porque ni siquiera está inscrito en el CNE. Son jóvenes, es el futuro de Venezuela, pido libertad para todos ellos».
Jesús Palmera cumplió los 19 años el primero de octubre en Tocuyito. Lo detuvieron funcionarios de PoliVargas el 29 de julio en la entrada de Mare, en La Guaira.
Su madre todavía no ha podido visitarlo porque no ha recibido la llamada del Ministerio de Servicio Penitenciario. «Mira todo el tiempo que ha pasado y a mi muchacho no lo he visto desde que estaba en el retén de Macuto. Él es sostén de familia».
«Una sola vez llamó, su abuela tenía el teléfono de él, le pidió la bendición y pidió hablar conmigo. La llamada la estaban grabando. Lo único que me dijo en el mensaje fue ‘mamá, ayúdame no me dejes aquí, habla rápido con el abogado, mueve todo lo necesario para que me saques de aquí’. Eso fue todo lo que me dijo», comentó.
Cuestiona que su hijo haya sido detenido sin ningún elemento para vincularlo en protestas. «Cuando estaba en el retén de Macuto me dijo que no hizo nada malo, que se acercó a la protesta porque un amigo suyo le habían dado unos perdigonazos, pero al ver que prendieron cauchos se alejó y se regresó a su casa. Los policías le dieron voz de alto y lo detuvieron. Si al muchacho no lo estás agarrando con piedra ni nada, ¿por qué lo vas a detener? No tiene sentido».