Medicina SOS, por Teodoro Petkoff
Una de las evidencias más lamentables de la ineptitud hecha gobierno la constituye la escasez de muchas medicinas y productos médicos. En cierta forma es inexplicable, porque dólares hay. Un mínimo sentido de orden de prioridades –y de sentido común- debía hacer ver que los dólares para importar las medicinas que no se producen aquí, o los insumos para las que sí se producen, no pueden ser sacrificados en ningún otro altar. Sin embargo, no es así. Increíble, pero cierto.
De manera que al sol de hoy puede hacerse una lista muy larga de productos médicos que o bien escasean o sencillamente ni siquiera los consiguen quienes dedican parte de su jornada diaria a interminables rondas por farmacias buscando las esquivas medicinas que una administración incompetente ha puesto fuera del alcance del ciudadano o ciudadana comunes.
La cosa es muy grave para los enfermos de cáncer, ya sea para aquellos que se practican terapias domésticas como para los que están sometidos a radio y/o quimioterapia. Tanto en hospitales como en clínicas privadas ya hay tratamientos suspendidos por falta de medicamentos y otros insumos. Igualmente, faltan partes y repuestos para los equipos de radioterapia, radiografías y cirugía. Los pacientes deambulan de hospital en hospital y de clínica en clínica en búsqueda de equipos en buen estado que los puedan atender.
La mayoría de los laboratorios se están quedando sin reactivos para exámenes, como el de la tiroides, y para pruebas inmunológicas, así mismo ha desaparecido el pegamento para las prótesis dentales, lo cual afecta mucho a los pacientes mayores.
De acuerdo con responsables farmacéuticos, puede estimarse en un 60% la carencia de medicinas. Lo cual abarca desde analgésicos, inclusive básicos, como Atamel e Ibuprofeno, hasta anestésicos, incluso locales, como la lidocaína, al igual que antiepilépticos y medicamentos para la diabetes y la tiroides, así como antibióticos elementales como la penicilina. Antisépticos más complicados, pero siempre útiles a los pacientes con escaras, como el Gerdex (que, por cierto, se producía aquí), también se han vuelto escasos. Hasta las inyectadoras son difíciles de conseguir, por no hablar de pañales para bebés y artículos de higiene personal como jabón y champú.
En fin, la lista de carencias, inducidas por un pésimo manejo, es muy larga y constituye una nítida radiografía de la administración pública. Lo apuntamos al comienzo: dólares hay, lo que no hay es una mínima eficiencia en la gerencia de nuestros asuntos. Siempre hemos estado de acuerdo con que Venezuela sea generosa con aquellos de sus vecinos, en particular en el Caribe, menos favorecidos económicamente, pero no puede serlo al precio de dañar sus propios intereses porque, a la postre, tampoco podríamos ayudar a quienes lo necesitan. Ni caridad con uñas, ni desaprensión.