Me voy pa’ la calle, por Eduardo López Sandoval
El libro de control de asistencia de esta escuela técnica se cumple. Más por la voluntaria observación de los mismos profesores, objeto del control, que por la vigilancia de los directivos del plantel educativo o de la mirada de los supervisores del Municipio Circuital. Ningún profesor se atreve a escribir que llegó a las 8:10 am cuando un compañero de trabajo, que llegó antes que él, anotó y firmó que llegó a las 8:15 am. El Control funciona.
El anterior día, los profesores en democrática asamblea decidieron por consenso que este día no iban a impartir clases y así lo anunciaron a los muchachos para que no vinieran: como medida de protesta por los sueldos de hambre que reciben. Así se los explicaron a sus queridos alumnos. En lugar de en los salones de clase decidieron apostarse pacíficamente, con pancartas alusivas al motivo de la protesta, en el cruce de avenidas que llaman la Esquina del Semáforo porque en tiempos más democráticos había uno de estos necesarios aparatos de luces; hoy es una triste referencia, La Esquina del Semáforo.
Lea también: Sargento Topocho, por Eduardo López Sandoval
(Vale este paréntesis, la decisión de la protesta la hicieron los profesores de esta escuela sin seguir ninguna programación de paro nacional o regional, se aislaron a propósito de la directriz de partido político alguno, sabedores -los profesores- que los partidos mayoritarios que se agrupan en el llamado G4 son parte integrante del desgobierno que sufre el país desde la última veintena de años. Y que los minoritarios, que se agrupan en la bien llamada Mesita, excluidos de los primeros en la repartición de los dineros públicos mal habidos, son recién invitados del Gobierno a que se peguen en una de las ya exangües tetas de la vaca Pedevesa. Por lo que la decisión de protesta es autónoma. Lo que se afirma de seguidas, textual, es el dicho de nuestro viejo amigo viejo, Ramonote Mandefuá, el profesor de Historia de Venezuela, jubilado, que es motivo para un paréntesis en esta esquela, pero como estamos dentro de uno, ahí les va: “La vaca Pedevesa como todas las vacas tiene solo cuatro tetas, dos se las reserva la alta dirigencia del Gobierno Bolivariano para alimentar sus ya enormes riquezas, la tercera la dedican a las cajas CLAP y a las misiones populistas, la cuarta teta la dejan para los jerarcas de la dizque Oposición”).
El encuentro es en la escuela misma, de allí marcharían hasta la Esquina del Semáforo. Se aprestaron a firmar el libro de control de asistencia, pero se encontraron con el adiposo cuerpo del funcionario director dispuesto a impedirlo:
– Lo siento. Órdenes del Municipio Circuital, ¡ustedes no pueden firmar!
– Pero, -le razona una de las profesoras con una pañoleta floreada de amarillo con la que llegó preparada para el brillante sol de esta mañana-, este es el control de asistencia. Usted tiene que dejarme firmar con mi firma. Yo estoy diciendo la verdad. Yo asistí a esta hora a mi trabajo. Si yo inmediatamente me voy, usted tiene toda la libertad de escribir que yo me fui a tal hora…
– Pero no pueden firmar, órdenes son órdenes… -dijo apartando suficiente la barriga…
Esta profesora, que es ingeniero mecánico de la Universidad Central de Venezuela (UCV), la universidad que vence las sombras, venció esta sombra, tomó con seguridad y calma el libro de control de asistencias y dijo:
– Las órdenes se cumplen. Como la orden es no firmar, nosotros no vamos a firmar…
Y estampó con su bolígrafo barato, de pocos centavos de dólar, en el espacio denominado OBSERVACIONES, la hora y la frase que es el título del presente: ME VOY PA LA CALLE…
Cerca de cuarenta profesionales universitarios subalimentados por sub pagados empleados del Gobierno, repitieron lo que es el mensaje que deben repetir TODOS los trabajadores del país: ¡ME VOY PA’ LA CALLE!
Vale decir, para concluir que no ha ocurrido ninguna retaliación de parte del director, los profesores han tomado la medida libremente, sin directrices de partido político alguno, repito, de pararse todos los lunes y viernes, como medida de protesta para dedicarse en ese par de días a los más variopintos oficios –buhoneros, albañiles, zapateros, pintores de brocha gorda, taxistas, entre otros-, para intentar redondearse la arepa. Esto sin descuidar a los muchachos los restantes días…