Me permito disentir, por Paulina Gamus
Twitter: @Paugamus
“Si no vas a morder no muestres los dientes”.
Proverbio Judío.
Tenía muchos temas en mente para mi primera nota de 2022, pasan demasiadas cosas en el mundo y aunque así lo pensemos, Venezuela no es el ombligo del planeta. Estamos al borde de una posible confrontación armada como no la hubo después de la segunda Guerra Mundial. Ni Corea ni Vietnam tuvieron tal connotación. La democracia peligra nada menos que en Estados Unidos de Norte América, el país que ha sido por siglos emblema de esa forma no solo de gobierno sino de vida. Y en el resto del mundo avanzan gobiernos autoritarios y otros encabezados por personas de dudosa salud mental o simplemente ineptos. Y todos o casi todos quieren eternizarse en el poder.
A pesar de que en diciembre 2021 se cumplieron treinta años del colapso de la URSS, hecho que celebró con euforia el mundo libre, el dictador ruso Vladimir Putin –ex agente de la tenebrosa KGB– expresa con la mayor desfachatez que lamenta ese final. Y es uno de los aliados de Nicolás Maduro hasta el punto de declarar que está meditando sobre enviar tropas a Venezuela.
Y es en medio de este cuasi caos local y planetario que un grupo de dirigentes y figuras políticas propone un referéndum revocatorio de Nicolás Maduro al cumplirse la mitad de su período. Es verdad que la Constitución apodada “la bicha”, por Hugo Chávez, contempla esa figura para ser aplicada a un presidente legítimo. Pero entonces ¿en qué quedamos. no es que Maduro nunca fue legalmente electo y no es por tanto el presidente legítimo de Venezuela? Pero todo esto termina siendo un detalle más ante la propuesta de sacar a Maduro de la silla que ocupa.
Trataré de explicarme: una de las razones que han animado a los proponentes del Revocatorio es el resultado electoral del 9 de enero 2022 en Barinas. ¿Acaso esta que escribe no se sintió feliz por la derrota del régimen en la tierra natal del Terminator Hugo Chávez? Más que feliz pero no tanto como para pasar por alto que en esa victoria poco tuvieron que ver los partidos políticos.
El triunfo opositor fue producto de la rabia y el revanchismo del pueblo barinés contra el atropello y abusos del régimen al desconocer la victoria de Freddy Superlano e inhabilitarlo. Nadie los movilizó salvo el deseo de vengarse. A pesar de eso apenas votó el 53,76% de los electores inscritos. ¿Qué sucedió con la rabia, el revanchismo o deseo de justicia del 46% restante?
Más allá de todas las estratagemas y trapacerías de los rectores gobiernistas del CNE, hay que voltear el rostro hacia el estado actual de la oposición y responder con sinceridad esta pregunta: ¿es capaz una oposición divida, enfrentada y llena de egos, de revocar el mandato a un dictador que ha demostrado carecer de escrúpulos a la hora de imponer su voluntad?
Acabo de leer en el New York Times un brillante artículo de Ezra Klein “Steve Bannon sabe algo”, sobre la pelea a cuchillo entre demócratas y republicanos que podría llevar al desastre la democracia de su país. Klein cita un antiguo adagio sobre la guerra: “los aficionados debaten sobre estrategia, los profesionales sobre logística”. Lo que ocurre en Venezuela entre el gobierno de Maduro y quienes nos oponemos al régimen es una guerra en la que todas las armas están en sus manos. Seamos sinceros: ¿ustedes creen que nuestra oposición debate sobre estrategia? Estimo que la mayoría responderá negativamente. Por supuesto que mucho menos debatirá sobre logística. Y no lo hace porque no tenemos una sola oposición sino varios grupúsculos que andan cada uno por su lado y tan perdidos como esa conseja que dice: “ “El sordo escuchó como el ciego vio que un cojo corría más rápido que el tren”.
Claro que la mayoría de los pobladores de este país, asolado por el paso devastador del chavo-madurismo, quiere que Maduro se vaya y que con él se vaya todo su entorno de represores y depredadores. Pero esperemos el momento de votar para elegir un nuevo presidente y antes de eso logremos una oposición unida con estrategia y logística, un candidato presidencial por consenso y una salida negociada. Parece una utopía y quizá lo sea, pero es peor tropezar de nuevo con la piedra de la derrota anunciada y la consecuente desesperanza que trae la frustración.