Medidas que solo verás en socialismo, por Tulio Ramírez
Twitter: @tulioramirezc
Revisando una caja llena de viejos y amarillentos recortes de periódicos desordenadamente ordenados en mi biblioteca, encuentro una nota de prensa un tanto insólita. La misma fue publicada en el diario El Nacional del 14 de febrero de 2011. Efectivamente, aunque usted lo haya olvidado, en 2011, hace apenas 12 años, teníamos diarios de circulación nacional que se vendían en los quioscos. No hablo de escenas en blanco y negro, y a 78 revoluciones por minuto.
“Prohíben reencarnación del Dalai Lama”, decía la nota. El Dalai Lama, cuando cumplió 75 años hizo públicamente votos porque su sucesor guiara espiritualmente a su pueblo en un país libre y democrático. Como respuesta, el gobierno comunista chino decidió a través de un acto administrativo, prohibir cualquier reencarnación, léase bien, “sin su permiso”.
Al leer el titular, me pareció una mamadera de gallo del periódico. Volví a revisar la fecha por si me había equivocado y se trataba de esas notas que acostumbran publicar el Día de los Santos Inocentes. Pero que va, era el Día de los Enamorados, así que la cosa parecía que era en serio.
Releyendo detenidamente el artículo más que risa, me generó indignación. Pretender reglamentar y condicionar los rituales de una religión con millones de seguidores en el mundo, es pretender suplantar la voluntad individual y colectiva por la voluntad del Estado. Tal barbaridad ha sido práctica común en los países autoritarios sean comunistas o de cualquier otra factura ideológica antidemocrática.
Recientemente, otra insólita noticia del mismo tenor fue publicada en una de las páginas informativas que abundan en internet. El gordito Kim Jong Un, monarca hereditario del reino comunista de Corea del Norte, acaba de prohibir el suicidio en ese país. No mi querido lector, no es una joda. No se trata de un chiste macabro, de esos que acostumbran contar en los velorios allá en Carúpano, tipo “se castigará con condena perpetua al que se suicide”.
La nota de prensa señala que es voluntad del todopoderoso gordito, devenido en primer mandatario por la gracia de su padre, que, si el suicida queda vivo, tanto él como su familia sufrirán penas por haber cometido el delito de “traición a al socialismo”.
Por este lado del mundo nuestros socialismos bananeros no se han quedado atrás en eso de imponer medidas insólitas “porque a mí me da la gana”. Por ejemplo, el “aquí no se habla mal de Chávez” transformado en afiche y colocado de manera visible en todas las oficinas públicas, no fue más que un rechazo explícito a la expresión libre del pensamiento disidente. Al principio se asumió como una travesura de algún funcionario superjaleti, pero realmente era una amenaza.
Otro ejemplo es el del comandante-presidente devenido en Dueño de su Hacienda-país, Nicaragua. En plena pandemia y después de permanecer 60 días encerrado en su casa, Daniel Ortega apareció en un programa de TV anunciando que no acataría ninguna sugerencia sobre aislamiento social y los nicaragüenses debían incorporarse a sus trabajos, a las clases y a los actos masivos en defensa de la revolución. Manifestó que la campaña «Quédate en casa» se trataba de medidas «radicales» y «extremas», promovidas «por los que quieren que se destruya el país”. Insólito.
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Fidel, por su parte, no escapó a la tentación de hacer el ridículo. Amenazó con prisión a todo cubano que acudiera a tomar un baño en las Playas del Este, ya que este era un sitio exclusivo para los turistas. Terminó su discurso disuasivo exclamando que esa medida era “para garantizar la soberanía del país”. Seguro se había fumado algo.
Por otra parte, la creación del, afortunadamente ya olvidado, “Viceministerio de la Suprema Felicidad Social del Pueblo” fue otra de esas ocurrencias solo posible en regímenes mesiánicos y populistas. Nada más y nada menos que la suprema felicidad de todo un pueblo la garantizaría el gobierno a través de un organismo sin rango ministerial ni presupuesto. Ni Orwell tuvo tanta imaginación. Cosas como estas, solo las veremos en socialismo.
Tulio Ramírez es abogado, sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL.
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